“No te fanatices”
Luego de la última entrevista, dentro del programa que estoy realizando en Fundación Salud, me contó Stella Maris Maruso que una mujer relató que le habían dado un diagnóstico oncológico difícil, y que ella le había contado a su oncólogo que a la par del tratamiento formal iba a comenzar el P.A.R.A. en Fundación Salud (Programa Avanzado de Recuperación y Apoyo). Que según relata la persona, el médico sintió y entendió que le tenía que dar el consentimiento, no sólo la autorizó sino que le dijo que la Fundación era lo mejor que existía en el país, la estimuló para que lo realizara, ya que el oncólogo conocía la institución. Al finalizar la entrevista le hizo una salvedad “no te fanatices con la Fundación”
De no haber transitado tres experiencias de enfermedad oncológica, una primaria y dos metástasis, no puedo dejar pasar la oportunidad de responder a este oncólogo que no conozco, aunque intuyo.
Esta vez voy a hablar en nombre propio, en nombre de los/as amigos/as, en nombre de los/as pacientes, en nombre de los/as familiares, en nombre de los/as colegas, a los/as cuáles he escuchado, he atendido, he acompañado, he sostenido, he padecido, he llorado, he celebrado.
Puedo testimoniar que el miedo que provoca un diagnóstico de cáncer es mucho peor que el cáncer. La emoción del miedo no te deja tranquila nunca, provoca una enorme, enorme inquietud que no te posibilita pensar, comer, dormir, descansar, hacer, vivir.
La amenaza en que se convierten tus propias células, tus propios receptores, se vuelve incomprensible.
¿Cómo sentir, pensar, interiorizar, aceptar que las células malas están dando vueltas por eso que se llama cuerpo y que es lo propio?
¿Cómo sentir, pensar, confiar en que sólo la ciencia formal con sus remedios me va a curar, cuando la vida cotidiana me muestra todos los días que sólo con tratamientos formales la gente se muere pasivamente entregada a la morfina y/o desesperada?
¿Cómo confiar que un proyecto laboral, amoroso, de recreación, de “a partir del cáncer hago todo lo que quiero o lo que nunca hice o nunca me animé”, me podría salvar, curar, si he visto morir a amigos/as, colegas, pacientes, desesperados por tener tiempo para hacer todo lo soñado?
Por eso cuando escucho “no te fanatices” me provoca una fuerte sensación de angustia.
Es muy difícil, muy áspero, vivir con una enfermedad crónica y amenazante. En dependencia con medicamentos, estudios, resultados, consultas, múltiples dichos y miradas.
Es muy duro poder armar proyectos que duren un día.
Es un enorme trabajo vivir en la incertidumbre y en la impermanencia.
Por eso es necesario “fanatizarse”, hacer lazos de transferencia, en mi caso con la Fundación Salud (pueden ser otras instituciones las que proveen métodos concretos para sanar) Porque la Fundación te propone una estructura en la cual vos sos la protagonista. No te deja en manos de otros, te invita, estimula, a que desarrolles tu propio potencial sanador, que no es lo mismo que curarse. Que vayas más allá de un diagnóstico, aunque grave, que pueda convertirse en tu maestro.
Y te da, nada más y nada menos, las herramientas para lograrlo.
Lo que no quiere decir que no vayas a morir o que te vayas a curar, aun así, si te toca, que no sea en medio de la desesperación.
Si te toca un diagnóstico duro, fanatizate y apostá a las estructuras que te propongan que la protagonista de tu sanación, seas vos.
Quiero dejar un mensaje de agradecimiento a la Fundación Salud, a la Sra. Stella Maris Maruso, a todos y a cada uno de sus colaboradores . Llegué a la Fundación después de haber leído «El Laboratorio del Alma», libro que llegó a lo más profundo de mi ser. Sentí la necesidad de conocer a Stella y de inmediato me puse en contacto con la Fundación.
Haberla escuchado fue muy fuerte para mi, desarrolla temas tan profundo del cuerpo y del alma! La participación en la conferencia ese domingo ya marcó una diferencia.
Luego llegó el PARA, esta experiencia fue simplemente maravillosa. Primero confirme lo que pensaba, que mis emociones, mis problemas, mis ideas equivocadas (o no) afectan mi cuerpo físico.
Cinco días de aprendizaje muy intenso, de compartir con otras personas que transitan la misma enfermedad, otras que buscan encontrarse a sí misma, profesionales de la salud que elijen saber acerca de cómo las emociones se asocian con la enfermedad. Formamos un grupo de personas que en cada reunión hablamos de nuestros problemas, reíamos, llorábamos creo que nos involucrábamos, pero siempre con mucho respeto y compasión.
Me enseñaron muchas cosas, sobre todo a hacerme tiempo para mí, a disfrutar el aquí y el ahora. A transitar mi enfermedad tranquila y esperanzada. Y cuando llega el SUBIDÓN (como dice Stella) a tratar de recordar que me estoy haciendo mal a mí misma.
Eternamente agradecida!!!
Muy pronto les voy a escribir para contarles que mi cáncer ya se fue. Estoy segura!!
48 años, casado hace 18 en San Nicolás, viviendo en la Patagonia por elección, con dos hijos patagónicos, triatleta amateur, médico (con lo que eso implica en estos casos), vida “ideal” desde lo personal, lo profesional y lo económico.
Enero 2019, en bici entrenando para una carrera de triatlón a realizarse en Bariloche cuando un auto me choca y me trasladan a una clínica, suturas múltiples y politraumatismos… hasta ahí todo dentro de lo esperado.
Tomografías por el accidente y vienen los informes. La cara de mis colegas lo decía todo: “tenemos dos noticias (como en los chistes) del accidente no hay complicaciones, pero aparecen muchos ganglios que tendrás que estudiarte” … y así lo hice, asintomático y casi sin preocuparme me ocupé.
Otra tomografía e interconsulta con múltiples especialistas, y otra vez múltiples ganglios, los mayores en abdomen de más de 6 cm.
Más estudios…. Otro colega conocido me llama y creyendo hacerme un favor me informa telefónicamente: “las imágenes se comportan como un linfoma” …
Ahí supe lo que es la angustia, llorar por dolor no físico, temblar con lágrimas y la inevitable sensación de lo que después entendería como catástrofes imaginarias.
Biopsia y la confirmación diagnostica de parte del hematólogo con ese nuevo resentir: “dos cosas, tenés un linfoma no tan maligno, lo bueno es que es de crecimiento lento lo malo es que es crónico… (siempre se puede estar peor), continua el informe: la conducta es vigilar y esperar, teniendo en cuenta que si crece o se transforma en algo más agresivo recién recibirás tratamiento de quimioterapia”. “evoluciona a la cronicidad, hay un 10 % que remite espontáneamente” …
Esa última frase era lo que necesitaba escuchar y pude leer después en muchos artículos médicos… fue mi objetivo desde ese primer día… decididamente no iba a esperar, algo tenía que hacer y así empezó mi peregrinación buscando y tratando de encontrar respuestas: psicóloga, psiquiatra, medicación, religión, etc.
Muy cercano a la virgen de San Nicolás, fui al santuario, de donde salí muy enojado con bronca con rabia y sin poder parar de llorar, no encontré lo que buscaba en ese instante, pero fue la primera vez que pude detenerme y pude pensar, si tuve esta reacción es porque algo se genera dentro mío. Empezaba a creer.
En charla con una oncóloga, compañera de trabajo hace unos años (formamos tiempo atrás parte del equipo de cuidados paliativos, oncología e internación domiciliaria) me cuenta que su esposo había tenido un acv, muy joven, muy secuelado, por lo que tenían programada una visita a la fundación salud… y ahí fue donde sume esta opción a mi búsqueda.
Stella Maris Maruso vendría a una ciudad cercana en 20 días, excelente opción para conocer de qué se trataba y allí estuvimos con mi esposa…
Charla, curso intensivo y armonización.
A partir de ese día sentí que todo cambiaria, estaba donde tenía que estar, donde encontré lo que buscaba donde comencé a sentir que todo podía estar mejor, donde empecé a hablar otro idioma, donde comencé a entender que hay otra medicina, donde me enseñaron que el viaje es interior …
Después de esa primera armonización, esta mujer que me lleno de dudas, desconocida para mí, pudo decirme y transmitirme lo que necesitaba escuchar. Yo no podía parar de llorar en ese abrazo apretado… “tenés que creer, confía…. Esto también va a pasar”, me atravesó, me despertó….
Tal vez en este corto tiempo ya lo había escuchado, pero nunca sentido. Ese momento fue distinto, ese sentir profundo me decía que la búsqueda iba por ahí.
Ya tenía fecha y horario en la fundación previo a este encuentro para iniciar el P.A.R.A.
Otro estudio, otra tomografía, la masa abdominal se había reducido de 6 a 2 cm y yo asintomático… mi médico me dijo: “no sé lo que hiciste… pero seguí haciendo lo mismo”
Allí estaba, en la fundación, con mi esposa a mi lado, quien siempre me empujo a no dudar.
Comienzo el P.A.R.A… elegí el asiento 11 para este viaje coincidiendo con el día del accidente, al sentarme sentía que era mi lugar y el lugar indicado, creyendo y confiando como algo espontaneo, aunque lleno de miedos y dudas.
Estaba del otro lado del mostrador, cargado de una educación basada en la evidencia, empezando a cambiar el chip o por lo menos abriendo mi pensar científico, cambiando el idioma o interpretando otra realidad que no era ni más ni menos que la mía.
Resentir, resignificar, transformarse, cambiar la percepción, observarse, detenerse, sanarse, curarse y miles de palabras que dejaban de estar vacías para tornarse plenas de sentido…dejaba de buscar para empezar a encontrar, aprendía a cambiar la esperanza por la fe, a discriminar entre lo importante y lo urgente.
En esos días el aprendizaje fue constante, mucho por cambiar, por transformar para transformarme… entendía de qué se trataba y eso cambiaba mi pensar.
Estar ahí, escuchando al resto y exponiendo mi realidad quebrado en el alma y en el cuerpo, dándome cuenta de que mi vida ideal no era tan así, viviendo no sé si equivocado, pero si desenfocado… fueron mis primeros signos de observación y aceptación.
Muchas personas en el P.A.R.A. con las cuales es casi inevitable no comparar la magnitud de cada problema, donde se empieza a tomar conciencia de la realidad.
Segunda armonización no tan cargada de angustia y pudiendo sentir lo que es confiar y creer.
Me daba cuenta que el día estaba planteado… levantar la persiana y decir: “que día de porquería, está lloviendo o decir que lindo día para comer tortas fritas” … la situación era la misma, la percepción distinta. Así comenzaba a transitar mis primeros días posteriores al para, con mi plan de salud en pleno desarrollo, comenzando con mis primeras meditaciones y visualizaciones todo nuevo, todo estructurado hasta que aprendí a metabolizarlo y a incorporarlo desde lo diario, y así poder transmitir mi cambio, lo que también permitió que los demás cambiaran.
Mirar, sonreír, agradecer, escuchar, celebrar, estar atento, compartir, dar, respirar… tan sencillo y tan pasado por alto…
Llame a mi psicóloga y mi psiquiatra agradeciendo lo aportado y contando mi experiencia les explique lo de mi plan de salud y que por el momento no iba a necesitarlas, lo entendieron y me apoyaron.
Termina mi plan el 30 de diciembre, 90 días a full, que aún no terminan y siguen mis aprendizajes, siento que me traje de la fundación lo mejor para mí, a disposición cada día y que dependerá de mi saber usarlo…
Vuelvo a correr, a entrenar, a trabajar… ahora parece todo en tres dimensiones, como corresponde, buscando la armonía, la sorpresa en lo cotidiano.
Ultimo estudio hace 15 días, los ganglios siguen en reducción, los análisis ok, la enfermedad continua en remisión espontánea y vuelvo a entender: “agradecerle a la enfermedad” … expresión que me parecía tan ridícula y ahora la hago mía…todo cambia, todo se transforma…empiezo a convivir con la sensación de sentirme sano más que curado.
Aprendo en mi consultorio cada día, imaginariamente salto del otro lado del escritorio y me siento en la silla del paciente pudiendo entender de angustia, miedos, incógnitas, imaginación, ansiedad y lágrimas, intentando transmitir y contagiar mi experiencia y a veces tan solo escuchando sin intentar nada…me gustaría aprender más.
Mantengo mi propósito, intentando renovarlo cada día y donde siempre falta más generando ese compromiso de no fallar y donde me dan desde lo afectivo, descubriendo que lo caro es lo que no tiene precio.
No quisiera terminar nunca este testimonio, en estas circunstancias siempre devolver lo recibido debería ser obligatorio.
Permítanme agradecer, sin nombrar a nadie, a quienes ocuparon su lugar en el momento indicado con esa energía especial y en la dosis indicada, a todos lo que ayudaron a cargar mi jeringa para poder auto inyectarme.
Se sigue en carrera, sin línea de llegada, sin medalla que colgarse… con lo lindo e imprevisible que es vivir.
Soy Carlos Araneo, tengo 73 años y llegue a la fundación hace aproximadamente 9 años. A los 57 años luego de una examen de rutina un alto PSA concluye en que tenga que efectuar distintos estudios que en definitiva confirman los datos de los análisis, ardenocarcinoma prostático, PSA 11,7; qué decir del impacto que causo en mi esa noticia, con un pronóstico de vida (sic) de máximo de ocho años, en un momento de mi vida donde uno cree estar en el camino de lograr éxitos en lo profesional, laboral y lo económico, pero así fue.
Hoy jubilado sigo trabajando en el estudio contable que regenteo con alegría y tranquilidad disfrutando del trabajo diario y estando presente en cada momento de forma que el trabajo y sus novedades no atrapen mi atención más allá de lo necesario, es decir, que disfruto de él y que las diversas circunstancias no se adueñen de mis emociones y no impacten en mi biología. Esto que describo no tiene correlato a mi situación antes de llegar a la fundación, halla por fines de 2010.
Fui un profesional y funcionario exitoso, reconocido por el ambiente profesional, con responsabilidades que yo buscaba asumir para querer satisfacer aún más el ego, de ser adulado por compañeros, amigos y familia que me tenía como centro de la misma y que me mostraba ante los demás como exitoso en lo económico y profesional, que si lo tuve y que generaron un bienestar a mi familia, a ello debo sumar actividad deportivas intensas y competitivas tenis, carreras en bici mountanbike, regularidad en autos de carrera, todas en forma intensa.
Todo esto que describo fue acercándome sin darme cuenta a un estrés permanente donde creía que estas forma de vivir era el motor de la vida; si no decidía sobre un tema en el curso del día, este no estaba completo, y permanecía insatisfecho, con una sensación, que hoy comprendo, el ego no estaba satisfecho. Nunca reparé en el impacto que estas situaciones traerían a mi cuerpo que estaba en un estado de ansiedad permanente.
Todo esto me mantenía en un estado de irritabilidad constante, era como menos una persona intratable pero exitosa, así que un día en que estaba totalmente desbordado por el estrés, una persona del estudio me acerco el Libro de Stella, lo agradecí, pero lo deje sobre el escritorio unos días y a la semana leí las dos primeras páginas, lo cerré y permaneció allí durante al menos dos meses, consecuencia, lo devolví sin leer, pasan cuatro o cinco meses, tengo que viajar al sur a suscribir una escritura, un viaje de ida y vuelta en dos días en micro, que seguramente sería largo, así que solicité a la empleada si podía traerme nuevamente el libro de Stella, me lo tragué, lo leí y lo releí en el viaje y a mi regreso decidí ir a la fundación, y así fue, después de varias cavilaciones con la que en ese momento era mi esposa.
Qué decir de la fundación, el lugar donde comencé una nueva vida, después de tres seminarios, de los cuales uno me acompañó la persona de la que me separé, decidí concurrir y transitar por el PARA, fue tomar conciencia de mi estado de ansiedad y estrés, de mi sensibilidad e insatisfacción con todo lo que me rodeaba, percibí que siempre quería más sin saber porqué.
El PARA concluyó con un plan de salud a cumplir por tres meses, y así fue, a rajatabla, recuerdo haberme reunido con el personal y exponer mi situación y que necesitaba parte del día para meditar y repetir intensamente los pensamientos saludables, cerraba la puerta del despacho y nadie aparecía por un buen rato, cuánto agradecer a todos ellos jajajajajj, parecía un loquito, no entendían nada pero aceptaban. También se repetía en el hogar donde gran parte del tiempo disponible lo ocupaba en cumplir el plan de salud. Lentamente se fueron dando importantes cambios en mi estado de ansiedad y estrés, estaba cambiando mis redes neuronales y las tumbas creadas a través del tiempo, lentamente dejar de estar atento al pasado y sus consecuencias como lo que el futuro me depararía, aprendí que sólo el presente y este instante es la vida, que no volvería a repetirse, así aprendí a ser consiente de ese único instante, lo que me trajo mucha paz. Comprendí que ser una persona íntegra es decir y sentir siempre la verdad a pesar que ella sea dolorosa, con empatía y cuidado de otras personas.
El círculo de amigos y familia tambaleaba con todas estas novedades, no lo podían creer y aceptar, yo tampoco, pero así fue; muchas de ellas forman hoy el círculo de amistades con las cuales disfruto su amistad y sentimientos.
Hoy estoy divorciado habiendo dejado todos los bienes materiales y dinerarios, después de un tiempo fueron donados a mis hijos, no siendo en vida usufructuario de los mismos. Vivo en paz, lejos de los bienes materiales pero muy muy cerca de mí, descubrí el dar, el abrazo, la mirada, el acompañar, la emoción, los sentidos, la observación de la naturaleza, estar atento a mí, a mis sensaciones, aprendí también que lo que es, es; a aceptar y resignificar, me di cuenta de la tarea pendiente, cantar, y lo hago con lo que hay, lleno de alegría y una sensación de felicidad del dar, si del dar, solo un instante una mirada, de un suspiro un semblante de paz de quien escucha me llena de felicidad.
Bueno que más decir sigo mi tratamiento, tengo metástasis según los estudios, no tengo idea por donde circula estas cosas pero bueno, estoy controlado médicamente, sigo concurriendo a la fundación donde siempre encuentro la vibración de mis compañeros y de Stella recreando ese instante de vida que fluye y que vibra en mi interior.
Agradezco todo lo sucedido, absolutamente todo, y sobre todo a la enfermedad que me concedió la posibilidad de vivir total e íntegramente. Seguiré este camino hasta la partida, y al menos que la energía restante que perdure, sea positiva y aporte a un mundo mejor con más conciencia, empatía, humildad y paz.
Mi nombre es María, llegue a la Fundación a través de 2 amigas, ambas llamadas Verónica. Una me había invitado a la presentación del Seminario de Stella, yo no estaba muy convencida; y la otra que vive en CABA, tuvo dos encuentros en el colectivo con una señora desconocida que charlando le contó que una amiga había estado el año anterior muy enferma, que había ido a un lugar que le hizo muy bien y quedaba en Luis Guillon, mi amiga se sorprendió y me lo contó inmediatamente ya que es donde yo vivo. Y decidí venir a conocer el lugar. En diciembre de 2018 Stella asistí a una conferencia de Stella Maris junto a la primer Verónica. Un lugar maravilloso, el hermoso parque, la energía que sentí atravesándolo, el encuentro con Stella dándonos la bienvenida camino al salón, la calidez con la que nos recibieron, la charla de Stella, todo me hizo sentir que era lo que necesitaba y estaba buscando (trabajar conmigo, en mi interior, con mis emociones negativas, que eran muchas). Venia de pasar 5 años muy duros ocupándome de mi mama enferma de Alzheimer; en junio la había internado por lo avanzado de la enfermedad. Pocos meses después me diagnosticaron cáncer de mama; cuando lo supe me impactó pero no me asusté mucho porque diez años antes había transitado la enfermedad, había hecho todos los tratamientos y había estado muy bien; avanzando con los estudios me informaron que tenía metástasis en hígado y en ambos pulmones. Fue terrible… una sentencia de muerte… (aunque nunca me lo presentaron así, yo lo sentía así). Me enoje mucho con la vida, con Dios. ¿Porque me castigaban? había hecho todo bien, había cuidado a mi mama, no entendía… Hoy ya no pregunto “porque”, sino “para qué” volvió el cáncer. En septiembre comencé con quimioterapia, en diciembre terminé con las aplicaciones indicadas. No sabía bien qué hacer, no quería seguir con el mismo estilo de vida, me había jubilado en 2013 después de trabajar 34 años en la docencia, además siempre había tenido alumnos particulares. Me gustaba y me gusta mucho enseñar pero decidí dejar todo e iniciar un nuevo camino: ocuparme de mí, de recuperar mi vida y mi salud. El mismo día que vine a la conferencia de Stella me inscribí en el Seminario y a fines de enero de 2019 hice el PARA. Fue muy movilizante, pero salí convencida que tenía que trabajar mucho en mi Plan de Salud y que todo iba a estar bien. Durante los 3 meses me dedique a hacer todo lo indicado, hoy sigo haciéndolo porque el plan de salud forma parte de mi vida cotidiana. Estoy mejor, los estudios muestran que algunos tumores desaparecieron y los otros son pequeños, sigo con mi tratamiento con anticuerpos, los enojos y los rencores se fueron diluyendo, estoy aprendiendo a escuchar, a considerar las opiniones de los demás, a ser más tolerante y menos severa y critica conmigo y con los otros, a no discutir queriendo imponer mis ideas, dejar de creer que nadie podía hacer las cosas mejor que yo, empecé a sanar algunos vínculos, fundamentalmente EMPECE A SENTIR PAZ DENTRO DE MI. Hoy miro para atrás y me cuesta identificarme con la persona que era, aprendí mucho pero tengo mucho que aprender todavía y estoy dispuesta a seguir por este camino. Todos los días agradezco cuando me despierto y cuando me acuesto todo lo que la vida me ofrece, que puedo ser feliz a pesar del cáncer y de las metástasis ( me ocupo pero no me impiden disfrutar de mi presente) No trato de organizar y controlar todo, VIVO AHORA, DISFRUTO AHORA Y SIGO AGRADECIENDO A DIOS, A LA VIDA, A MI MARIDO, A MIS HIJOS, A MIS AMIGOS QUE ESTUVIERON SIEMPRE Y A TODAS LAS PERSONAS CON LA QUE COMPARTO A DIARIO LAS ACTIVIDADES DE LA FUNDACION Y MUY ESPECIALMENTE A STELLA QUE ME FUE ORIENTANDO POR ESE CAMINO.
Soy Miriam Cristina Conti, para empezar les cuento que tres de las cuatros familias de las que desciendo son italianas (si, sangre fuerte, dramática, rencorosa, vengativa, gritona, apasionada) para completar, la cuarta línea es vasca (si, terca, dura, sin punto medio, que va al todo o nada, que se quiebra pero no se dobla).
Según con quien me relacione, me dicen Negui, me dicen Tota, me dicen Goya. Cada sobrenombre esconde una historia, cierta, profunda.
Tengo 50 años, nací el 22 de julio de 1969, sí, soy de cáncer ;)) (dramaticos, apasionados, sincericidas, familiares).
Soy madre de una hija, de 26 años. La amo.
Soy Lic. en Trabajo Social. Amo mi profesión. Fui una total obsesiva del trabajo (bueno, también de varias otras cosas).
En diciembre del 2017 hice el PARA, creo N°151, porque meses antes me diagnosticaron cáncer…
Cáncer… CANCER!!! Tengo un linfoma de linfocitos pequeños…o leucemia linfática crónica (en el laboratorio perdieron mi muestra de medula ósea y el diagnostico quedo ahí, a medias).
Cualquiera sea el nombre, el cuadro es de control cada 3/6 meses; es leve, de muy baja agresividad, por ahora sin tratamiento.
Cuando yo escuche en el consultorio de mi médico el nombre de lo que tenía: “CANCER”, casi enloquezco. Creí que me quedaban 3 meses de vida, creí que también lo tenía en los pulmones (fumé desde los 12 años de edad…hasta ese día). Literalmente lloré a gritos. Literalmente conecté con la idea, sensación, realidad de la muerte…podría decir que en ese tiempo yo, que toooda mi vida tuve terror de la muerte, le vi la cara…esa época fue desesperante!!!
Por recomendación de una amiga, que también tenía cáncer, conecté con la Fundación Salud. Y ahí apareció Stella Maris junto a los integrantes de su equipo. Allí fui desesperada por el diagnóstico (y
el auto-pronóstico). Pero también, y a la vez, fui buscando algo que ya hacia un tiempo yo intuía, sentía; algo que necesitaba, pedía hace años…algo que no sé cómo definir pero que fue apareciendo en mi vida, desde adentro mío: o una necesidad de transformación de vida; o un deseo de aprender a vivir, de entrar en el camino; o un hartazgo del sufrimiento, del horror, de la oscuridad que me habitaba desde que tengo
memoria; o un no doy más, por favor, basta ya!!; o un ahora también me toca a mí; o un yo puedo hacerlo, pude tanto tanto tanto antes; o un yo me merezco lo bueno, lo sano, lo dulce, lo cierto, lo suave, lo lindo.
Explico….en mayo de 2015, en terapia, surgido desde las entrañas, sin pasar antes por la cabeza, apareció la raíz del sufrimiento eterno de mi vida. Sin siquiera pensarlo denuncié lo que sería un abuso sexual infantil a muy muy temprana edad (no tengo casi ningún recuerdo hasta
aproximadamente los 8 años de edad). Meses después, hurgando como una loca en la familia, LA FAMIGLIA, aparecen otros relatos de incesto y abusos.
Desde ese episodio de “descubrimiento”, y con mucho trabajo hecho, mucho camino andado, mucho mucho proceso personal, no volví a sufrir ataques de pánico, ni fobias, ni depresión, las que habían sido compañeras casi permanentes de mi vida.
Cuando llegué al PARA dije que me quería curar el cáncer del cuerpo, sí, eso deseaba, pero que primero necesitaba curarme el CANCER DEL ALMA. Porque yo, literalmente toda mi vida tuve cáncer en el alma y hasta que pude verlo, mirarlo, enfrentarlo, afrontarlo, atravesarlo, recién ahí pude sanarlo. Sí, yo me sané el alma. De un dolor sin fin. De una oscuridad que llegó a abarcar todo. Del horror más asqueroso que te pueda ocurrir.
Yo venía dando pasos, a tientas y a ciegas, en este sentido, pero llegar a Stella Maris y su PARA fue como hacer una MAESTRIA DE SANACION.
Me dieron HERRAMIENTAS, MUCHAS, LINDAS, SIMPLES, POSIBLES.Me dieron FUNDAMENTOS, MUCHOS, BUENOS, CIERTOS.
Me dieron FUERZAS, o me hicieron ver hacia adentro y descubrir el potencial sanador que había y hay en mí; me hicieron sentir que era posible.
Me ayudaron a dar pasos y pasos y pasos, hasta verme en el camino de la VIDA, andando, haciéndole caso a mi corazón, que si bien algo ya intuía o había visto en mí, luego del PARA pude ponerlo en práctica a diario.
Hoy yo escucho y le hago caso a mi voz interior, que soy yo y que a su vez es algo muy superior a mí.
Con las meditaciones que me dieron en el Plan de Salud hice un camino hacia adentro altamente sanador. Desde ahí, conecte con taaantas cosas, descubrí taaantas otras!!
Yo puedo decir que atravesé el infierno.
Yo puedo decir que el invierno se terminó.
Y que yo estoy viva. VIVA en cuerpo, en mente, en alma. Yo, que estuve muerta la mayor parte del tiempo en mi vida, hoy siento, sé, que estoy VIVA.
Hago cagadas, vuelvo a cometer algunos errores, me quedo dormida, me pierdo en la nebulosa, me olvido de mí…pero vuelvo a salir…cada vez más rápido, cada vez más entera, cada vez más decidida.
El cáncer del cuerpo vino para marcarme un límite, un punto final al dolor, un basta al horror. El cáncer del cuerpo vino a invitarme al cambio de dirección ya, sin más excusas, sin dilataciones. El cáncer del cuerpo me vino a enseñar que la VIDA no es solamente estar vivo. Paradójico no? El cáncer del cuerpo vino a sumarme a la Vida.
Hoy, el cáncer del cuerpo está ahí, presente, como un alerta, un semáforo que me indica cuando pausar, cuando parar.
Este año decidí comenzar a trabajar en mí, en mi interior, para ir esta vez, de manera muy decidida y consciente por la sanación del cuerpo.
Hoy, yo, no le tengo terror a la muerte, cuando llegue nomás ha de ser…total, ya aprendí a flotar, quizás solo sea dar un salto hacia algo a su vez superior…quizás. Mientras tanto, tengo este día, esta vida, que ahora si es mía (no más de quien me la robó), que tiene mil millones de colores y hasta el infinito…que tiene mil millones de sonidos y hasta el infinito…que tiene mil millones de sabores y hasta el infinito….que tiene mil millones de olores y hasta el infinito…..que tiene mil millones de texturas y hasta el infinito.
Hoy yo elijo. A veces pierdo, a veces gano, pero siento que siempre aprendo.
Hoy yo decido. La vida es mía. Vivo consciente, o eso intento.
Hoy miro y admiro las estrellas. La naturaleza toda es una maestra de vida. La Magia de la Vida hizo carne en mí.
Hoy intento conectar desde el corazón. No siempre lo logro. Pero muchas veces sí.
Hoy procuro dar y recibir amor. No siempre me sale bien. Pero cada vez más y mejor.
Estoy en la VIDA.
Voy dando pasos.
Tengo 50 años y siento que recién empecé a vivir…estoy de estreno en la VIDA!
Soy una elegida del AMOR
Soy una agradecida.
Stella Maris y compañía, GRACIAS!!
P/D: Que todo lo sano, bueno, dulce, lindo, generoso, suave,
cálido y amoroso de la VIDA los abrace siempre.
Que la Luz más brillante, del AMOR más puro viva en ustedes,
alimentándolos para que puedan seguir sembrando VIDA.
Mi nombre es Mariela Pavoni, tengo 48 años, soy de Río Negro. Estoy viviendo en Capital desde el 21/03/2019, aquí viven mis dos hijos, que están estudiando en la universidad desde hace 3 años. Vine con mi esposo en busca de un tratamiento para mi enfermedad y nos contaron de la Fundación Salud. Dos meses antes de venir me trataban por una neuralgia de trigémino, hasta que vine a Capital y me dieron el diagnóstico real, Leiomiosarcoma en mediastino, hombros, fémur maxilar
inferior y nódulos en ambos pulmones.
Mi esposo comenzó a investigar todo a cerca de la Fundación, se vió todos los videos de Stella Maris en Internet, compró los libros y me llevo hacer el PARA Nº 162. EL día Domingo fui con el y mis dos hijos a la Fundación, y cuando vi a todas esas personas, parecía que todas estaban peor que yo, las historias que escuche en mi vida pensé oirlas; historias tristes, terribles e increíbles……yo mudita, primero porque no me gusta hablar en publico y segundo, me parecía que cualquier cosa que diga iba a parecer una pavada comparada con todas esas historias de vida.
Cuando Stella Maris comenzó a hablar fue automáticamente un bálsamo para mis oídos, desde el primer momento hasta hoy y siempre va a ser así!!! cada palabra, cada explicación de las emociones, de como repercuten en el cuerpo; en ese mismo momento sentía como abría mi cabeza, ahí comencé a entender por que me había enfermado…
Me di cuenta, que mi vida era muy triste, que no me valoraba nada, que vivía complaciendo a todos mis seres queridos y amados. Y nunca me había permitido afrontar ningún conflicto y si pasaba algo lo guardaba, no expresaba mis emociones, guardaba cosas para que otros no sufran.
El PARA para mi fue la salvación, estaba llena de dolores, ya se me había caído el pelo, me sentía muy mal, escuchaba la voz de Stella y no me podía dormir ni dejar de prestar atención a todo lo que decía, no podía creer soportar tantas horas en ese sillón. Les cuento que tomaba 8 medicamentos durante el día y cuando termine el día Jueves, ya no tomaba mas pastillas. Me había hecho un lavado de cabeza importante Stellita!!!!
Con las respiraciones conscientes mas las meditaciones y bailes de 15 minutos…..con esas pocas herramientas, ya me sentía contenta y sin dolor, no me van a decir que la cabeza no nos domina..un poquito…bastante!!!
Y lo mas importante es que, todo esto no lo habría podido transitar sin el apoyo total de mi esposo e hijos. Ellos me ayudaron y ayudan a realizar cada una de las tareas, porque sin la familia, amigos o personas que se ocupen de nosotros es mas difícil todo. Yo me siento amada en la Fundación y en mi casa, eso sana mas rápido todo!!!
No solo cambio mi calidad de vida el PARA, sino que los resultados de mis estudios siempre dieron bien, el primer control tuve remisión espontanea en mis hombros y fémur, se redujo el tumor del maxilar, mediastino y los nódulos de los pulmones algunos desaparecieron y otros se achicaron.
Hoy llevo 10 meses de tratamiento y siguen desapareciendo los tumores de mi cuerpo.
Hice un descanso en el mes de Enero y cuando retome el tratamiento, hice una regresión, me costo unos días reponerme; pero comencé nuevamente con las meditaciones, a releer los libros de Stella Maris y ya estoy en carrera nuevamente. Seguir con los talleres de la Fundación es muy importante, te ayuda a mantener firme, seguro y contenido por sobre todo!!!
Lo que les quiero decir, es que hagan lo que Stella Maris y su equipo les diga. Eso es lo único que los puede ayudar de verdad!!! Crean en todo lo que les dicen, es real! no se dejen dominar por sus cabezas; déjense AMAR y MIMAR por Stella y por todos esos seres increíbles, vestidos de «Blanco», son seres de LUZ. Nunca imagine
encontrar estas personas con tanta pasión y dedicación a su trabajo, a
su vida, a la Fundación Salud.
Gracias Stella Maris a vos y a todo tu equipo, les mando todo mi amor y oraciones, que son por y para la Fundación, para todos los que la integran y pasan por allí.
Hasta siempre
Mariela
Mis aprendizajes
Llegué a la Fundación por unos amigos que, al enterarse de mi diagnóstico de cáncer de mama, insistían en que la conociera. No les resultó nada fácil. Me imaginaba un centro de ayuda donde me iban a sentar en círculo e iba a tener que levantar la mano cada vez que alguien dijera “Yo tengo cáncer”. Cuando finalmente accedí, me sentí sucia. Sentí que mi enfermedad me había ensuciado. Y no entendía muy bien POR QUÉ. Claro que en ese momento, no se me ocurrió preguntarme PARA QUË me sentía de esa manera. (Mi primera lección dentro de la Fundación).
Conocí el Shanti, canté, bailé, me reí, abracé a tanta gente desconocida como nunca lo había hecho. Conocí a Stella y terminé participando en mi PARA, recién peladita por motivación propia después que Stella me dijera…”no dejes que la enfermedad te quite el pelo, mostrale VOS tu iluminación…” En una entrevista previa con ella le había contado que años atrás había visitado un campamento Budista y me había llamado mucho la atención una chica, con su cabeza calva y me pregunté qué la habría llevado a quitarse todo el pelo. Me dije que algún día me iba a pelar, quería pasar x la experiencia de saber SER sin tanto adorno. (Acá va mi segundo aprendizaje, para qué necesito manifestarme con una enfermedad para alcanzar mi evolución?).
En el PARA me conmoví, lloré, me emocioné, vibré y logré casi sin esfuerzo sentir estar en los zapatos de cada uno de mis compañeros con sus historias de vida. Pero vaya contradicción: lo que más me costó fue tener que participar como personaje principal ante mi familia. Todavía recuerdo la sensación incómoda cuando me dijeron: “tu familia se queda y participa detrás de tu sillón. (Otra lección más, ser la importante delante de mi familia; no tenía la menor idea de cómo se podía vivir semejante situación)
Viví mi primer Armonización, recuerdo haber llorado tanto, cuando crucé todo el parque, descalza, para llegar al salón. Cada paso que di, era un paso concsiente, de simplemente dar ese paso; así lo sentí. (Otra joyita que aprendí).
Y así seguí y así sigo, entre seminario y seminario, aprendiendo, trabajando, buscándome, ayudando, ayudándome, acompañando a mis amigos, a mi familia, mis seres queridos y formando parte de esta gran familia de la Fundación Salud. Donde los abrazos son un verdadero regalo, donde no hace falta conocer ni preguntar nada, donde ESTAR es más que suficiente y SER es todo un desafío. (Otra gran enseñanza).
En mis 8 años que llevo en la Fundación, viví, crecí, me separeé acompañé despedidas, me ilusioné con las bienvenidas, encontré al gran amor de mi vida, me desconcerté muchas veces, sané heridas, acompañé a mis viejos en su proceso de sanación (toda una bendición tenerlos y estar con ellos). Y por sobre todo, aprendí la lección que a mí más me gusta: Vivir en Impermanencia y gozar con la incertidumbre; poniendo las mejores intenciones (que por suerte son muchas), disfrutando del proceso y soltando los resultados con la seguridad de que lo que termina sucediendo es lo mejor para mí en ese momento. Me guste o no. Solo es cuestión de esperar, observar y aprender.
Y ahora, que ya me enfrenté a tantos desafíos, aprendí, me peleé, caminé, retrocedí y volví a andar; solo me queda una única cosita Dar Amor y Ser Feliz.
Roxana Martínez
Luchar o resignificar?
Cuando comencé a transitar la 1ra. experiencia del cáncer, lo primero que dije ante la confirmación de la enfermedad fue: “vamos a darle pelea” y después me deshice en llanto… y así fui transitando este primer episodio: luchar contra el cáncer… y sí, me curé y todo siguió igual hasta que 10 años después se presentó el segundo episodio, más agresivo, más invasivo, con más sensación a final que a otra cosa… eso sí, tremendo sacudón hizo mover todo adentro!!! y pensé: mientras siga respirando, seguiré teniendo esperanzas e hice de mis proyectos postergados y de mi voluntad de querer estar un rato más sobre esta tierra acompañando a mi hijo de 5 años: mis motores para transitar lo que venía y salir triunfante… y en esta elección, supe que tenía que trabajar mucho en mí, ya que, si mi forma de sentir, pensar, comunicarme y actuar, mis hábitos, creencias y rutinas habían generado esto en el cuerpo que habito, entonces tenía que descartar, reparar y limpiar lo que fuera necesario… no sabía qué era lo que tenía que hacer, pero sí tenía claro que no quería estar más enojada, ni a la defensiva, ni estresada, quería poder librarme de la rabia, el odio, los celos y la ansiedad que me devastaban…pedí encontrar el camino indicado y el Universo conspiró a mi favor, créanme que así fue… la primera vez que entré a Fundación Salud fue para hacer el PARA, yo vivo a 2.000 km de distancia, así que no fue sino para hacer este programa que llegué a donde comencé la resignificación de mi existencia. Hasta ese momento tenía la creencia de que la vida era:
luchar: por algo, por alguien, en contra de lo que nos hace daño, en contra de lo que no nos gusta o no estamos de acuerdo, contra la enfermedad,
pelear: por lo que quiero, por lo que no quiero,
indignarme, criticar y juzgar para dar la imagen de adulta responsable e involucrada con la realidad personal, familiar, nacional y mundial,
correr todo el tiempo para atender a mi familia, a mis amigos, a mi casa, a mi trabajo, para resolver los inconvenientes laborales y económicos… y todo a la perfección y fríamente controlado, obvio!!!
En fin, era la personificación de la guerrera hecha y derecha, lo que todos esperaban de mí y que yo les dí… pero lo que no quería ser más y no sabía cómo salir de la trampa que yo misma me creé.
Así fue que me pasé los 5 días del PARA llorando sin parar… vino Stella y me mostró cuál era el camino saludable… y yo que iba a contramano…
Lo primero que me planteé fue cambiar la lucha por la resignificación… comprendí que lucha era sinónimo de combate, violencia y pelea, ese estado mental no me había resultado… estar discutiendo, criticando, desconfiando, con temor, victimizándome, manipulando, aceptando el mundo desde mi filtro mental como única e indiscutida verdad sólo me hizo tocar fondo… y de pronto la palabra sanadora: RESIGNIFICAR, empezó a iluminar un camino completamente distinto… así fue que, a través del plan de salud, tomé las nuevas riendas de mi vida, mi punto de partida fue la zona de confort y el destino: la incertidumbre y la impermanencia; y en este transitar, yo soy la responsable de cuán bonito y entretenido quiero que sea mi viaje, usando las herramientas que me dio Stella… así que les cuento cómo es mi vida hoy:
primero que todo, me planteo qué actitud tomo para que mi día sea iluminado: agradezco absolutamente todo, alimento mi paz interior a través de la meditación y la respiración consciente y trato de mantener una sonrisa en mi rostro todo el tiempo que pueda;
cómo elijo transitarlo: tengo un propósito desinteresado, evito hacer críticas y juicios, escucho mi cuerpo, me priorizo, veo siempre el lado positivo, me alejo de personas, situaciones y noticias tóxicas, acepto, dejo fluir y dejo de aferrarme a los resultados, siempre busco un motivo para reír;
para que mi día no sea desperdiciado: mantengo mi ser integral (cuerpo, mente y espíritu) en el presente, algo muy laborioso, pero reconfortante al momento de lograrlo;
Además, mi plan de salud (el cual tiene muchísimas actividades) pasó a ser mi plan de vida, hoy entiendo y experimento lo que es Resignificar la vida… gracias a la experiencia de la enfermedad entiendo que la vida no es lo que creía, lo que aprendí y lo que viví durante 40 años, la vida es el regalo más bello y divino que pueda existir y honrarlo es mi prioridad.
Hoy, después de 4 años del 2do. Episodio de cáncer, puedo decirles que además de estar curada, estoy sanada…
Para empezar a escribir mi historia lo primero que quiero hacer es agradecer, al doctor y compañero de este camino evolutivo Fernando Bugallo, fue quien insistió y me alentó a ir a la fundación, Mariel Iwachow mi Psicóloga, y principalmente a Stella Maris Maruso directora de la fundación, maestra y guía que consideró que mi historia merecía ser contada.
Tres años después mi historia resignificada lo merece. Empezaré por el principio.
En noviembre de 2011 llegué al hospital Británico con una constipación que llevaba 25 días, no podía hacer caca hacía casi un mes. Y lo voy a contar con palabras simples y cotidianas porque lejos de ser tan específica, quisiera transmitir en este relato, que en la simpleza de la vida, en un acto tan cotidiano que no valoramos nunca en general los seres humanos, está la simpleza y a la vez la complejidad de las cosas y de la vida.
Después de varios días, dieron con el diagnóstico: CANCER DE COLÓN GRADO IV, ésta era una de las noticias más duras que había recibido en mi vida.
Un diagnóstico demoledor y un pronóstico complejo, delicado, desesperanzador. Me sentía desolada, abrumada y dolida.
Pasé casi tres años haciendo quimioterapias agresivas, tuve dos cirugías importantes, cambios en el cuerpo, efectos colaterales del tratamiento.
En septiembre de 2014 mi cuerpo manifestó algunas lesiones tumorales en los pulmones, había aparecido una nueva metástasis, el cuerpo otra vez me pedía ayuda era la tercera recidiva.
Fernando Bugallo había “salvado mi vida” en aquella primer cirugía tan compleja y esta segunda vez “salvaba mi alma”, y le estaré agradecida por siempre.
Aprendí a “salvarme” yo de mí misma, de mi mente y de mi ego, de mis creencias, del estilo de vida que hasta ese momento llevaba. La medicina tradicional ofrece pronósticos demoledores en un caso como el mío. Experimente el dolor, físico, espiritual y emocional.
Al llegar a la fundación en octubre de 2014, comprendí que el compromiso y potencial que tenemos lxs pacientes puede marcar a diferencia en este camino.
Recuerdo llegar un miércoles y armonizarme, sin entender nada, inmersa en una tristeza, enojada con este cáncer que parecía que me iba a joder la vida siempre.
Entré al salón, todos bailaban, no había impedimento para disfrutar de lo que estaba pasando como si fuera un cumpleaños de 15, pero sin quinceañera. O todos eran la quinceañera. La angustia que sentía era un torbellino en mi panza y en mi pecho, no encontraba motivo para bailar, hasta que Nieves, conecto con mi alma y parecía comprender mi dolor. Me animé a bailar pero no podía dejar de llorar. Nunca hubiera imaginado el hermoso camino que se abría ante mi vida en ese momento.
Llegó el PARA, semana imborrable, podría afirmar que fue el inicio para reconstruir mi vida, dejar de preguntar por qué, y entender el para qué, y que tenía que descubrirlo.
Abrace una incertidumbre casi como un refugio. Empecé a sanar mi alma, mi cuerpo, todo mi ser. Stella me dijo tomando mis manos:
-Que la medicina no pueda lograrlo, no quiere decir que VOS no puedas. Lo vas a lograr.
Jamás olvidé sus palabras.
Conocerme a mí misma fue el gran desafío, parecía imposible , en medio del tránsito de un cáncer, sin embargo hoy puedo afirmar, con integridad y conciencia que la enfermedad vino a rescatarme, a despertar mi conciencia, a abrir los ojos de mi alma, a saber que soy mucho más que la enfermedad, quizás con un costo altísimo, pero necesario.
Haber llegado a la fundación en un estado de inconsciencia total, fue el primer paso de muchos que vengo dando desde aquel miércoles de octubre.
Aprender a educar la mente, entrenarla, implementar hábitos nuevos, aprender a disfrutar de cosas que hasta el momento era para mí una pérdida de tiempo, y en realidad lo único que había perdido era mi salud.
Me atreví a desandar un camino nuevo, desconocido, pero maravilloso. Me abracé al plan de salud, lo trabajé.
Fui descubriéndome de a poco y por primera vez en mi vida pude amarme, aceptar, resignificar y agradecer, lo que soy hoy con todo lo que la vida trajo.
Había llevado hasta entonces una vida de servicio, dedicada a los otros, sin reparar jamás en lo que yo y mi cuerpo necesitaban, creía que porque me gustaba y me nacía de corazón era lo más importante.
Sin embargo y Más allá de las vidas que encontré en esos años, me había perdido la mía, la entrega con la que lo hacía me quitó entre otras cosas la salud. Algunas angustias, dolores y pérdidas que ya había experimentado mi cuerpo, hizo que el punto extremo fuera la enfermedad. Entendí entonces que ningún cuerpo “safa” del dolor y que lo que no cambiamos por conciencia, lo hacemos por dolor. Y es así como este se convierte en el gran maestro de la vida, que nos impulsa a despertar.
Todo lo que me rodea empezó a evolucionar conmigo, como la relación con mi doctora oncóloga, con un mundo atravesado por la medicina convencional, ella entendió mis sentires, la aceptación de mi proceso personal con las herramientas de la fundación, respetándolo y escuchándome. Esto hizo que nuestra relación tomara fuerza, empatía y que muchas veces de un simple consultorio o charla termináramos las dos emocionadas de entender y atender la humanidad de cada una, y esto lo agradezco todos los días.
Haber aprendido a metabolizar mecanismos interiores y propios marcó la diferencia para mi recuperación, mi sanación. Sanar mi alma y así ayudar al cuerpo empezó a dar sus frutos, con resultados médicos alentadores y otros no, pero jamás me detuve y esto es lo que pude poner en palabras con la doctora y esto fortaleció nuestra relación. Entender que soy protagonista absoluta de mi cuerpo, la experiencia de la enfermedad y evolución de este camino hermoso que transito. Convertir lo ordinario en extraordinario es sanador.
Si me pienso tres años atrás, parafraseo con Neruda “ yo la de antes ya no soy la misma”. Todo aquello con lo que me sentía totalmente identificada y pensaba que jamás dejaría, es lo que hoy ya no necesito.
Durante 20 años dediqué mi vida a la militancia, a la crianza de mis hijas, a ser amiga, hija , esposa y compañera, pero tenía una incapacidad enorme de ser yo y de expresar mis emociones y sentimientos.
Reconocer esto, me liberó para enfrentar lo necesario para avanzar y sanar.
Definitivamente crecí, espiritualmente, emocionalmente e íntegramente. Hoy puedo decir si cuando lo deseo y no cuando es no. La armonía y coherencia entre mi cuerpo y mi mente hoy es mi premisa.
Decir que le agradezco a la enfermedad por la evolución que trajo a mi vida parece una locura, sin embargo fue este dolor el que despertó mi conciencia.
Hoy siento, pienso, imagino, digo y elijo en armonía con mi ser. Disfrutar del mar, el sol, la música y el aire y que la piel se erice al sentirlo y ser consciente de eso, es emocionante. Paso a paso con mi historia voy resignificando la vida, vivo en el hoy, libre de todo el pasado, una vida de resiliencia absoluta. Cambié mi percepción, lo intrínseco del cuerpo y la mente, nadie nos enseña a enfrentar adversidades, sin embargo hoy sé que pude cambiarle el rumbo a la enfermedad.
Dejé atrás, apegos, creencias, relaciones tóxicas, aprendí a pedir lo que necesito, solté el control, ego, silencios y sufrimientos escondidos. Re signifiqué mi amor familiar, aprendimos a afectarnos mejor. Ya no me detiene ningún resultado. SOY mucho más que eso, SOMOS.
Solo importa el hoy. Hacer hasta donde el cuerpo esté a salvo, porque es mi responsabilidad, a escucharlo.
Cuando entendemos esto, nada nos distrae. Paso a paso, viviendo el hoy porque sabemos que no hay mañana.
Aprender a vivir, fue la mayor bendición que encontré en la fundación, que hoy es mi lugar en el mundo.
El día que llegué a la fundación por sugerencia de mi “Ángel”, el Dr. Fernando Bugallo, al atravesar el portón supe que, una vez más, Dios tenía abiertas para mí las puertas hacia una nueva vida.
En los últimos años, después de las múltiples tormentas que oscurecieron mi cielo azul, pensé que ya estaba fuerte para superar todo aquello que me sucediera.
No fue así!
Esta segunda oportunidad en que el cáncer volvió a golpear mi puerta sentí que mi cielo se oscurecía definitivamente y que, ni el viento más fuerte y potente podría llevarse este horrible nubarrón. Pero llegó mi primer ángel al Hospital Británico y me entregó un “papelito mágico” que decía: www.fundacionsalud.org.ar
Pocos días después conocí a mi ángel de las Gotitas Doradas: Stella Maris. Fue la tarde de su Conferencia en la fundación.
En sus palabras supe que Dios estaba dándome la oportunidad de recorrer esta etapa de mi vida de una manera diferente.
Unas semanas más tarde llegue a la fundación para hacer el P.A.R.A. y di mis primeros pasos por ese caminito “mágico” que, entre hermosos rosales, me llevo a encontrarme con personas muy especiales, tan blancas por fuera como la ropa que vestían, tan cálidas por dentro como el abrazo que me daban.
Mis pensamientos y mis deseos se aunaban en uno solo: encontrar el camino hacia el “bien morir”.
Ha pasado un año y hoy, mis pensamientos y deseos aúnan en uno solo: expresar mi agradecimiento porque aprendí que: “En la vida hay mucho sufrimiento, dolor y muerte, pero siempre hay un renacer”.
En cada encuentro siento que este es el lugar donde hoy me acompañan a “bien vivir”, donde descubrí que la transición hacia el “bien morir” es un caminito bordado por rosas, que siempre, siempre está iluminado por gotitas de luz.
La Fundación es para mi un pequeño “paraíso de amor” con obreros de blanco que me tienden la mano para que yo disfrute de esta nueva vida en paz y sin miedos: “Encontrar la paz, la tranquilidad y la alegría puede ser el paso más corto o el camino más largo”.
Yo elegí el paso más corto, pero “el paso a paso” y “siempre juntos” porque aquí aprendí que así es mejor.
No puedo dejar de mencionar el Plan de Salud, la guía maravillosa que llamo el “broche de platino” del P.A.R.A.
Cada partecita de este Plan del Hacer y del Ser, hoy forma parte de mis pasos de cada día. Si en algún momento aparece un asomo de pereza para dejar algo de lado; propósito, juego, apoyo social, meditación, risa, baile, nutrición, ¡ducha fría!… “siento” la mirada de mi querida Dorys (mi coach) y las palabras de Stella que van directo al corazón: “Si dejamos de hacer pequeñas cosas esto se convertirá en un permiso sucio que se trasladará a lo importante y así caminaremos, indefectiblemente, hacia la mediocridad”.
Quiero cerrar esto que, inicialmente fue una breve carta que le escribí a Stella, diciendo que hoy sé que si un nubarrón o una tormenta aparecieran en mi cielo azul yo podría abrazar a ambos y, en mi cielo, brillaría, iluminada por “gotitas de luz”, la palabra ACEPTACIÓN y entonces, sentiría, feliz, el cálido abrazo de Stella Maris.
P.A.R.A. 135 – FUNDACION SALUD – JUNIO/2015
Mi humilde historia que ojalá algún día merezca ser contada.
Cuesta encontrar el principio. Intentaré ubicarme en el momento en que comencé a darme cuenta de que algo estaba pasando en mi salud, algo grave. Fue cuando empezaron los ataques de hipertiroidismo y me diagnosticaron la enfermedad de Graves, una autoinmune que afecta la tiroides y todo lo que de esta glándula depende. Lo primero que preguntó el endocrinólogo fue si había tenido recientemente algún impacto emocional muy fuerte. Y acertó: la muerte violenta de una de mis mejores amigas.
A semejante golpe se le sumaba un trabajo estresante, ya por aquel entonces era secretaria penal, primero en un juzgado distante 50 Km. de mi casa y a cargo de un verdadero psicópata que gozaba maltratando a todo el personal y luego en un juzgado con un atraso que puso a su titular al borde del jury. En ambos lugares tengo la sensación de haber dejado jirones de mi cuerpo.
Pero a pesar de todo, yo sentía que amaba mi trabajo, le dedicaba todo mi tiempo, incluidos algunos fines de semana para poner al día demoras que ni siquiera eran mi responsabilidad. Paralelamente, invertía gran parte de mis días en capacitarme y presentarme a rendir extenuantes concursos, hasta que finamente logré lo que creía mi más soñado logro: ser jueza penal.
Mi tan amado trabajo implica un contacto muy íntimo con los peores delitos, con la muerte, con la corrupción. Nada fácil por cierto. Pero dicen que sarna con gusto…
Apenas un año y medio después de haber asumido, casi por casualidad, ya que hice una consulta por una bronquitis, gracias a la intuición de un clínico brillante que ordenó una tomografía, me detectaron un nódulo pulmonar. Veinte días después, el 24 de septiembre de 2009, estaba en el quirófano: lobectomía superior izquierda. El diagnóstico: adenocarcinoma estadificado como T1N0M0.
Según los distintos médicos (cirujano y dos oncólogos, uno de ellos renombrado referente en el país), mi pronóstico era muy bueno y no aconsejaron aplicar ningún otro tratamiento. Pese a todo, algo en mi interior me decía que las cosas no estaban bien, que debía encontrar otra opción para sanarme. En esas noches de insomnio fue que –no me pregunten cómo- di con la página web de la Fundación Salud. Y la propuesta me pareció sumamente interesante. Pero pudo más el “diablito” diciéndome al oído que ya estaba curada, que ya había pasado todo.
Siguieron los rigurosos controles oncológicos, que cumplí al pie de la letra, como corresponde a mi personalidad obsesiva y meticulosa. Dos años después, cuando me disponía a festejar ya que había pasado el periodo más riesgoso, comencé a sentir una molestia en mi brazo izquierdo, en la cara interna del codo. Lo que pareció ser una trombosis, terminó siendo una extrañísima metástasis en partes blandas. Cirugía, quimioterapia, rayos. Tratamientos que hice sin dejar de trabajar. Sí, me hacía los rayos antes del amanecer y partía hacia mi despacho. Y la quimioterapia los viernes, para reponerme durante el fin de semana.
Una segunda biopsia reveló que tanto el de pulmón como su “hijito” eran una combinación de dos tipos de cáncer: adenocarcinoma y carcinoma neuroendocrino. Un tipo de cáncer muy agresivo para el que se recomienda quimioterapia de inmediato.
Apenas si recuerdo que me sentía una bolsa de rabia y de dolor. La reacción de mi esposo, minimizando todo, me enojó muchísimo, tanto que casi terminamos arruinando una pareja de más de treinta años. En esa locura, recordé lo que había leído de la Fundación Salud y sin averiguar mucho más, me inscribí en el PARA más próximo, apenas una semana después de terminar con las sesiones de quimio y de rayos. Paralelamente, mi esposo se iba de mi casa y a mí no me importaba.
Esos cinco días que pasé en la Fundación, en junio de 2012, han quedado grabados no en mi memoria, sino en cada una de mis células. Empecé a escuchar algunas cosas que de algún modo intuía y muchísimas otras que directamente ignoraba, pero que confirmaban mi sospecha: todo lo que pasaba en mi cuerpo, estaba íntimamente conectado con mis emociones. Pero lo verdaderamente revolucionario y esperanzador, es que no sólo daban esa información sino que ¡enseñaban cómo revertir esos procesos tóxicos de nuestra mente!.
Afortunadamente tres de mis cuatro hijos me pudieron acompañar en la Fundación y se comprometieron a ayudarme. ¿Y saben qué? El mismo día que fuimos a buscar el plan, el mayor me dio la mejor de las noticias: ¡iba a ser abuela!. Todo un desafío recuperar la fuerza para poder tener en mis brazos a mi princesa, y lo logré.
Recibí mi plan de salud de manos de Lorena, que fue mi guía y mi luz durante estos tres meses en que cumplí a rajatabla con las indicaciones. No fue fácil, debo confesar. A veces me angustiaba y creía que no iba a poder. Pero seguí adelante. Y ese bienestar que ya había empezado a percibir cuando la escuchaba a Stella, fue creciendo a medida que avanzaba. Creo que uno de los obstáculos más difíciles que debí sortear fueron mis propios prejuicios. Yo, la persona más racional del mundo ¿meditando? Pero a veces el miedo ayuda. Llegué a pensar en algún momento: “y bueno, si todo esto son macanas y charlatanería, lo más grave que puede pasarme es que habré perdido un poco el tiempo, pero al menos lo voy a intentar ¿qué me puede pasar? Tampoco les tengo mucha fe a los tratamientos convencionales, que encima son dolorosos e incómodos y también los soporté”. Y el plan de salud no duele ni es incómodo. Es cuestión de organizarse un poco, de ponerse en primer lugar, como dice Stella y ¡hacerlo!.
Poquito a poco, de modo sutil, fui notando algunas diferencias en mí. Cada vez menos chinchuda, menos irritable, más reposada. Cada vez menos problemas para conciliar el sueño. Más sensible, más abierta a escuchar con el corazón, más perceptiva, más intuitiva. Bueno, alguna amiga dice que estoy más aburrida, porque ya no critico a nadie.
Diciembre de 2012: un estudio PET detectó captación en los ganglios de una axila, muy aumentados de tamaño: ¿otra vez el cáncer? Nuevamente me esperaba el quirófano. No voy a mentir, me asusté. Pero esta vez me sentía más fuerte, más preparada. En la antesala me puse a meditar y me relajé tanto que ¡el cirujano creyó que ya me habían anestesiado!.
Cuando fui a buscar el resultado de la biopsia, la patóloga –a quien no conocía- salió del laboratorio y me dio un abrazo enorme, diciendo “¡dieron negativo!”.
¿Qué pasó? Ya no busco una explicación racional. Cabe aclarar que eran ganglios del lado izquierdo, el mismo donde tuve los dos tumores. Y –para el que no lo sabe-, hay que tener en cuenta que el cáncer “viaja” a través de la sangre o del sistema linfático, pasando por los ganglios.
Y un buen día, nueve meses después -¿como un parto?- estando en mi amado despacho de mi amado Juzgado, empecé a sentir que me ahogaba, que me faltaba el aire. Y empecé a llorar. Creo que salí corriendo hasta el consultorio de mi nuevo oncólogo, Miguel, a quien le pedí por favor que me ayudara porque yo no podía volver a mi trabajo. La angustia no me dejaba casi hablar. Me extendió un certificado con el que pedí la primer licencia, pero luego me derivó a una Psiquiatra, ya que lo que tenía eran síntomas de estrés postraumático. La Psiquiatra me apoyó plenamente en mi decisión.
Una vez más, a dos años de la cirugía del brazo, al borde del festejo, el susto. Otro bulto sospechoso, esta vez en brazo derecho. ¿y ahora qué?Suspendí la escritura de mi relato todo el tiempo que duró la incertidumbre. Pero que no me impidió partir de viaje a celebrar un nuevo aniversario, mientras esperábamos la biopsia.
Ahora retomo, ya absolutamente tranquila, porque lo que extirparon resultó ser un lipoma gigante, sin signos de malignidad. Y aquí estoy, disfrutando de mi nueva vida maravillosa, tratando de recrear mi pareja (nos reconciliamos), paladeando cada minuto de sol, de aire, jugando con mis nietos (ya son dos y esperamos el tercero). Sigo cumpliendo con mi plan de salud que ahora es parte de mi vida, una de las más importantes, ya que no me queda ninguna duda respecto de su eficacia. Mi actual propósito, transmitir esta información a quienes sufren circunstancias similares a las mías.
¿Mi ego? Creo que desapareció. Cuando me preguntan si no extraño mis tiempos de “Su Señoría”, me limito a sonreír. En mi interior, me digo “Mi trabajo no vale mi vida”.
María Laura Sabatier. DNI 12.720.465
Hola… Soy Luis, tengo 29 años y llegue a la fundación después de 8 meses de una operación de Cáncer de colon que luego de un tratamiento fallido hizo una metástasis en el mediastino, el hígado y el estomago… Mi historia es más que simple: estaba enfermo de la vida… me dolía la vida; mis vínculos con las personas cercanas (mi familia) eran lo más nocivo que pudiera alguien tener y a eso hay que sumarle mi personalidad que puedo definir en cuatro palabras, Callado, obsesivo, planificador y retrotraído.
Mi historia tiene dos partes: los milagros de afuera y mi proceso interno:
* Los milagros de afuera
Es verdad que existen los milagros y que Dios y la vida siempre nos dan el camino y que los milagros se dan pero que tenemos que ayudarlos. La fundación y el milagro se pusieron en mi camino luego de mi primera gran derrota que fue el anuncio de que el tratamiento no había resultado y que la enfermedad se había diseminado en otras partes y que había que avanzar a uno más fuerte y por un tiempo más largo e indeterminado en el corto plazo, esto me bajo de un plumazo y también a mi familia, con el diagnostico desfavorable y el primer round perdido mi hermana y mi papa apelan a otros recursos y me llevan de una médica que hace medicina alternativa, quien además de darme medicación me la nombra a Stella y con la frase “che… buscate a Stella Maris Maruso en Youtube y escuchate sus meditaciones” empieza este viaje… Fiel a mi estilo obsesivo (al que hoy le estoy agradecido) no solo escuche las meditaciones sino que investigue quien era esta tal Stella y así fui conociendo lo que luego sería el camino a mi sanación que empezó leyendo sus libros (El laboratorio interior y El Laboratorio del alma) desde ahí el bichito de la fundación empezó a hacerme ruido, sentía que tenía que ir aunque mi cabeza me frenaba con el miedo pero ya la semillita ya estaba plantada y la cosa tenía otro color, y un dia de esos comunes, sas!! el milagro obro… en la espera de mi turno con el oncólogo conozco a Liliana (hoy mi mamá postiza) que por gracia divina se sentó al lado mío y sin conocerme me empezó a hablar del P.A.R.A y yo que no podía hacer más que tener la boca abierta presencie ante mí la oportunidad más grande que me dio la vida para sanarme y asi encaramos el PARA… digo “encaramos” porque si bien me acompaño solo mi mamá. El resto de la familia y mi novia siguieron cada dia del programa, que fue lo más intenso y revelador que me toco vivir, Ahí Stella nos enseño y nos dio las herramientas para nacer de nuevo, para volver a vivir, mas plenos; más sanos y mas íntegros.
* Mi proceso interno:
El proceso empezó después del primer control del tratamiento donde me dieron la noticia de que el tratamiento no había dado resultado. Esa mala noticia fue el golpe más duro para mí y mi forma de pensar, me desarmó todo lo que yo pensaba que tenia controlado para ponerme de de rodillas ya que de un tratamiento que tenia aplicaciones definidas íbamos a pasar a uno más agresivo y sin cantidad definida de aplicaciones; en esos días todo era miedo, bronca y enojo. Gracias a la rapidez de mis viejos consultamos a Analia (mi medica) que fue la que me puso a Stella en el camino. De a poco empecé a leer los libros y sus historias y empecé a ver la otra parte de las cosas… a ver que no es tan grave. Además de las historias que te muestran que se puede están los fundamentos científicos que explican lo que podemos hacer para mejorarnos, así fue que descubrí, entre muchas cosas más, el poder las caricias incondicionales y me enteré que tenemos circuitos mentales que podemos cambiar si nos lo proponemos y que eso nos ayuda, también descubrí el poder sanador del agradecimiento y así fue que empecé a practicar (como quien no quiere la cosa) lo que decían los libros: empecé a acariciar a mis viejos y mi hermana y eso me
acerco a ellos lo que hizo que yo los empiece a ver con otros ojos (ya no los odiaba, había comenzado a quererlos); empecé a decir “no se” así, sin querer, comencé a entregarme a la incertidumbre de la vida (otra de las enseñanzas del libro) y con eso se fueron destruyendo los circuitos mentales de mi “yo” planificador y calculador así la cosa se fue haciendo de a poco más llevadera. El hecho de no estar tan pendiente del resultado favoreció que esos recursos y esa energía puedan ser destinados a otras experiencias, a vivir más, lo que resultó en descubrir el placer en las pequeñas cosas, como el sol que te pega en la cara cuando caminas o el placer de una charla con amigos… ya con esto la cosa había empezado a cambiar pero todavía falta más… cuando empezas a ver los beneficios que te trae la enfermedad empieza el agradecimiento que es sanador también, en mi caso el primer agradecimiento fue que ya no había tantas peleas en mi casa; después que mi tía y mi mama se habían reconciliado y así muchas cosas que surgían todos los días, esto me daba cada día mas pilas y así llegue a la fundación a hacer el PARA, no sin miedo, pero llegue y lo hice y eso fue lo mejor que me pudo pasar, fue la iniciación de un camino hermoso que me enseñó a vivir de nuevo.-
Así después del PARA y de comenzar con el plan de salud la sanación siguió, no solamente llego a mí, sino que también llego a mi familia toda. Hoy ya no somos los mismos, estamos unidos; hoy abrazo a mi hermana como nunca lo había hecho y charlo con mi mama; hoy confío en mi papa y digo lo que siento; hoy puedo hablar y decir lo que me pasa con la franqueza y honestidad que antes no sabía que tenía hoy ya no tengo esos pensamientos negativos y no soy un adicto al miedo ni a la falsa sensación de tener todo controlado; hoy encontré la fe y supe lo que era una lagrima como así también lo que era una sonrisa; hoy solo me resta agradecer esa nueva oportunidad de disfrutar a mi familia, a mi novia y a mi vida que son lo más lindo de todo. El proceso interior no fue ni es simple, es un trabajo de todos los días para no caer en las trampas de la cabeza ni del ego, es empezar todas las mañanas valorando el nuevo día y saludando a tu familia, es disfrutar de las pequeñas cosas y dejarse sorprender, es empezar a VIVIR, algo que tanto me costó durante estos 29 años. Esto de vivir se aprende y yo tuve la gracia de llegar a la fundación para que me lo enseñen y me den las herramientas y el apoyo necesario para este camino. Se que falta un montón y que todavía me voy a seguir sorprendiendo y redescubriendo, tanto yo como mi familia y mi novia pero cada dia se que esto vale cada minuto que le dedico porque estoy aprendiendo a vivir, estoy naciendo de nuevo.
De la enfermedad lo único que voy a decir es que estoy agradecido de la oportunidad que me dio, porque sin ella esto no hubiera pasado todo esto y seguiría siendo el mismo mediocre enfermo de estos últimos 29 años.
Mi nombre es Patricia. Tengo 49 años. Soy médica. En agosto de 2013 me diagnosticaron cáncer de mama. El diagnóstico fue muy retrasado con respecto al inicio de mis consultas, por errores médicos. Los sentimientos de miedo y congelamiento se hicieron presentes inmediatamente. Las emociones fueron varias: dudas, miedo, rabia, tristeza, incertidumbre Una de estas emociones era bastante nuevas para mí: la de sentirme vulnerable. Generalmente antes tenía una sensación de vitalidad y de buena salud física.
En relación a los médicos que me atendieron en una segunda instancia , me siento agradecida. Lo hicieron con gran humanidad. No tengo quejas. También me considero muy afortunada por todo el apoyo social con que conté y cuento (pareja, familia, amigos). Pero había algo adentro mío que faltaba. No sabía qué hacer con mi incertidumbre, con mi ansiedad, con mi miedo.
Recién re operada, llegó a mis manos un libro: “Sanar es un viaje”, de Simonton, y allí leí que el cáncer viene a traernos un mensaje de amor. Y que es mucho lo que podemos hacer para poner nuestro cuerpo, nuestra mente, y nuestro espíritu al servicio de la sanación. Y la sincronicidad de la vida hizo que al otro día, una amiga me hablara de la Fundación Salud.
Y allí llegué en octubre, entre la cirugía y la primer quimio, a hacer el PARA .
Siento que fue vital contar con el plan de salud integral e individualizado que me ofreció la fundación, para transitar mi experiencia de enfermedad, ya que me permitió en primer lugar tomar conciencia de todos los recursos internos y externos que estaban a mi disposición para ser puestos en el campo de juego (participación activa como paciente), en segundo lugar me enseñó a usarlos, y en tercer lugar me acompañó en el proceso de ponerlos en práctica, apoyando y reforzando en momentos de dudas y dificultades.
En qué cosas me transformó esta experiencia?
En lo personal, una de las cosas que mas trabajé fue la creencia: es peligroso perder el control, cambiándola por otros pensamientos saludables. El desafío fue soltar el control y el apego. Y también el autoimportantismo, como dice Stella, que hace que nos creamos imprescindibles. Hoy siento que en este aspecto me liberé de un gran peso. Es como que cayó una mochila pesadísima, y hoy me siento liviana, mas libre en ese sentido.
De otra cosa que me di cuenta fue de mi dificultad para estar atenta al momento presente. Estaba de a pedazos. Mi cuerpo acá, mi cabeza allá. Siempre en otro lado. Casi siempre en el futuro. Creía que disfrutaba las cosas que hacía (siempre hice muchas cosas que me gustan: bailar, jugar al tenis, nadar, tejer, hacer huerta, correr en la orilla del mar, etc), pero puedo darme cuenta hoy que no las hacía con plena conciencia, verdaderamente conectada con eso. Como si en cada actividad, mi mente estuviera viviendo otra cosa. Hoy puedo detenerme: oler las flores, sentir la brisa cálida de primavera en mi piel . O ver y escuchar las burbujas que produce mi respiración al nadar (antes brazadas y patadas apuradas por llegar). Puedo hacer de cada momento un instante mágico, único e irrepetible.
Me siento feliz de ser quien soy, de estar donde estoy, en cada momento. Y pienso y siento que esto es estar sana.
Puedo resumir bastante de lo que siento que cambió en mi percepción de las cosas, citando un párrafo de Julio Cortázar, en Rayuela,
“…No, no hemos vivido así, ella hubiera querido pero una vez más yo volví a sentar el falso orden que disimula el caos, a fingir que me entregaba a una vida profunda de la que sólo tocaba el agua terrible con la punta del pie. Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impulso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber como yo. Puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga. Ese desorden que es un orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que le abre de par en par las verdaderas puertas. Su vida no es desorden más que para mí, enterrado en prejuicios que desprecio y respeto al mismo tiempo. Yo, condenado a ser absuelto irremediablemente por la Maga que me juzga sin saberlo. Ah, dejame entrar, dejame ver algún día como ven tus ojos…”
Yo me di cuenta en mi proceso de sanación, que no quiero quedarme definiendo y describiendo. Quiero un cuerpo y un alma que abran de par en par las verdaderas puertas.
Y en mi profesión de médica, también se produjeron cambios.: lo que percibo es que, si bien yo siento que siempre me esforcé por ser sensible y humana con los pacientes, este aspecto se profundizó. Tengo la sensación de que se construyó un puente que me vincula de una manera más cercana, más real con las personas. Y además siento que cuento con muchas mas herramientas para acompañar a otros en sus procesos de sanación, lo cual me da mucha alegría. Y estas herramientas son las que aprendí y viví en la Fundación.
Dentro del Plan de Salud, uno de los pilares para la sanación es el propósito en la vida (donarse a si mismo a través del amor, la creatividad o el altruismo). Comencé a pintar acuarelas, y a participar de un taller literario, cosas que aún hago con inmenso placer. Esta es una de las poesías que tal vez mas concuerdan con mi sentir:
Transformación
La lluvia
Penetra las grietas de mi piel
Recorre mi esqueleto
Empapa los latidos dormidos
Impúdica
Rebelde
Soberbia
La lluvia
Rebalso la cama
Corto la soga que me ata a la silla vacía
Trepo los ladrillos gastados
Estallo en los vidrios de la ventana
Respiro
Aúllo
Relincho
Trino
Me evaporo al sol.
Es un viaje de Ida
Llegué a la Fundación recién operada de cáncer de mama. Estaba embarazada de cinco meses y así y todo los médicos me habían recomendado hacer el tratamiento de quimioterapia, al cual me negué rotundamente. Sabía que necesitaba re-enfocar mi vida, que había mucho de psicosomático en esta enfermedad, y que entonces de alguna manera yo había tenido que ver en su proceso y, por lo tanto, tendría también que poder participar en su sanación. Esto es justamente lo que encontré en la Fundación, y mucho más que eso.
El PARA fue la experiencia más intensa que tuve en mi vida, y de la que salí más fortalecida que nunca. El impulso de coraje que me infundió Stella me guió para garantizarme la certidumbre de que podía cumplir con mi Plan de Salud y que entonces me iba a sanar. Después descubrí que sanarse es mucho más que solo curarse, pero para eso tuve que recorrer un intenso camino.
Y así fue que me aferré con uñas y dientes al Plan y empecé a sentirme bien, especialmente a entender lo que es sentirse bien. Yo, hacía bastante tiempo -aunque no siempre fue así- que me había acostumbrado a la pesadumbre, a tener malos pensamientos, desvalorizantes, depresivos, sobre mi persona, sobre mi futuro, incurriendo en la actitud crítica hacia mi y hacia los demás como si fuera un aspecto de mi personalidad analítica, y creyendo que ese sentimiento apesadumbrado y negativo formaba parte de la vida o significaba la vida misma para mí en esta etapa. Y que eso no tenía ningún costo ni para mí ni para mi cuerpo, ni para la gente a mi alrededor.
Con el trabajo sobre mí misma -que me facilitó el Plan y los seminarios, las meditaciones de Stella, y sus charlas- me di cuenta de que ese malestar se había convertido en un vicio, formaba parte estructural de mi vida, como una droga a la que una y otra vez volvía sin cesar varias veces al día, tomando como excusa cualquier cosa que contradijera mi deseo o mi sentir o mi urgencia del momento. A su vez, eso era la superficie de algo que estaba más profundamente arraigado en mí en la forma de sentimientos de frustración y de inseguridad que surgían del miedo. Ese miedo era el más universal de todos, y el más duro, el miedo a la vida.
Empecí a estar atenta a todas las emociones negativas dentro de mí, y a captar que eso no formaba necesariamente parte de mi personalidad, que eran automatismos que podía trabajar para cambiar, y me abogué a eso. A despejar las trabas que me impedían disfrutar de mi vida, de mis hijos, de las cosas cotidianas, de todo. Eso, desde la superficie, llegó a las profundidades y ese miedo tan arcaico fue cediendo, fue dando lugar a que aparecieran sentimientos que contienen la vida, como el amor y el agradecimiento.
Tuve a mi beba sin problemas, una beba realmente hermosa en todo sentido, y que junto con su hermano mayor, de 3 años, son la pareja excepcional.
No puedo decir que haya cambiado totalmente, considero más bien que estoy transitando el camino, con todo lo que eso implica de esfuerzo y de compromiso. Y Creo que no hay un lugar al que llegar y asentarse, sino que es hacer cada día lo mejor que uno puede con sus propios obstáculos para lograr soltar lo que ya no necesita y así ir acercándose cada vez más a vivir en armonía.
Desde que concurro a la Fundación, ya hace un año, siento que se va gestando un cambio de perspectiva en mi vida. Siento agradecimiento inmenso cada día por estar viva, y por todo lo que me rodea, por ver a mis hijos y poder disfrutarlos, por hacer las cosas cotidianas que antes me agobiaban. Hoy siento que cualquier cosa puede ser interesante, divertida, o digna de ser vivida, hasta las más triviales.
Hoy siento que es una bendición lo que me pasó, que me dió la posibilidad de despertar a la vida, y no de vivir de prestado, como si la vida estuviera garantizada porque no lo está, eso lo sé ahora. Hoy agradezco cada cosa que me sucede, porque eso me vuelve a decir que estoy viva, a cada instante, me despierta a la conciencia. Que a su vez me está guiando hacia una dimensión espiritual que estoy incorporando en mi vida, que hacía mucho tiempo la había dejado de lado, y ahora la estoy retomando desde una mayor conciencia y cada vez me voy sientiendo más conectada conmigo misma y con la totalidad. Y el sentir esa conexión me hace sentir verdadera.
DNI 24.910.248
Cuando hace casi tres años, me diagnosticaron cáncer de mama, mi tía me regaló el libro “El laboratorio del alma”. Por esas cosas de la vida, el libro terminó en un cajón y nunca lo leí, creo que negaba bastante lo que me pasaba. Atravesé el tratamiento lo mejor que pude y continué mi vida como si nada hubiese ocurrido.
Dos años mís tarde apareció una metástasis en el pulmón. Ahí si me desmoroné, me desesperé. Una amiga entonces me regaló “El laboratorio interior”, otra vez este mensaje que me venía, algo debía significar.
Esta vez comencé a leer con interés. Apenas unas primeras páginas fueron suficientes para sentir que esto era para mi, que había en esas páginas una esperanza. Inmediatamente llamé a la fundación y me anoté para el siguiente PARA.
Llegué a mi primer día del Programa desesperada, triste, deprimida, llena de miedos, de catástrofes imaginarias, con certeza de muerte, sumida en la mayor oscuridad. Ya al llegar me encontré con un lugar maravilloso, lleno de verde, de energía, de amor; me recibieron rostros amables, sonrisas, abrazos.
Luego llegó Stella Maris y comencé a escuchar sus palabras con la sensación de que me conocía de toda la vida, de que hablaba exactamente de lo que yo sentía.
Fueron transcurriendo los días y con cada trabajo me iba metiendo adentro mío, en territorios desconocidos para mí. Yo creía q antes de la enfermedad, mi vida era perfecta y que esta maldición había caído sobre mi para matarme, para arruinar mi vida y todo lo que había construido. Estaba tan triste, tomando todo tipo de psicofármacos, entregada a una muerte segura.
La experiencia del PARA es indescriptible, maravillosa. Me acompañaron en todo momento mi marido y mi mamá, también mi hermana. Enseguida y gracias a los “abrazos gordos” me encontré que no estaba sola, éramos muchos pasando por momentos difíciles, de rodillas ante el dolor.
Luego vino la entrega del plan de salud, me sentí abrumada, había tanto por hacer, tanto por aprender, tanto por cambiar!!! Empecé de a poco a aplicar todo, sin preguntarme demasiado y dejando de lado mi racionalidad, confiando plenamente en que servía, en que me iba a curar. Al mismo tiempo, la necesidad de saber cada día más, de meterme cada vez más adentro mío. Así me anoté en el seminario con mi marido y mis hijos: Y desde el primer día me sentí diferente. Desde esa noche no tomé más pastillas, no las necesité, aplicando las técnicas de respiración logré conciliar y mantener el sueño.
Fueron tres meses de aplicación casi perfecta del plan y de concurrencia a talleres del seminario juntamente con el grupo de apoyatura y algunas actividades personales con Stella. De a poco mi ánimo fue cambiando, comencé a reírme más, a pensar menos, mucho menos, a vivir el hoy, a no preocuparme tanto por el mañana. Cada beso que les doy a mis hijos ya no es una despedida sino un momento a disfrutar. Así, con todas las pequeñas cosas, aprendí a disfrutar una rica comida, un baño calentito, el olor de una flor, la suavidad de una caricia. Aprendí a reírme como niña, a bailar sin importarme si lo hacia en forma coordinada.
Cada día que voy a la Fundación vuelvo con más pilas, con más ganas de vivir, hice amigos entrañables, que son un sostén, que entienden como nadie lo que estoy viviendo y entre todos, porque juntos es mejor, es mucho mejor, nos apoyamos para seguir adelante.
Acaba de terminar mi primer seminario y mis tres primeros meses del plan de salud. Y me aplaudo por haber cambiado en gran parte mis pensamientos, por vivir casi siempre en el hoy, por haberme rendido ante la realidad, porque ya no me peleo con la enfermedad ni me pregunto más porqué porqué porqué, le doy para adelante, con una sonrisa, volví a sonreír!!!!! Busco espacios propios que antes no tenía, tengo mil proyectos, tantas ganas de hacer cosas!!! Trato de no perder energías juzgando ni criticando.
Hace poco me dieron el resultado de una tomografía y me dió perfecta!, sin rastros de tumor. Y lo más importante de todo es que estuve muy, muy tranquila. Nunca antes me sentí así, estoy feliz, feliz, feliz!
Y no me canso de agradecer porque yo ya siento en mí el milagro, estoy feliz, con la misma situación, sigo en tratamiento, me sigue faltando la teta, nadie me asegura nada pero yo estoy a full disfrutando de cada segundo de esta maravillosa vida!
DNI 17.817.858
En noviembre de 2001, tenía 35 años, un muy buen matrimonio, dos hijos de 4 y 8, buen trabajo, amigos, familia presente, fe, aparentemente, todo para ser feliz. Pero mi vida dio un vuelco inesperado y terrible, me diagnosticaron “cáncer de mama”. Superé ese momento. Mi marido, un hombre maravilloso que me ama mucho, me apoyó y ayudó “siempre”. Todo mi entorno, colaboró con nosotros. Así y todo, en octubre de 2008 me diagnosticaron Metástasis múltiples en Hígado y huesos. Muchas operaciones, MÁS tratamientos, mucho DOLOR.
El libro el Laboratorio del Alma llegó a mis manos en agosto de 2010, recomendado por una amiga. Yo muy escéptica, y solamente centrada en la medicina tradicional y en mi fe en mi Dios, lo compré y comencé “el viaje”. Su lectura me atrapó. Y por primera vez en los casi 10 años de enfermedad, yo ví, que en sus páginas, mis pensamientos y sentimientos estaban reflejados con una exactitud, impresionante. Sin exagerar, a medida que iba leyendo, yo iba sintiendo que mi vida empezaba a cambiar.
Enseguida investigué, busqué y me contacté con la Fundación Salud. Estaba “loca” por llegar a “ese lugar” conocerlo, interiorizarme y verle la cara a la mujer brillante que había podido poner en palabras “lo que a mi me estaba pasando” y ofreciéndome un nuevo camino, una gran esperanza. En esos días definitivamente “acepté mi diagnóstico” pero NO EL PRONOSTICO. Y comenzó mi sueño de transformarme en una “PACIENTE EXTRAORDINARIA” me dije a mi misma: -En lo que de mi dependa “yo quiero serlo”. .. Un paciente extraordinario es aquel que se sumerge en el laboratorio de su alma como si fuera un científico, aprendiendo a utilizar su mente y su espíritu para poder influir en el curso de su enfermedad. ( pág. 31 del Libro El Laboratorio del alma.) Allí me di cuenta que tenía todo para estar bien, pero que en todo mi proceso faltaba yo misma…
En noviembre de ese año, estaba haciendo el P.A.R.A., Programa de Recuperación y Apoyo. Recibí mi plan de salud personalizado y lo hice por los 90 días, “al pie de la letra”, mi familia asistió conmigo a recibirlo y mi esposo y mis hijos ya de 18 y 14, se comprometieron a la par mía, para que pueda cumplirlo en lo más minúsculo. Doy gracias a Dios por eso. Pasé de prepararme para morir, a vivir cada día intensamente de estar enojada o resistida con esta realidad, a aceptarla, y a abrazarla para que al unirme a ella pueda triunfar. Descubrí muchas cosas nuevas de mi que desconocía, y dejé de sentir que yo era un cáncer ambulante para transformarme en una persona que por una de esas cosas de la vida tenía cáncer, pero que era mucho más íntegra, más feliz, y auténtica que antes, cuando creía que “era sana”. Descubrí que era una gran privilegiada y hallé en mi enfermedad a la más grande maestra de mi vida, porque me llevó a conocer dimensiones de mi ser que esto segura que jamás habría “visto”. Estos dos últimos años han sido de gran fortaleza y felicidad, y realmente creo en la resiliencia ya que la vida volvió a enfrentarme a situaciones muy límites. Pero, yo me había transformado tanto, que las sobrellevé sin que mi salud empeore, lo cual es mucho decir. Por sobre todo, aprendí a estar en todo momento conmigo, consciente de mi misma, atenta a mis desatenciones, para dedicarme a sanar mi vida por completo. Hoy puedo contar que mi metástasis está en remisión. En este camino, acepté que quizás jamás me cure, pero que seguramente sané y sigo cada día sanado mi vida, lo que es mucho más grande e importante que mi cuerpo.
Lo más importante es que SANÉ MI VIDA Y HOY SOY UNA MEJOR PERSONA, porque desterré de mi interior el juicio y aprendí a amar y a aceptar a los demás tal como son, sin condicionamientos. Mi esposo y los chicos son mis ángeles custodios y mis “sanadores por excelencia”. Papá, mi querido viejito, ha sido MI GRAN SANADOR, porque al haber yo resignificado mi relación con él pude perdonarlo, relacionarme de otra forma, pude amarlo diferente, cuidarlo y acompañarlo en su cruz hasta sus últimos días. Es posible curarse y es seguro SANARSE. EL LABORATORIO DEL ALMA se hizo “realidad en mi vida”. LA REALIDAD HA SUPERADO LA FICCIÓN. Todo este aprendizaje me llevó a TENER MENOS MIEDOS. Ya no miro al futuro con recelo y no es solo porque el resultado de hoy es bueno, porque soy muy consciente de que mañana TODO PUEDE CAMBIAR, sino porque estoy segura de que MI MISIÓN EN ESTA VIDA ES VALORARLA, DISFRUTANDO MI PRESENTE, SIN MIRAR NI ATRAS NI ADELANTE.
Con lo mejor de mi ser ….. LAURA
DNI 21.957.257
APRECIEN EL VALOR DE LA VIDA Y VIVANLA, el camino los sorprenderá cada día.
Ante todo GRACIAS, agradezco haber podido tener esta experiencia de vida tan maravillosa, de tanto aprendizaje, que llego a mí tras repetir por tercera vez un cáncer.
A los 28 años me operaron de un cáncer de mama, pero como bien dijo el Dr. Simonton esa primera vez, no me di cuenta de nada; después de 7 años y con una caída emocional por una separación , repito el cáncer de mama, pero esta vez se suma una metástasis ósea. Me pregunté ¿por qué a mi? me enoje, me castigue, dejé a mi pareja porque sentí que tenía que elegir entre el amor o la vida, pero el amor que siempre le tuve a la vida no me permitía pensar que me iba a morir. Ya cansada de la medicina, de operaciones, de quimios, rayos y de intoxicar mi cuerpo, empecé una búsqueda espiritual intensa, necesitaba reforzar mi fe y encontrar respuestas, empezaba a cuestionarme ¿qué somos?, ¿a qué venimos?, ¿qué es la fe?, ¿qué es la vida?, ¿cómo se cura un cáncer?; indague en religiones, libros, películas, cursos espirituales, terapias de todo; y fue así, como después de casi 2 años, un día mientras trabajaba, me aparece en pantalla la web de FUNDACION SALUD (hasta hoy no se decirles cómo fue que se la abrí)… Según dicen, todo llega a nuestras vidas en el momento justo.
Llegué a la Fundación en un momento muy difícil de mi vida, agotada de todo, desesperanzada; fui una noche a una entrevista con la directora de la fundación por insistencia telefónica de Beatriz en respuesta a un mail mío. No puedo olvidarme con la negación y la desilusión que entré, y como me sorprendió la vida cuando conocí a Stella Maris Maruso; era un ser especial, lleno de luz; una hora de charla con ella me hizo sentir que se abría otro camino, que había mucho por aprender aún, y nuevamente afloraba mi esperanza y mi agradecimiento a Dios y a la vida.
En pocos meses no solo encontré respuestas a todas mis preguntas, sino que encontré contención, amor, afecto, calidez humana, abrazos y gente maravillosa que me enseña y acompaña día a día. Pude sanar la relación con toda mi familia y encontrarme a mí misma, a ponerme en primer lugar, a valorarme, a quererme, a ver un mundo nuevo; aprendí de todas las herramientas que necesito para fortalecerme y sanar mi vida y mi ser; aprendí a aceptar las cosa tal cual son; aprendí a potenciar las defensas naturales de mi cuerpo y a escucharlo; aprendí a llorar y a mostrar lo que siento; aprendí que el tiempo que utilizaba para deprimirme, hoy lo lleno con esperanzas, proyectos, propósitos de vida; aprendí que la fe y el amor hacen que el miedo y la resignación desaparezcan; aprendí a vivir el instante, el hoy y a disfrutar cada día; aprendí a dominar mi mente para reconfortar mi espíritu y mi cuerpo y poder disfrutar de esa paz interior, esa tranquilidad y esa felicidad que hoy me embargan; aprendí a pararme frente a la enfermedad y a tomarla como una lección de vida; aprendí sobre la evolución del alma y del ser; aprendí a encontrarme y a sentir que la vida es maravillosa y que puede seguir sorprendiéndote cada día, viviendo paso a paso con intensidad; pero por sobre todo aprendí que juntos es mejor, que se puede, y que vale la pena estar vivo.
Por todo esto quiero trasmitirles mi enorme agradecimiento en especial a Stella Maris por esta obra maravillosa, por su enorme dedicación y amor incondicional, a todos los profesionales y compañeros que me acompañan siempre, al Dr. Arias y tambien a Beatriz que tanto me insistió telefónicamente para que fuera; y como no, una vez más, GRACIAS A DIOS Y A LA VIDA.
Abogada.
Todo comenzó en noviembre de 2005 cuando me hice el chequeo completo como todos los años. La ecografía transvaginal, que el año anterior dio totalmente normal, registró un puntito en cada ovario. Después de hacerme una ecodopler y verificar que uno de ellos era maligno, me operaron a la mañana siguiente, haciéndome una histerectomía. Tanto el cirujano como mi ginecóloga, ambos excelentes médicos, aseguraron que estaban encapsulados y que no aparecía compromiso glandular.
Todos felices y contentos, pero haciendo chequeos periódicos, porque nunca se sabe, hasta que dos años después apareció metástasis en el pulmón y todo el abdomen. Mi oncólogo me informó que debía comenzar un tratamiento de quimioterapia. Como se pueden imaginar, yo estaba desesperada, muy angustiada. En ese momento una amiga muy querida me habló por teléfono y me dijo: “mañana por la mañana te paso a buscar, comienza un PARA”. Por supuesto yo no tenía ni la menor idea de la que era un PARA, pero fui, perdida por perdida, me aferraba a cualquier cosa.
Todos recuerdan el primer día cuando yo dije desesperada que no me importaba morir, incluso lo prefería a perder mi pelo. Mi hermosa cabellera era lo que más me gustaba de mí, así que la perspectiva de perderla para mi era la peor tragedia. Allí me enteré de que el PARA es un Programa Avanzado de Recuperación y Apoyo y que debería concurrir diariamente durante cinco días. Lo presencié en el mes de Noviembre de 2007, el grupo era de 20 personas y estaba la querida STELLA MARIS y su maravilloso equipo. Allí se produjo el milagro: mi estado de ánimo hizo un giro de 180 grados, dentro de ese maravilloso contexto, me volví optimista y casi alegre. Toda mi trágica visión cambió paulatinamente. Allí todo era amor, esperanza. Nos dieron un plan de salud personalizado a cada uno de nosotros.
Todo mi estado de ánimo mejoró, me sentí feliz cada instante de cada día, lo que sin duda fue determinante en la mejoría de mi enfermedad y en el cambio de mi vida en general. También tengo un oncólogo y un analista, a los que quiero muchísimo, que siempre me apoyaron y fomentaron mi regular asistencia a la Fundación Salud.
Finalizadas nueve sesiones mensuales de quimioterapia, que me sirvieron mucho pese a sus terribles efectos colaterales, las frecuentes tomografías computadas revelaron que habían desaparecido mis tres nódulos pulmonares. En consecuencia mi oncólogo decidió que era oportuno operarme para extirparme el resto. Buscó al mejor cirujano y me interné en la Fundación Favaloro. Pasé cinco días en terapia intensiva y el cirujano que me visitó en Navidad me dijo que tenía el mejor regalo: no quedaba ningún cáncer visible y todo lo extraído estaba comprometido. Tiempo después fui sometida a cuatro quimios mensuales terribles. Desde entonces me tienen bajo la lupa, realizando constantes exámenes. Mientras tanto continúo mi tratamiento en la Fundación Salud, determinante de todos mis grandes cambios y mi psicoterapia.
Paradójicamente estoy atravesando la mejor etapa de mi vida, tengo 70 años, y agradezco, que en estas circunstancias, tuve la posibilidad de conocer a STELLA MARIS y a la FUNDACION SALUD, realizar un PARA y recibir enseñanzas, gracias a las cuales disfruto intensamente cada día y cada momento. Las amo profundamente, incluso no tengo miedo a morir, estoy dispuesta a ello, ya que me siento en paz con la vida y he hecho en todos los ámbitos lo mejor que podía en cada oportunidad. Mi vida gira en torno al amor, a la espiritualidad, al optimismo, al humor y alegría y le he encontrado otro sentido a la vida. Participo de los seminarios y hago un tratamiento personalizado con Stella Maris, no se qué más se podría pedir de la vida. SOY OTRA PERSONA y a ello se debe mi mejoría. Continuaré en este camino.
LC 6.699.424
Ojalá mi historia te sirva para darte cuenta que el poder está dentro de ti, y cómo podemos optimizar cualquier tratamiento de la medicina tradicional con la medicina mente cuerpo.
Llegué a la Fundación en el año 2000 con 49 años. Exitosa, casada hacía 6 años con un soltero como yo, con fiesta de campanillas, hija amada y rodeada de hermanos, sobrinos y familia, con montones de amigas, profesional destacada, con una hija maravillosa de 4 añitos… que más se podía pedir o esperar! Había tenido tiempo para hacer 3 carreras, un posgrado, diversos trabajos exitosos, había plantado el árbol, escrito el libro, tenido una hija, y viajado extensamente por todo el mundo con un trabajo que me había permitido crecer como persona y demostrarme todo lo que era capaz de hacer. Parecía que nada ni nadie me podían detener, todo lo que me proponía, lo podía hacer y lo hacía bastante bien, todo parecía perfecto según el paradigma tradicional. Sin embargo, yo no me sentía satisfecha, corría como una loca todo el día por las responsabilidades laborales y “no tenía tiempo” para disfrutar serenamente de las mejores y pequeñas cosas de la vida.
Ir a la Fundación me mostró un camino nuevo, me abrió la mente y acalló mi angustia, sentía que estaba en el camino correcto. Sin embargo, yo no abandonaba mi vida de stress y no cambiaba, no tenía tiempo para dedicar tiempo todos los días a estas nuevas actividades. Había entendido todo mal. Y seguía con mi vida a las corridas, esforzándome y sobre-exigiéndome aunque nadie me lo requiriera y perdiendo mi capacidad de goce y disfrute en ese proceso.
En el año 2004 con 53 años y con mi niña de tan solo 7 añitos, me diagnosticaron cáncer ductal ( de los conductos mamarios) estadio 3. Shock, estupor, incredulidad, ¿Como podía ser si hacía 7 meses me había hecho una mamografía y todo estaba bien? Si yo era una roca y nunca me enfermaba! Sí, pero yo había desoído a mi cuerpo, no prestado atención a las miles de señales corporales, sobre todo ese extremo cansancio todas las mañanas durante más de un año, y nunca había respetado lo que sentía; aunque en teoría, se suponía que ahora sabía lo que era mejor para mi.
La enfermedad fue mi gran despertador, dejé de jorobar y tomé este camino con convicción y fe.
Cuando me dieron el diagnóstico sentí que me pegaban con una masa y me hundía en el piso un metro, estaba desolada y al mismo tiempo confundida. ¿Cómo era posible? Hubo llanto, rabia, impotencia, pero por suerte pude sobreponerme y pedí licencia en todas mis tareas laborales para comenzar el Programa Avanzado de Recuperación y Apoyo (PARA) en la Fundación y ponerme primera de la lista. Quería optimizar el tratamiento médico sugerido (quimioterapia, operación y rayos) con todo lo que la medicina mente cuerpo y la Fundación me ofrecían.
Al segundo día de la semana presencial del PARA me corté el pelo cortito, quizás para demostrar el cambio interior que sentía y para prepararme para encarar la quimioterapia. Recuerdo que el 3 de diciembre, día en que terminaba dicha semana, me fui de allí directamente a tomar la primera quimio. Ya me sentía más armada, tenía herramientas.
Mis mayores miedos estaban relacionados con el futuro de mi hijita, tan pequeña y que aún me necesitaba. Pero eso también reforzó mis ganas de vivir y me impulsó a cambiar y a seguir el plan de salud lo mejor que podía con las fuerzas que me dejaba el tratamiento que era muy riguroso. A mi hijita le dije toda la verdad desde el principio.
A los 18 días de la primera aplicación de quimioterapia perdí todo el pelo en 2 días. Siempre había sido mi orgullo, junto con mi busto y mis ojos. El trabajo fue arduo, tenía muchos pensamientos negativos ¿Qué clase de mujer sería yo después de la operación? Sin embargo, aprendí a darme cuenta que yo era mucho más que una parte de mi cuerpo. Conocí gente maravillosa en la Fundación. Stella Maris me brindó siempre toda la ayuda que necesitaba de manera constante e incondicional. Y ella junto a Nora, Elva, Doris, Cristina Narváez y mis compañeros, se convirtieron en mis aliados en el partido contra la enfermedad. Los pensamientos saludables, el psicodrama, los ejercicios para evitar el trauma, apoyatura del PARA, y las meditaciones diarias fueron elementos importantísimos para poder encarar los cambios necesarios que poco a poco fui vislumbrando como esenciales para sanar mi vida. La curación de mi cuerpo vino acompañando la modificación de actitudes y creencias, formas de comunicarme y de reaccionar. Fue difícil, si, pero no imposible. Lloré muchas veces y tuve muchos traspiés pero gracias a todas las técnicas y herramientas aprendidas y al apoyo incondicional de la Fundación y de Stella Maris empecé a tomar conciencia de todo lo que había para modificar y cambiar dentro de mí
Hoy mi hija tiene 14 años. Estoy feliz y agradezco a la enfermedad el haberme parado en esa carrera vertiginosa ¿Qué aprendí en la Fundación? Primero el rumbo en el que mi espíritu es más dichoso. También el agradecimiento, cual es mi propósito en la vida, y el servicio a los demás. Me he vuelto más humana y más sensible, puedo disfrutar de las hermosísimas pequeñas cosas que nos brinda la vida, he limpiado el filtro con que encaro la realidad, estoy aprendiendo a comunicarme mejor accionando y no reaccionando. Soy consciente de la importancia de preferir la paz a la razón, día a día encaro soltar la sobre-exigencia y el control, paso a paso.
Mil gracias a todos en la Fundación Salud y en especial a Stella Maris por este milagro de transformación en la sanación de mi vida. Eternamente agradecida.
DNI 22.962.274
Tuve cáncer en los dos pulmones, en los dos testículos y en el retroperitoneo entre 1995 y 2001. A pesar de atenderme en los mejores institutos del país, no logré sanarme hasta que conocí la Fundacion Salud. Ahí comprendí que mi enfermedad no era solo biológica y que no estaba en un centro alternativo y esotérico, sino en un lugar donde se practica medicina de vanguardia (bio psico social) y con apoyo de la ciencia como lo es la Psiconeuroendocrinoinmunología.
Ahí aprendí desde la inteligencia emocional a integrar y trabajar mi sanación, acompañado por la amorosidad que se respira en la fundación. Hace 9 años que estoy completamente sano, sane vínculos con mi familia y disfruto de la vida.
Es importante destacar que no hace falta haberse enfermado para vivir la hermosa experiencia de construir salud junto con otros, es un espacio donde volvemos a aprender a vivir y en donde desaprendemos muchas otras cosas que nos enferman.
Muchas gracias al equipo de Profesionales que conforman la Fundación Salud.
Empresario.
Escribo este testimonio en un momento especial. Una vez más actuó la sincronicidad, hace una hora me llamaron de Fundaleu para confirmarme que mi tratamiento dió el resultado buscado y actualmente estoy libre de enfermedad y apto para el transplante de médula, última etapa en lo que se refiere a los procedimientos de la medicina en la lucha contra el linfoma cuyo diagnóstico recibí hace tres años, pero que recién este año se manifestara agresivamente.
Quiso mi destino que justamente a principio de 2010 llegara a la Fundación Salud, atraído intelectualmente por la propuesta de estudiar las distintas disciplinas en las cuales me había interesado desde hacía ya unos años.
Con el diagnóstico había comenzado un periodo de estudio y entendimiento sobre el sentido de nuestra existencia investigando caminos espirituales, religiosos, médicos, científicos, filosóficos, creencias pero por sobre todo un comenzar a conocerse uno mismo desde lo profundo del ser.
Mis expectativas iniciales para con la Fundación Salud fueron superándose permanentemente mientras transitaba el camino de encuentros, cursos, charlas junto a mi familia que me acompañó desde los comienzos en las frecuentes visitas a Luis Guillón. Fuimos sorprendiéndonos juntos a medida que escuchábamos atentamente a otros compañeros y a nosotros mismos manejando la problemática común: la influencia de los afectos y la comunicación en nuestras vidas, y lo tremendamente sanador de estar allí, entendiendo estos aspectos, que de repente hicieron pasar la enfermedad a un segundo plano para pensar en como vivir y compartir mejor.
A partir de allí la Fundación fue la guía y la contención para mí y mí familia en el difícil camino del tratamiento, cuando es necesaria toda la fortaleza que solo se puede generar desde uno mismo. Muchas gracias.
Médica.
A los 33 años cuando la vida se desarrollaba según mis planes, casada, médica, con dos hijos, uno de dos años y una recién nacida de un mes, me palpé un tumor mamario, no necesité de muchos estudios para saber el diagnóstico y todo mi mundo se dio vuelta literalmente. Luego de pasar por la cirugía y los primeros meses de quimioterapia, mi necesidad de algo distinto que complementara la medicina tradicional hizo que diera con la Fundación Salud. Yo siempre creí que la fuerza interior todo lo puede, pero no sabía como direccionarla, eso fue lo que aprendí en el P.A.R.A, me dieron los conocimientos y herramientas necesarios para lograr salud física y sanación espiritual.
Hoy a escasos meses de cumplir cinco años de mi diagnóstico, disfruto del día a día con mis afectos, he aprendido a generar mis propias drogas endógenas y trato de ampliar el círculo.
Como médica recuerdo el poder de las palabras en un diagnóstico condenatorio, y me repito y digo a todo aquel que quiera escuchar, que hay que morirse de cualquier cosa menos de una estadística.
Los profesionales que trabajan incansablemente en la Fundación, se han convertido en amigos y familia para nosotros que a pesar de la distancia, ya que vivimos en Cippoletti, tratamos de mantener un contacto constante para continuar con nuestra evolución.
ngeniera.
Viví una vida armónica, tranquila, como debe ser, como me enseñaron que debía ser, familia, marido, hijos, hogar, trabajo, y domingos de asado o ravioles. Ingeniera, dos más dos, siempre es cuatro, y así esta todo en su lugar…”la casa esta en orden” y ” aquí no pasa nada” eran frases casi de cabecera.
Pero un día el tablero se desacomodó, cáncer de mama, mastectomia total, quimioterapia, rayos, y otras delicias varias, vinieron en tropel. Joder. Me quede mirando la pared. Cuando me di cuenta había pasado la primer oleada de cosas y ya se me había caído el pelo!!
Andrea, tenés que hacer algo mas!! Y ahí aparecieron las propuestas más extrañas, desde tratamientos médicos no probados hasta gorgojos!! Cada sugerencia que me hacían me parecía más y más ajena a mi. Hasta que alguien que no vi en mi vida mas de 2 horas puso en mis manos un libro llamado “Recuperar la Salud” de un señor Carl Simonton. Primer misterio. Me lo devoré. Y sentí que eso era lo que quería hacer. Cerraba bastante bien con una mente estructurada como la mía. Pero necesitaba ayuda. Sabía que sola no podía. Lo comento con una amiga que me dijo…”yo una vez fui a un lugar que me parece que trabajaban con gente con cáncer…fijémonos en la pagina!!! Y ahí sucedió el segundo misterio. ¿Con quién se había formado la directora de ese lugar? Con Carl Simonton.
Solita y con peluca me fui un día hasta allá. “Estoy enferma. Leí este libro y quiero hacer lo que propone, aquí me pueden ayudar???? Pregunté, recuerdo la sonrisa de Beatriz…. “Llegaste al lugar” dijo. Tercer misterio.
A la semana siguiente estaba haciendo el PARA. Yo!!!!!!!!!!! y con mi marido!!!!!!!!!!! Deberían conocernos para entender lo que significa. Dos ingenieros bien estructurados. Miles de veces mi mente preguntó ¿que estas haciendo acá? El acto más irracional de nuestra vida. Sin análisis previo. Sin saber casi de qué se trataba. Solo por intuición. Quizás por primera vez en mi vida supe lo que significaba saber algo, desde el corazón, y no desde la cabeza. Cuarto misterio.
De ahí en mas talleres, meditaciones, charlas, compañía, contención, amorosidad, un plan de sanación. Entender que curar no es sanar….y que dos más dos no es siempre cuatro. Hay muchos mas misterios que podría contar… Yo no lloraba, ¡¡ni cuando me dieron el diagnóstico!! Pero había una mujer de la Fundación que cada vez que me cruzaba, me abrazaba en silencio. Un largo abrazo, profundo, que me conmovía por dentro. Y solo en esos momentos me abría como una catarata. Después, nos separábamos sin hablar, una y otra vez, semanas y semanas. Les aseguro que un sólo abrazo de esos, vale acercarse a ese lugar.
Por Dios, aprendí tanto, me ayudaron tanto, descubrí tanto de mi misma, me animé a tantas cosas impensadas. La Andrea de hoy es mucho más feliz que la de antes de la enfermedad y la puerta a ese largo camino, en el que día a día sigo avanzando un poquito más, me la abrió la Fundación.
Sanar no es magia, es trabajo interior….pero con la Fundación Salud ayudándote es más fácil!
Comerciante. DNI 16.665.925
Todo comenzó hace doce años, con una simple inflamación de ganglios y mucho cansancio, que terminaron llevándome sorpresivamente al médico. Mi asombro fue aún mayor con la derivación a un oncólogo. Cumplida esa visita, me encontré con un diagnóstico fatal: tenía enfermedad de Hodking en estado avanzado y la muerte esperándome a pocos meses. Los médicos me explicaban que se trataba de un linfoma, un extraño tipo de cáncer que suele aparecer en los ganglios linfáticos y puede extenderse hacia el bazo, el hígado y la médula ósea. Por primera vez, “muerte” no era una palabra que salía de mí: un profesional la decía. Remarco esto porque en ese entonces, ante cualquier contratiempo, yo exclamaba siempre: “Por qué no me moriré?!”.
¿Qué estaba pasando? ¿Por primera vez, Dios estaba cumpliendo mis deseos? ¿Qué desatino era este, que justo ahora me empezaba a escuchar y nada menos que con la muerte? Yo me había separado y estaba sola con mi hijo, con un desequilibrio emocional y una situación económica desesperante. El diagnóstico era aterrador y el pronóstico aún peor: seis angustiantes meses de vida.
En ese estado me encontraba, cuando -casualmente- vuelvo a ver a una amiga. Llorando, le cuento por lo que estoy pasando y, luego de escucharme, me dice que conoce un lugar adonde va gente en situaciones de crisis o enfermedades graves, que está dirigido por una mujer y que podría hacerme muy bien; le respondo, con un ataque de ira, si había entendido lo que yo le estaba diciendo y, con toda mi furia itálica mediterránea, le grité:
“¡Me estoy muriendo y vos querés que vaya a una charlita de autoayuda!”.
Pero los días pasaban y el miedo al tiempo que se acortaba crecía; así que, con un total escepticismo, acepté ir a una reunión.
Juro que nunca pensé que la iba a pasar tan mal. Una señora llamada Stella nos preguntaba a la audiencia por qué teníamos tanto miedo a la muerte, si es algo tan natural como la vida misma. Nos decía que éramos nosotros responsables de lo que nos acontecía y de la mirada que poníamos en las cosas; que nosotros debíamos hacer los cambios y no esperar a que lo hicieran los otros; hablaba de paz, armonía y equilibrio, de dar sin atenerse a los resultados; de la “maravilla del crecimiento del ser desde la incertidumbre y la impermanencia”. Cómo podía entender esto, si yo venía de un hogar donde me habían enseñado que todo era para siempre y que la vida se basaba en la permanencia y la certidumbre.
En tal estado de sorpresa me encontraba, cuando mi amiga me llevó hacia Stella para que le contara lo que me estaba sucediendo. Ella me miró a los ojos, una vez terminado mi relato fatal, y preguntó: “¿Hoy no te vas a morir, no? Entonces, sentate y escuchá”. Recuerdo que pensé: “Los pocos días que me quedan de vida, no los voy a pasar aquí”.
A pesar de mis resistencias, algo interno me llevó a volver a ese lugar para seguir escuchando que todo lo que sucedía tenía que ver con nosotros y con nuestras elecciones. No sabía cómo tanta insensatez me atraía e iba por las calles llorando sin entender cómo de víctima había pasado a responsable de mi situación: ahora estaba en mí elegir cómo seguir. Encima, me decían que debía sanar vínculos con aquellos a los que yo responsabilizaba de todo lo malo que me pasaba, tanto en lo emocional como en lo económico. De esto se trataba mi sanación y no sólo mi curación.
Al poco tiempo, me invitaron a hacer el P.A.R.A. (Programa Avanzado de Recuperación y Apoyo) y acepté, creo que con la resignación que dicen que tienen los enfermos terminales.
Aquí realmente empezó todo. Desde ya que yo hacía, además, los tratamientos médicos: quimioterapias, biopsias, controles, con la misma fe que un orangután en misa. Completé la semana del P.A.R.A, y yo que me sentía tan desgraciada con mi vida -que hasta ese momento para mí era la peor- tuve la oportunidad de escuchar a otros, de conectarme con el dolor de otros, el sufrimiento, sus vivencias. O sea, que lloré una semana entera cuestionándome qué hacía yo ahí, penando, cuando me quedaba tan poco tiempo.
Sin embargo, como el miedo dicen que no es tonto, por las dudas empecé a poner en práctica el plan de salud, diseñado magistral y especialmente para mí una vez finalizado el programa.
Dos años tardé en comprender aquellas enseñanzas que me resultaron tan descabelladas, pero ya no con mi cabeza sino con el corazón. Me di cuenta de que era muy agresiva y crítica conmigo misma, fui descubriendo de a poco todo lo que tenía que agradecer a la enfermedad. Gracias a ella aprendí a amarme, a respetarme y animarme a mostrarme tal cual soy. Pude empezar a aceptar y a disfrutar la bendita incertidumbre y la impermanencia. Empecé a sentir la tibia y penetrante sensación de paz que da el perdonarse y perdonar. Experimenté el placer de la paz, cuando dejé de querer tener la razón.
Así fueron pasando los días y meses, mientras yo tenía tanta tarea nueva a realizar desde mí. La enfermedad iba perdiendo protagonismo; mi mirada se alejaba de mí misma y empezaba a ver a los otros con sus dolores, sus pérdidas, sus heridas. Así fue naciendo mi propio cielo, que tenía sus nubes, pero no dejaba de ser cielo.
De golpe tuve conciencia del tiempo transcurrido y de que yo seguía aquí. Los médicos no podían comprenderlo, estaban tan sorprendidos como yo, o más. Fueron años dificilísimos, en los que nada parecía darme una esperanza. Y ellos, a su vez, hicieron siempre muchísimo más de lo que podían. Me trataron con una paciencia prudente que si bien desconfiaba de las potencialidades de mi trabajo personal interno, nunca dejaba de desafiar ese destino terrible que prometía la enfermedad.
Y así, como lo cuento, vuelvo a emocionarme al decir, una vez más: la fecha del diagnóstico había pasado y yo seguía de pie, al costado de esa mujer que día a día jamás me daba tregua. Nunca un abrazo de más, ni un beso excesivo: como si alguna sabiduría superior le hubiese soplado al oído que lo que más me hacía falta como herramienta de vida era ponerme de pie, más allá de la vida y de la muerte; sentirme digna de ser. Tuve la bendición de sentir el amor de mis compañeros al transitar juntos este camino y nunca, en cambio, el juzgamiento ante el error.
Juro que no fue fácil parirme, porque para mí fue eso, mezcla de dolor y placer; de caer y levantarme, cada vez más rápido, sabiendo que más allá de todo tenía y sentía el agradecimiento de haber tenido la oportunidad de estar en compañía de seres muy queridos. Muchos de ellos hoy se encuentran en mi corazón, otros en la vida. Lo cierto es que esos seis meses de expectativa de vida del diagnóstico habían transcurrido hacía años, y mi pequeño milagro -el de salvar mi vida y tener la oportunidad de vivirla intensamente- había cambiado todo.
Desde lo físico, hace dos años que no tengo ningún tratamiento.
Hoy agradezco el despertarme todas las mañanas. Trabajo y vivo sin programación previa. Armo las semanas, una a una: este es mi ejercicio práctico de la incertidumbre.
No tengo lo que quiero, pero sí lo que necesito. Tengo una hermosa relación con mi hijo, ganada a fuerza de mostrarme con mis miedos, mis zonas sombrías y mis cosas bellas. Con el padre de mi hijo me relaciono aceptándolo y comprendiendo su sentir. Experimenté un dolor profundo cuando me di cuenta de que, si hubiera llegado antes a este lugar, nos habríamos separado igual, pero sin lastimarnos tanto.
Con mi madre aprendí a no querer cambiarla, a verla como es. Yo usé 50 años de mi vida -cifra no pequeña si tenemos en cuenta la desesperación que me dieron los seis meses- en querer cambiarla.
Hoy tengo 56 años. Amo esta vida y reconozco que lo más maravilloso que tiene es lo no vivido aún. Por fin -nunca es tarde- aprendí a transitar en una realidad sin fantasmas que permite al cuerpo crear salud en un eterno presente. Me siento con el privilegio y la responsabilidad de vivirlo en permanente agradecimiento, hasta que arda la última vela y se escuchen nuestras canciones.
Abogada. DNI 13.295.011
Deseo destacar en este pequeño relato que llegué a esta Institución en busca de apoyo terapéutico, psicológico, moral y espiritual a raíz de la enfermedad que padecía en aquella época “cáncer de mama con prolongación en ganglios linfáticos”. Con este testimonio, deseo compartir mi experiencia de vida, transcurrida a través de 11 años en los que permanezco participando en los seminarios que dicta trimestralmente la Fundación Salud. Es así como en mi largo transitar en esta maravillosa Institución, encontré lo que más necesita un enfermo de cáncer, tolerancia, amor, compresión, paciencia y todo eso acompañado de un apoyo científico y terapéutico de primera línea internacional. Tal circunstancia es de fácil comprobación en el P.A.R.A. (Programa de Avanzado de Recuperación y Apoyo) que se dicta en esta Fundación. Puedo hoy decir, sin lugar a dudas que gracias a este programa recuperé una Esperanza de vida que hoy se concreta día a día, pues ya llevo 11 años desde aquel diagnóstico poco alentador y estoy totalmente curada. Vaya con la presente, mi profundo agradecimiento a mi querida Fundación.
Empleado.
En mayo de 1992, después de varios estudios me diagnosticaron cáncer de próstata. El tratamiento indicado fue radiación en la zona afectada, que se comenzó a principios de junio.
Mi esposa concurría en ese tiempo a la Fundación Salud, cuya directora, la señora Stella Maris Maruso dictaba cursos de relajación y meditación para mejorar la calidad de vida permanentemente deteriorada por el estrés y sus graves consecuencias.
Allí conocí el Programa Avanzado de Recuperación y Apoyo, donde se propone la modificación de actitudes para enfrentar los problemas que a todos se nos presentan, sin que por eso sean un castigo dirigido especialmente a uno. Hoy sabemos que esas actitudes afectan el sistema inmunológico que está presente en cada una de nuestras células, y no importa tanto su cantidad como su calidad.
Es así como comenzaron a aparecer las respuestas a las preguntas que con toda lógica, se hace quien recibe un diagnóstico como el que yo había recibido.
Me enseñaron que nuestro sistema inmunológico se afecta seriamente ante las tensiones, las peleas, las discusiones inútiles, y que por mucho resentir situaciones que consideramos nos hayan ofendido o afectado de alguna manera, no podemos cambiarlas puesto que los hechos y las realidades son inmodificables. De ahí que, esa primera pregunta del ¿por qué me enfermé? se fue transformando en el ¿para qué me enfermé?, ¿qué tengo que cambiar?
Por lo tanto, fui tomando conciencia de que la enfermedad me estaba indicando que debía cambiar mis actitudes frente a los inconvenientes. Con gran capacidad, Stella Maris -mediante sus charlas, durante la semana que duró el Programa- nos fue guiando a mí junto a otras personas en condiciones similares, a cambiar el enfoque de las cosas. El pasado debe quedar atrás, cortar con él definitivamente para evitar que nos siga haciendo daño, el futuro tampoco debe obsesionarnos al extremo de olvidar que el presente es la única realidad a vivir; y debemos hacerlo poniendo en él todo el aspecto positivo de la dicha de estar vivos, y agradecerlo permanentemente.
Yo hablé de herramientas y es que fueron reales herramientas de vida las que recibimos en el programa: pasando por pautas de relajación, meditación, juego para diversificar nuestras actividades, propósito en la vida, aprender a reír, a gozar de las pequeñas cosas, a amar a los demás y sobre todo a nosotros mismos, incluso cómo alimentarnos; y en especial, la gran herramienta que por lo general dejamos a un lado, que es el uso correcto y pleno de nuestra respiración como fuente de vida.
De más está decir que he continuado yendo a la Fundación para mantener vivas las consignas recibidas, y siempre encontré en Stella Maris la palabra y el consejo justo para ir afianzando el desarrollo de las actitudes correctas y sanadoras de mi vida.
Como culminación sé que : “Independientemente del desarrollo de la enfermedad, aprendí a tener una vida más sana y más plena; que en realidad es el objetivo del paso por este plano de existencia, y como corolario de esta sanación puede llegar la cura o el enorme alivio a los males que nos aquejan”.
Farmacéutica. DNI 10.114.123
Espero poder trasmitir en palabras tantos años de vivencias, y tanto amor recibido.
Llegué a la Fundación Salud en febrero de 1991, buscando “algo más”; dentro de mí había una necesidad de búsqueda, de cambio. Me inscribí en el seminario que comenzaba en marzo; pero antes del inicio apareció el diagnóstico: cáncer de mama con metástasis en los ganglios linfáticos. Dos operaciones y la terapia con el acelerador lineal me impidieron aprovechar por completo mis dos primeros seminarios.
En octubre de 1991 asistí a las conferencias de personalidades médicas mundialmente conocidas, y que fueron invitadas por la Fundación: doctor Stanley Krippner, doctor Carl Simonton, la queridísima doctora Kübler Ross, la doctora Jeanne Achterberg con su terapia de imágenes y el simpático Frank Lewis. Todos ellos expresaron sus interesantes temas en el aula magna de la Facultad de Medicina de la U.B.A., la misma en donde en mis años de estudiante de Farmacia, había rendido exámenes. Esto sumó mucho saber a mi conciencia.
Finalmente, durante el mismo mes y año inicié las clases de Meditación Dinámica con la señora Stella Maris Maruso, y con ella sí que hubo un antes y un después en mi vida. Aquí inicié un camino interminable evolutivo, buscando la sanación espiritual. Con avances y retrocesos tanto en la salud como en la forma de enfrentar los problemas, siempre encontré y encuentro en ella, el mejor espacio de contención y de confort.
En 1991, mi padre también había recibido el diagnóstico de cáncer, la medicina lo desahució, por lo cual él decidió no hacer ningún tratamiento agresivo; él decía: “No quiero sufrir”. Asistiendo a todas las armonizaciones, y a las clases de Meditación Dinámica, que le gustaban mucho, logró una sobrevivida de cuatro años, haciendo una vida totalmente normal, iba a su trabajo todos los días. Se fue en mayo de 1995 en paz, sin dolores y sin drogas calmantes. Yo lo amaba muchísimo y aunque parezca imposible, el trabajo interior que venía realizando me ayudó a despedirlo con dolor y gozo en mi corazón.
Poco después, debido a una difícil relación de pareja, tuve una recaída en mi enfermedad; estoy hablando de mayo de 1996, o sea, habían pasado cinco años de la primera. La separación me resultó y me es difícil. El año pasado hice quimioterapia, salía de allí y me iba a la Fundación para que Stella me hiciera un asentamiento; la sobrellevé bastante bien, tanto que nunca dejé de manejar mi auto.
Hasta ahora hablé del apoyo afectivo y energético que recibí, también quisiera resumir mis cambios y mi aprendizaje.
Una es el número uno en la vida de una misma. Si una no se ama, los demás no te aman. Si una no se ama, no puede amar bien a los otros. Si una no se ama, no encuentra la sanación.
Abrí y amplié las fronteras de los seres amados. Amo a todos, familiares, amigos, compañeros, el diarero, el del garaje, el del quiosco, el desconocido que se acerca; al que me lastima, comprendiendo que esta persona fue lastimada previamente.
Con mucho esfuerzo estoy aprendiendo a vivir el presente. El esfuerzo es porque una no vive aislada del mundo, y se distrae con las tentaciones y los problemas.
Aprendí que el cuerpo es muy sabio y nos avisa cuando algo anda mal, solo hay que saber escucharlo.
El silencio es necesario, porque los problemas se trascienden o se arreglan en estados de conciencia diferente al que se generaron.
Yo no soy el problema, yo no soy mi cuerpo, yo no soy mis emociones, tampoco soy lo que pienso.
Aprendí -cada vez que me sucede algo- a preguntarme: ¿Para qué?, en lugar del ¿Por qué? Y ¿Hasta cuándo?, que tiene que pasar más tiempo para ponerle punto final a esto.
Pude perdonar, cambiando la percepción de los hechos.
Que todo pasa, que todo lo que me está pasando -bueno o malo- también está pasando.
Que el poder está en el sentir y no en el pensar.
Que siempre todo está bien.
A ponerme de pie frente al dolor.
Que la vida es otra cosa, es un desafío que día a día debe ser vivido plenamente.
Que todos los seres humanos somos seres iguales y extraordinarios, con un enorme potencial que iremos descubriendo con la práctica de la meditación y con el sentir.
Que la enfermedad es un mensaje de amor a uno mismo, para que uno preste atención y haga los ajustes necesarios en su vida. O sea que uno se ocupe de uno.
El vivir la vida a través del sentir hizo que desaparecieran viejas y no saludables formas de pensar y de actuar; y me ayudó a descubrir un mundo encantado de sensaciones.
Que uno puede amar más allá de lo que el otro diga y haga. Uno puede amar a la distancia.
Que el poder está en uno.
Dejé de preguntar a otros, porque no necesito más que me mientan.
Aprendí a preguntarme, antes de hablar: ¿Mis palabras son necesarias, verdaderas, son amables?
La Fundación y Stella Maris me dieron todo: contención, entendimiento, todas las herramientas para ser cada día mejor persona; y esto se transformó en mi meta.
Vi cómo compañeros desahuciados por la medicina iniciaban una vida nueva, pudiendo con los trabajos personales con Stella y utilizando las herramientas que ella nos da, remitir la enfermedad, e iniciar una nueva vida. También fui partícipe de las muertes dignas de otros amigos que dejaron armonía en su entorno.
Como seminarista de años de la Fundación doy fe de que allí se les enseña a las personas a trabajar para limpiar y sanar el alma. Qué mejor para cada ser humano…
Ama de casa. DNI 3.235.660
Mi nombre es Margarita Müller, nací el 25 de diciembre de 1933 y padezco un cáncer de mama. Fui operada en el año 1990 y en 1996 de la mama derecha.
Conocí la Fundación Salud a través de un programa televisivo, a fines de febrero de 1997. Consecuentemente, hice el P.A.R.A. dictado por la Señora Stella Maris Maruso. Durante cinco días recibí información, entre otras cosas, sobre la “Química del Ser” y sobre la “Química del Hacer”. En ellas se trabaja el uso de los sentidos, el ejercicio, el propósito en la vida, la respiración consciente, la humildad, el desapego, la tolerancia, etcétera.
Al finalizar este seminario, obtuve un plan de trabajo personalizado, acorde con mi enfermedad y mi personalidad que consiste en: respiración matinal consciente (baja la frecuencia cerebral), tres meditaciones diarias (equilibra los hemisferios), recreación, y la determinación de un propósito en la vida. También asistí a los variados talleres que allí se dictan.
Dos veces por semana se realiza la Meditación Dinámica, donde bailamos y luego meditamos. Guiadas por la señora Stella Maris, reflexionamos sobre la meditación escuchada, para ayudar al proceso evolutivo.
Cada tres meses nos armonizamos para alinear los centros magnos, los distintos cuerpos y para seguir con el camino evolutivo. Cabe destacar que soy viuda y tengo una hija de 25 años que también concurre a la Fundación Salud, a pesar de no tener alguna enfermedad declarada. Gracias a ello, logramos erradicar la crítica en las reuniones familiares. Ahora nos juntamos con el propósito de divertirnos, compartir experiencias y también evolucionar en familia.
Desearía comentarles que nunca dejé mi tratamiento oncológico en el Hospital Alemán, durante mi concurrencia a la Fundación. Es más, he realizado diferentes tratamientos: primero hormonales y últimamente una quimioterapia oral (Xeloda). En el año 1999, tuve una metástasis hepática de la que logré una remisión. A partir de enero del 2003, todos mis análisis e indicadores son normales.
Médica. DNI 11.681.099
Me llamo María Virginia Meloni, tengo tres hijos. Soy médica y en 1996 me diagnosticaron un cáncer de mama estadio II. Hice el tratamiento médico indicado, psicoterapia y algunos cambios, y evolucioné bien durante cinco años.
En el 2001, en el control me encuentran un cáncer en la otra mama; y poco tiempo después de haber terminado con el tratamiento, comencé con un dolor en la columna y en la pelvis que resultaron ser metástasis. Parecía que la enfermedad se hubiera incendiado.
Para mí, siendo médica -de fuerte formación académica, soy cirujana, fui jefe de residentes, hice distintos masters y cursos científicos en la especialidad- esto significaba que en un par de años iba a estar muerta.
Fue una situación de mucho dolor y desesperación, fundamentalmente pensando en mis hijos porque, a decir verdad, la vida para mí hacía rato que se había convertido en algo poco estimulante, sin mucho más sentido que el que le daba a la responsabilidad de criar a mis hijos.
En medio de toda esta tormenta pude empezar quimioterapia -por tercera vez-, radioterapia, etcétera. Me acerqué a la Fundación por unos Seminarios, los del doctor Simonton. Me inscribí, pero como faltaba cerca de un mes para que se realizara, me hablaron entonces del trabajo de Stella Maruso como bioenergetista. A pesar de que me explicaron algunas cosas acerca de esto, a mí me resultaban en absoluto desconocidas y fuera de mi marco de referencia intelectual.
De todos modos y gracias a Dios (literalmente), acepté ponerme en manos de Stella para uno de estos trabajos. Así fue como conocí a Stella y estuve con ella por primera vez, en un contexto muy ajeno a mi. Me sentí totalmente sostenida, protegida, y amada; y por otro lado, me despertó un amor que hacía mucho no había sentido por otro ser humano. Pero lo más espectacular fue el cambio inmediato. Pasar de ser una persona agobiada, resignada a una condena a muerte y sufrimiento a alguien lleno de esperanzas y alegría.
A partir de ahí hubo muchas transformaciones. Nadie al verme puede creer mi diagnóstico. Por otro lado, en el P.A.R.A. aprendí muchísimos recursos -y sus explicaciones científicas- para mejorar mi estilo de vida y convertirlo en un estilo que genera salud y no enfermedad. También cambiaron a partir de esto mis vínculos más cercanos. Por ejemplo, mi ex marido se convirtió en este proceso, en un compañero para la sanación.
Pero la mayor transformación fue la espiritual.
Así llegué a mi estado actual; las metástasis se estabilizaron a pesar de haber suspendido la quimioterapia, ya que no estaba siendo efectiva. No sé si me voy a curar totalmente, sí sé que me estoy sanando, que llevo una vida plena y feliz como nunca antes había vivido, sin que las circunstancias externas hubieran cambiado demasiado. Hoy siento que la vida vale la pena, que estoy más viva que cuando tenía veinte años y estaba “sana”. Físicamente, me siento absolutamente sana, sin molestias y con una gran vitalidad. Y con respecto a la muerte, sé que nadie puede decir cuándo y por qué va a ser; pero sí tengo la certeza de que cuando llegue me encontrará confiada y en paz.
DNI 4.851.739
En marzo de 1999 llegué a la Fundación con un diagnóstico de cáncer de mama. Esto no era lo peor que me pasaba, estaba destrozada completamente, mi relación familiar era una guerra eterna y sólo deseaba terminar con mi vida. Aquí encontré un espacio de paz, amor comprensión, donde fui valorizada como persona por primera vez en 55 años. Recibí el apoyo y acompañamiento en todo este tiempo y hoy luego de una operación y tratamientos puedo decir que estoy en otra etapa de mi vida. He restituido y reconstruido mi relación familiar y mi relación con la vida.
No tengo más que agradecer a la Fundación por acompañarme en las buenas y en las malas.
Concurro a la Fundación Salud desde hace más de 15 años. Llegué en mayo de 1993 con muy pocas expectativas de vida. Así yo lo sentía aunque no supiera con exactitud que las probabilidades de sobrevivir eran del 5 al 7%.
No creo en milagros, pero que vivo, y mucho mejor que antes, es una realidad. ¡Y tantas cosas he aprendido!! A agradecer todos los días el levantarme de la cama; a comprender al prójimo aunque no nos guste, a ayudar a los demás sin esperar nada a cambio, a bajar los decibeles de nuestro ego etcétera, etcétera.
Aquí recibí apoyo, confort, comprensión e información para despertar dentro de mí esa lucecita que en todos existe y cuesta tanto encontrarla. Concurrí a los diferentes talleres, hago meditación, escucho atentamente las enseñanzas y propuestas diferentes y siempre encontré apoyo. También veo y escucho que pasa con otras personas. Siempre hay comprensión y propuestas. Es un ámbito de calidez y contención difícil de encontrar. En estos años sólo vi transparencia, respeto y amor al prójimo. La mejor enseñanza es el ejemplo y en esto la Fundación nunca me ha defraudado. Hoy estoy totalmente recuperada. Con todo mi amor atestiguo que todo cuanto he dicho es cierto y Dios quiera estas palabras puedan ser leídas por muchas personas que quizás están atravesando momentos dolorosos. Podemos hacer mucho por nosotros mismos, solo necesitamos que nos orienten.
Artista plástica. Docente. DNI 2.296.712
Nací en un país de los llamados del Tercer Mundo y soy latinoamericana de ascendencia española e italiana. He sido militante de izquierda en los años de la ola revolucionaria mundial.
Formada en la religión católica, a los 19 años viré hacia un eventual ateísmo. No intento escribir mi autobiografía sino esbozar mi procedencia, para ilustrar la total transformación que se ha producido en mí desde mi llegada a la Fundación Salud. No he sido ni una católica ingenua ni una militante fanática. Voraz lectora, siempre he cuestionado lo que se me quería imponer. Sincera y entusiasta, en cada caso me entregué y trabajé poniendo en práctica aquello en lo que creía. Mi propia vida y la historia del mundo de los últimos años me autorizan a decir que esos no son los caminos.
Deseo aclarar que soy docente y artista plástica, ello significa que aquellos caminos no eran el sustituto de una vida vacía y sin objetivos.
Tampoco es una cuestión de edad. (Al menos eso creen algunos jóvenes que me dicen que, al ir perdiéndose la juventud, se llena el hueco con prácticas espirituales). Sucede que el vivir nos pone ante instancias (en los hechos trágicos o dramáticos, esto es claramente evidente) en las que constatamos que, aunque utilicemos toda nuestra capacidad, nuestra experiencia, nuestra habilidad, la resolución o la concreción “se nos escapa”. Algo maneja desde otro lugar. Aquí aparece la presunción de que algo invisible e inteligente mueve los hilos. Se diría que al pasar el tiempo y experimentar otros senderos, se van descartando los que no conducen a ningún lugar o al lugar equivocado. Claro, esas otras sendas consumen tiempo de vida. Y desde que concurro a la Fundación Salud sé que, y fundamentalmente, devoran nuestra energía. Fritjof Capra, con su libro El Tao de la Física, terminó de borrar mis suspicacias.
Cuando asistí al primer intensivo de Stella Maris, sentí que había encontrado mi lugar. No eran solo sus palabras (las mismas que han utilizado los sacerdotes, guías espirituales o maestros desde siempre). Era la profundidad de su mensaje, su equilibrio, su ferviente llamado al Amor incondicional. Era una convocatoria a la grandeza del alma, a la práctica de las antiguas y relegadas virtudes humanas. Al valor de lo sencillo. Su estremecedor acento sobre el palpitar de la vida. Pero no desde el conocimiento o la información sino desde el sentirse Uno con la Creación, que es sentir todo el despliegue de creatividad e intenso amor que expresa la existencia.
Stella Maris, un ser de luz que se da día a día sin medida, hasta el agotamiento, solo que su umbral de cansancio está mucho más lejos que el nuestro. Su voz dulce acaricia nuestras almas, tan necesitadas de armonía y calma. Su clamor por la Vida en sí misma acelera nuestra sangre y vigoriza nuestra vitalidad. Nos habla de Psiconeuroendocrinoinmunología, de péptidos, de drogas endógenas, del cerebro eléctrico, del novísimo cerebro químico. Y nos cuenta cuentos… cuyo significado escondido debe encontrar cada uno de nosotros… sus pequeños niños en lo espiritual. Con robusta paciencia trasvasa gota a gota su sabiduría a nuestros enmohecidos recipientes. Ella sabe que muy poquito a poco nuestros receptores van desalojando aquello que los intoxica, preparándose para recibir lo nuevo.
Obrera y reina espiritual. Obrera por su irrenunciable tarea realizada con la máxima humildad. Reina por la majestad de su ser, Maestra y compañera. Fuerza y dulzura. Ejemplo de coherencia. Mujer y madre. Rigurosísima en el lenguaje, indefectiblemente enmarcado dentro de lo científico. Inteligente, veraz, diariamente amalgama con solvencia y soltura, ciencia y espíritu para regocijo y evolución de todos nosotros. Nos induce a integrar nuestro espíritu, nuestra mente y nuestro corazón, puntualizando que en esta labor, el cuerpo es el componente fundamental e indivisible, no “la carga que llevamos”. Sus meditaciones con visualización nos van conduciendo con suavidad y en los tiempos precisos hacia “vuelos de liberación”. ¿De qué? ¿De nuestra alma? ¿De nuestra mente? Certera, nos coloca sin resistencia en un espacio sin bordes ni fisuras. Luminoso, ingrávido, vacío de deseos e incomodidades. Pleno en la más absoluta plenitud. Al regresar, nos hemos modificado definitivamente. Cuando la vida vuelve a sacudirnos, la añoranza de esos estados evoca que somos luz, como sostiene la física actual. Conscientizar que somos partículas y ondas de luz, vuelve relativo el mundo conocido y trastoca nuestra percepción. El impacto que produce la aparición de este concepto en nuestro paisaje es tan trascendente que al principio lo ignoramos. Que nuestro cuerpo es la voz de nuestro ser y no la voz de nuestra psiquis requiere, para ser asimilado, práctica constante de relajación y meditación. Pero ya nada será igual.
Desde septiembre del 2000, en la cicatriz interna de mi axila operada se halla alojado un tumor de 14 milímetros en estado estacionario. “Mi inquilino” -como le llamo- me recuerda que aún faltan importantes cambios para efectuar en mi vida. El cáncer es para toda la vida. Ya que es vitalicio el sustrato en que apareció. De ello se deduce que lo apropiado es trabajar sobre el sustrato, por tanto, la persona y el ser. Esto es lo que hacemos en la Fundación Salud. Efectúo en fecha los controles oncológicos pertinentes. En cada uno de ellos, la oncóloga me repite: “Yo quisiera hacerte algo”. Mi respuesta también es invariable: “Lo sé, gracias por respetarme”. Hemos logrado establecer un vínculo cordial.
Ante el vaciamiento de contenido de la vida contemporánea, alimentado por los medios masivos de comunicación que infatigablemente nos coaccionan hacia la globalización light, escuchar el mensaje de Stella Maris nos ayuda a “volver a casa”, a nuestro propio centro, a nuestro lugar seguro y cálido.
“Todos somos dioses, pero ninguno es santo”, ha dicho en alguna ocasión Stella Maris. Diluye así toda fantasía que suponga que emprender un camino espiritual nos exime de nuestra condición humana.
DNI 11.131.732
¿Qué es la Fundación? Yo vine con un diagnóstico médico muy negativo. No hay más tratamiento para el cilindema de tráquea. Sólo radioterapia que ya fue hecha hace un año y medio. De ahí en más, quedaba expuesta, vulnerable. Después del año y medio se me presentaron metástasis en pulmón e hígado. Ante esto, algo había que hacer. Llegué así a la Fundación, aprendí aquí a vivir, a no aferrarme a la vida, aunque sí a amarla. Aprendí a no ser esclava de mi enfermedad. La enfermedad no me tenía a mí, sino que yo tenía una enfermedad que me “ayudo” a crecer, pues no hubiera llegado aquí de no haber sido por ella. Aprendí a no apegarme tanto a mis hijos y a darme el primer lugar en mi vida. ¡Caramba, esto sí que es demasiado! Por eso desde enero del 2001 estoy en la Fundación habiendo recorrido 480 km. desde mi pueblo (Daireaux) y vengo tres días por semana. ¡Por mí!
DNI 10.728.456
Llegué a la Fundación hace aproximadamente trece años, luego de una enfermedad y ya concluidos los tratamientos indicados por los médicos. Buscaba llegar a la salud, ya que la medicina y sus estadísticas no estaban a mi favor. Encontré maravillas y personas maravillosas y descubrí que la salud tiene aspectos que deben estar en armonía y equilibrio, tanto los psíquicos, emocionales como los espirituales. Descubrí el sentido de las palabras “desapego” y “aceptación”; a vivir cada día intensamente, a permitirme jugar, sorprenderme, a poner algún granito de arena para dejar un mundo mejor, a ponerme en el lugar del otro, a abrazar, a vivir el hoy, a abrir mi corazón. Descubrí el sentido de la vida.
Es un hermoso camino para recorrer y cada día me sorprende con su gratitud, con su perdonar y perdonarme cada vez mayores, con una comprensión totalmente diferente de las cosas. Más amplia, abarcadora.
El día en que terminé mi P.A.R.A. comenzó lo mejor, y este convencimiento lo renuevo con cada nuevo programa, compartiéndolo con otros compañeros de ruta; compartiendo sus dolores, sus alegrías, sus emociones, sus cambios, sus vidas. La señora Stella Maris lo conduce de una manera magistral.
Tengo un sueño y es que todas las personas, con salud o sin ella, puedan participar en un Programa como este, para nutrir y sanar sus vidas y las de las personas que los acompañan en esta experiencia terrena.
He comenzado a descubrir y a disfrutar mi otro yo, que en realidad no era otro, sino una parte desconocida que se va integrando cada día más.
Y estoy aquí, en el presente, dando paso tras paso, a veces rápido, a veces lento, pero con la certeza de que en este camino encontraré todo lo que necesito.
Psicóloga. DNI 9.990.270
La Fundación Salud es una enorme contribución a la salud física y espiritual de los que asisten a ella. Hace dos años llegué a esta casa aquejada por una grave dolencia física, prácticamente desahuciada por la medicina tradicional. Llegue angustiada profundamente triste, desesperada, agobiada por la enfermedad y preocupada por el dolor que involuntariamente causaba en mis seres queridos. El mensaje y trabajo que realiza la Fundación y sus colaboradores en procura de la salud física, psíquica emocional y espiritual es de tal trascendencia y magnitud que tocó muy vivamente en mí, me abrió nuevos caminos insospechados hacia mi sanación, una nueva visión de mi misma y del ser humano y de lavida. Este profundo y renovador cambio que se va operando en mí, día a día, también alcanza a mis seres queridos a quienes La Fundación y sus integrantes sostiene, con incasable vocación de servicio, acompaña, acoge, orienta, cuida, atiende y les provee de toda la información, confianza y seguridad que ellos necesitan.
Como argentina que ha recorrido un poco el mundo y ha vivido algún tiempo en otros países, experimento un sentimiento de enorme orgullo de que en nuestro país contemos con una Fundación de esta naturaleza, un lugar que exalta los valores más hermosos del ser humano y ayuda a desarrollarlos en salud, bienestar y progreso personal. Siento un profundo respeto, amor, admiración y gratitud hacia la inalterable labor que realizan todos los integrantes de La Fundación Salud.
Para todos ellos muchas, muchas gracias.
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