TRASTORNOS EMOCIONALES

Conocí la Fundación Salud en 2010. Mi compañero estába enfermo de un cáncer de colon muy avanzado y veníamos trajinando hacía varios años distintos tratamientos, intervenciones y todo lo que traen estas situaciones. Un día alguien nos llamó por teléfono, una tía de un amigo de nuestros hijos, alguien que no conocíamos, para decirle al Negro: «Mirá, ante el sufrimiento que me imagino están padeciendo, te recomiendo un lugar. Te va a resultar extraño, la gente está vestida de blanco, tienen un hermoso jardín con flores de loto y se la pasan abrazándose, pero andá!. Tratá de hablar con Stella Maris Maruso, su directora, y a lo mejor te hace bien». Fuimos. Efectivamente hubo que pasar ese primer impacto porque es cómo entrar a un vergel en medio del desierto y uno no sabe bien si lo que ve es real o un espejismo. Pero lo importante es que logramos hablar con Stella (de quién nunca olvidaré su abrazo) y traspasar ese umbral para entrar en un mundo, para mi, fascinante, enriquecedor y, lo más importante, profundamente transformador. No voy a describir aquí qué o cómo es la Fundación, o cómo funciona, porque lo que he podido comprobar es que para cada uno es una experiencia distinta, única e irrepetible. Con mí compañero fuimos juntos durante casi dos años, varias veces por semana, y pudimos compartir un proceso común, profundamente revelador y sanador. Algo muy dificil en estas sociedades que nos someten a enormes presiones y poco nos ayudan a salir de nuestros laberintos. Cuando alguien se enferma en un sistema familiar, en realidad es el emergente de algo que sucede en ese sistema. Los enfermos no son islas. Así como las enfermedades hacen sus síntomas, los enfermos son también síntomas sociales, pero rara vez se los ve así. Las enfermedades hablan de desajustes más profundos y complejos que los que se manifiestan en el organismo. Ellas son la punta del iceberg y esos desequilibrios atraviesan la totalidad de lo que somos: los padecimientos de nuestras almas, nuestra energía y las dificultades que tenemos para expresarlos, entonces el cuerpo grita enfermándose. Yo no soy una especialista y no digo estas cosas desde ese lugar, sino desde lo que aprendí y aprehendí en la Fundación. Como dije, nosotros tuvimos una experiencia compartida y una individual. La experiencia juntos fue maravillosa porque, si bien su caso era muy difícil, la Fundación lo hizo irse con un bagaje nuevo para él, en paz, acompañado y habiendo podido sanar y expresar muchas cosas. En mi caso, tuve por un lado incontrastables manifestaciones físicas de còmo funciona este abordaje integral de la psiconeuroendocrinoinmunología, palabra dificil que predica la Fundación. En el largo y duro proceso de acompañarnos, padecí un estresamiento de la tiroides que los médicos y endocrinólogos tradicionales rápidamente aconsejaban medicar. Sabiendo que mi cuerpo estaba desequilibrado, e intuyendo que cuando logrará alguna calma volvería a regular, decidí esperar. Nunca tome nada, aquella tormenta pasó y hoy ella funciona perfectamente. Pero la transformación mayor fue otra. Lo que siguió a la muerte de Carlos fue tristísimo y con tramos afectivos muy oscuros, pero todo lo que había recorrido en la fundación fue operando en mí de un modo muy eficaz, hasta que permitió destapar las «cañerías» internas. Esos conductos sutiles que nos conectan con lo más profundo de cada uno, que a su vez resuena con el universo todo. En ese proceso empecé a expresar con inmensa libertad todo aquello que había ejercitado siempre, apasionadamente, pero en silencio, a través del dibujo y la pintura. Cobró forma en numerosos trabajos que comencé a mostrar y publicar en distintos medios y que tuvo y tiene su mayor expresión en Monstriña. Este personaje que nació sin intención previa, que irrumpió, mágicamente y tiene, para mí, entidad propia. Que no solamente vino a iluminar mi vida, sino también la de muchísimos otros que hoy trabajan los miedos a través de ella en Instituciones y escuelas del mundo, con algunos casos conmovedores como el de Úrsula, una niña que tuvo autismo y salió de él acompañada de Monstriña. O testimonios que recojemos a diario desde su aparición en 2013. Esto no es magia. La Fundación es un lugar donde la propuesta principal es conocernos, reconocernos y aceptarnos para trabajar sobre los aspectos que nos están lastimando y a nuestros entornos. Lograr una armonía, una unidad en la que lo que pensemos, sintamos, digamos y hagamos sea lo mismo. Eso es la coherencia, el más preciado tesoro y el mayor grado de libertad que uno pueda conseguir. A eso aspiré siempre y así vivo hoy. En eso sigo empeñada trabajando a diario, porque el proceso es dinámico y continuo hasta el final, pero tengo herramientas: un hermoso pico y una pala de oro que me regaló la Fundación Salud. Querida Stella Maris, querida Cristina Narváez, a todo el equipo y a quienes compartieron ese inolvidable tiempo con nosotros, nuestro eterno y profundo agradecimiento.

María Verónica Ramirez.

Mi nombre es Graciela Eleonora Sáez, tengo 65 años y vivo en Catriel,  provincia de Río Negro. Voy a empezar mi testimonio contando » MI ANTES » y MI DESPUÉS » del P.A.R.A., ¿por qué digo esto? Porque no me canso de repetir que mi vida es un ANTES y un DESPUÉS de la Fundación Salud, de tener la fortuna de conocer a Stella Maris y las vivencias de ese programa. 

Mi antes: nací en General Alvear, provincia de Mendoza, tuve una infancia muy linda, con un papá muy trabajador y muy bueno (falleció hace tres años) y una mamá (que hoy tiene 91 años) que dejó todo para dedicarse a ser ama de casa y mamá de sus dos únicas hijas. Nos inculcaron el amor al estudio y muchos valores que les agradezco todos los días. Fui una niña muy querida, tanto por abuelas ( mis abuelos varones fallecieron antes que yo naciera) como por tíos y tías (mamá eran 9 hermanos y papá 15 hermanos), me enamoré del que fue mi marido y nos casamos muy jóvenes, tuvimos cinco hijos (cuatro varones y una mujer) fuimos muy felices pero, siempre el pero, cuando llevábamos 36 años de casados después de muchas internaciones y dos amputaciones por su diabetes falleció en el año 2012, si bien nuestros hijos mayores ya estaban recibidos, Pablo dejó sus estudios en Córdoba para dedicarse a ayudarme con su papá y nuestra hija Mailén tenia 16 años y todavía estaba en el secundario. 
Realmente fue muy difícil esa etapa de nuestras vidas (fue un papá y un abuelo muy presente,amoroso y cariñoso), yo tenía depresiones que iban y venían. En el año 2018 caí en una profunda depresión, no comía, no dormía, adelgacé mas de 10 kilos. Recuerdo que cuando le conté a Stella que estaba con psicóloga, psiquiatra, que tomaba remedios para dormir, antidepresivos, etc, etc, me dijo con esa hermosa sonrisa que tiene: «Estás completita!!!» no puedo borrar esa imagen! Ahora la entiendo tanto!  
El después:  empecé el P.A.R.A. el 04 de julio del 2018, me llevó mi hijo Pablo, estuvo un día y medio acompañándome y se volvió a Catriel porque tenía que trabajar, entonces vino mi prima Luisa, que vive en La Plata, a acompañarme (realmente no podía estar en pie, temblaba como una hoja y tenía continuamente ataques de pánico y ansiedad) completé el programa y me fui a su casa, ella me ayudaba a hacer la tarea hasta que me dieran «mi plan de salud «. Me fueron a buscar Pablo, Mailén y Valentino, su hijo que tenía 2 añitos, porque el 11/7 tenía que volver a la Fundación a buscar el plan.  Ese día conocí a otro de mis ángeles guardianes:  Dorita Romero, hace un año y siete meses que esa persona tan maravillosa me acompaña de una manera tan sabia que no noto la distancia (en kilómetros) que nos separa porque espiritualmente estamos mas que unidas!
Cuando llegué a mi casa, me propuse cumplir el plan al pie de la letra y tal es así que (siendo constante y perseverante) ví muy pronto los resultados,  al año del plan, ya no usaba ningún fármaco, había aumentado la mitad del peso perdido y ya no tenía ni psicóloga ni siquiatra. 
No voy a negar que la vida es un contínuo aprendizaje y hay cosas y/o emergentes que pueden hacer tambalear a cualquiera, lo importante es tomar conciencia y seguir usando las herramientas que nos dan con el plan, porque pude comprobar con mi experiencia que dan los resultados de los que tanto nos hablaron!
Vivo dando testimonio a quien desee escuchar todo lo que he vivido y vivo y sería muy feliz de poder acompañar a alguna persona conocida a realizar el programa. 
Agradezco todos los días a DIOS que me guió y me llevó a conocer la Fundación Salud y le pido que bendiga mucho a todos, tanto a Stella Maris como a cada uno de sus colaboradores.
GRACIAS GRACIAS GRACIAS!!! ETERNAMENTE AGRADECIDA!!!
Mi nombre es María Cristina Blanco, concurro como seminarista desde hace más de veinticinco años a la Fundación Salud que Stella Maris Maruso fundó con todo su amor.
He llegado a este lugar con muchas partes de mi ser desintegradas como todo ser humano que habita el planeta tierra, pero al entrar en la Fundación se abrió un mundo de posibilidades.
Siempre contaba con la incondicionalidad de Stella en todos mis procesos y su acompañamiento silencioso, pero presente en todo momento.
Ella hizo posible que pudiera ir juntando e integrando mi ser nuevamente con conciencia y con mucho trabajo.
Son tantas las aristas que tiene la Fundación que se van amalgamando unas con otras formando una gran trama, y es ahí donde nos encontramos todos transformándonos a cada instante, como dice Stella Maris, en mejores personas.
Ella nos da «todo» en sus encuentros para que cada uno de los seminaristas, receptores de tanto amor, podamos despertar y dar el gran salto.
El ámbito de la fundación abarca tantas y distintas facetas que hace que cada uno vaya encontrando su lugar en la trama de la vida como el símbolo puzzle que su logo representa.
El proceso es paso a paso y a veces es imperceptible pero ocurre siempre.
Vamos creciendo en cada encuentro gracias a la ayuda que nos es dada.
Hoy sabemos que existe un lugar, que es un pedacito de paraíso terrenal abierto a todo aquel que quiera hacer un camino de crecimiento espiritual.
Por todo lo dado…
Infinitas gracias Fundación Salud!!!

DNI 14.326.117

PARA SANTI Y TODOS LOS HIJOS QUE SON LOS VERDADEROS MAESTROS DE NUESTRAS VIDAS

La muerte de un hijo produce el mayor dolor del alma, un pedazo de uno muere con Él; te desestabiliza toda tu existencia. Como dice Stella Maris: «el dolor es una experiencia límite» y en este camino comprendí que hay dolores creativos y hay dolores destructivos.

El 30 de Mayo de 1991 nació Santiago, mi Único hijo, y a partir de ese momento conocí el AMOR de Madre que no tiene límites ni condiciones. Cuando Santi tenía 19 años, el día 29 de Enero del 2011, perdiÓ la vida en un accidente.

Así de repente y como un golpe, ¿cómo podía seguir viviendo con la ausencia física de Santi? Llorando una y mil veces le pedía que me viniese a buscar, vivía esperando que abriera la puerta y entrara en cualquier momento con esa sonrisa a darme un beso como hacía todos los días, quería sentir su olor, tenía miedo de olvidarme su voz. Todo el cuerpo me dolía de extrañarlo. Vino la etapa de los “por qué” (¿por qué tuvo que morir Santi un ser lleno de luz? ¿Por qué a nosotros?).

Me peleé con Dios que se había llevado a mi único hijo y me centré en mi sufrimiento, porque era el único y el más grande del Mundo (eso pensaba en ese momento) todo era fastidio; ¿por qué el Mundo seguía andando sin Santi?

Lloraba porque se truncó su futuro, ya no podría gozar de este Mundo y yo ya no me veía proyectada en él. Se habían perdido todos mis sueños. Necesitaba una explicación racional, todo era un verdadero caos, había pasado un umbral del cual no podía volver. Y en medio de tanto llanto y dolor, una pequeña lucecita apareció dentro mío que me hizo dar cuenta que no estaba dejándolo en libertad, respetando su muerte y su nueva vida, que no lo estaba amando, que mi amor era más débil que su muerte, no pensaba en su felicidad sino en la mía.

No, yo no era así, yo amé siempre a mi hijo incondicionalmente. ESTO DEBIA CAMBIAR.

Enfrenté al dolor que me provocó su partida, tuve que aceptarlo, transitarlo y trascenderlo, porque el amor por Santi es mucho más grande, no tiene fin. Fue así que salí de mi encierro, pedí ayuda y la tuve, eso facilitó mi camino y aprendí a convivir con la idea de impermanencia: con la Muerte.

Yo estoy viva y la Muerte me acompaña siempre, y esto hace que mis acciones me conecten todos los días a la vida. La Muerte es la Muerte; Santi no está más acá, pero para comprender el Misterio de la Muerte tengo que resolver primero el de la Vida y no puedo seguir perdiendo energía pensando en lo que no fue o por qué sucedió. Me centré en aquello que nos unió y que pude continuar en su nombre.

De Stella aprendí lo que significa “convertir lo ordinario en extraordinario” y esa fue mi LLAVE; agradecer que veo, que me muevo, que pienso, que respiro, que hay gente a mi lado que me quiere y yo quiero, que pude AMAR infinitamente 19 años a mi hijo y sentir su AMOR (qué tremendo hubiese sido no haber conocido ese sentimiento) y agradecer este dolor (no a la Muerte) que me transformó.

No quiero que el resto de mis días sean una sumatoria de tiempo que hay que transitar esperando el momento en que parta para el reencuentro con mi hijo, no quiero un pacto con la Muerte, quiero un pacto con la Vida, cada día tiene que ser un regalo que me sorprenda y no un derecho adquirido.

La vida no es la sumatoria de las cosas que nos pasan, sino lo que voy a hacer con lo que me pasa. Si yo vivo y amo, Santi vive en mí y viviendo en el Amor es más lo que me puede dar la vida que lo que me quita la Muerte.

Yo sé que es complicado comprender que todos nuestros hijos vivieron el Tiempo que estuvieron y que ahora viven en otro espacio y en otro Tiempo pero aún así siguen conectados con nosotros, viviendo en nuestro espacio interno aunque hayan partido, porque quedaron en aquellos que amaron y en nosotros que los seguimos amando.

Enfrentar al dolor me permitió hacer un viaje interno a mi SER y tornarme más sensible y comprensiva, aprendí a conectarme con el dolor de otros y reemplazar a la Muerte por otra mamá o papá que camina junto a mí; pude abrir mi corazón para escuchar y acompañar, y para entrar en otro Mundo y sentir que mi hijo está conmigo, esto es algo que uno sólo lo puede experimentar.

Ahora sé que no camino sola, estoy con otros que sienten lo mismo y cuando uno está acompañada es más fácil continuar: ¡JUNTOS ES MEJOR! y así comprender lo milagrosa que es la vida a pesar de todo.

Cuando comencé dije que pensaba que hay dolores creativos y dolores destructivos: el parto de Santi fue un dolor creativo, y ahora me doy cuenta que también lo es el dolor ante su Muerte, porque RESIGNIFICO toda mi vida, permitiendo reconocerme y reconocer a todos los que me rodean; a la Vida con todos los momentos buenos y malos, a mi paz interior y poder agradecer.

SANTI, VOS MARCASTE LA DIFERENCIA: AMASTE Y VIVISTE EN ESE TIEMPO QUE TUVISTE TU VIDA y eso hace que te recordemos todos; los que te amamos y amaste; tu SER va a vivir eternamente en el AMOR, donde nunca muere y aunque en este TIEMPO ya no estás, por AMOR estás con nosotros aunque hayas partido.

Tu VIDA es una Celebración, por eso, hijo, estas líneas son para vos.

Agradezco desde mi corazón a Alberto (mi marido) que con su dolor siempre está a mi lado.

A Stella Maris que me dio las herramientas y la contención para serenarme y encontrar el camino.

A Cristina que siempre me escucha y acompaña.

A mi hermano Gabriel y mi cuñada Mariana que son los más sólidos e incondicionales pilares en este mundo.

A Mami que tuvo que aprender a transitar dos caminos al mismo tiempo: la partida de su nieto y mi dolor.

A todos los que en la Fundación Salud me contuvieron y ayudaron a aceptar el dolor y transformarlo.

María Cecilia

A los 20 años comencé con la bulimia, había tenido unos episodios siendo mas pequeña pero habían pasado a la historia, todo era diferente, a los 23 llegue a la fundación vomitando 20 veces por día, pidiéndole a mi papa que me internara porque no me podía contener y sentía que nada me ayudaba.

Ya habían dejado de ser solo ganas de estar bonita, me sentía tan mal con la vida, y se había transformado en una adicción, era como un monstruo que me devoraba por dentro, incomprensible para el mundo porque “sólo con la voluntad no alcanzaba”.

La palabra “vomito” era mala palabra y no la podía mencionar, ni para mi ni para nadie, me daba asco, yo me daba asco, y sabia lo que generaba en mi familia, miedo, dolor, enojo, impotencia. Ellos se enojaban si pensaban que lo hacía, no podían entender todo lo que erosionaba en mi interior, decidí callar y cada vez meterme mas adentro, el proceso fue lento. Si bien ellos estuvieron siempre presente, yo estaba sola, sentía que nadie me podía comprender, porque es muy difícil comprender lo que no se puede sentir.

Sentía que mi mente se enfermaba y quería salir, era una lucha interna constante. Porque sabía que estaba mal, que me estaba dañando, que las consecuencias podían ser fatales y que algo tenía que hacer.

Al principio no entendía a qué iba a la fundación, no tenia mas ganas de vivir, y un día sin mencionarlo, Stella se acercó y me dijo al oído “no es que no quieras vivir, es que no sabes que hacer”. Fue una de esas frases que te hacen un click….

Nada me fue fácil, yo era mi gran enemigo. Con el tiempo, la gran ayuda y contención de Stella, la compañía incondicional y comprensión de aquellas personas especiales, salí adelante. Y fue así que buscando la salida aprendí un montón de cosas, muchas de las cuales sigo aprendiendo día a día….

Aprendí a perdonarme y no juzgar mi historia, porque cada uno hizo lo que pudo y lo que supo desde el amor y lo que creían que era mejor para mi. Mirar para atrás me sirvió para comprender donde estaba pero no para salir de donde estaba.

Aprendí a reconocer mis estados emocionales y a partir de ahí poder trabajarlos y a desidentificarme de ellos, porque no eran yo, sino la reacción, y no me permitían tener un contacto sano con el mundo que me rodeaba, porque los demás no eran responsables de mis contrariedades con la vida, y sé que lastimé, por eso tambiín aprendí a pedir PERDÓN, y a alejarme cuando era necesario.

Aprendí a ser sincera conmigo misma y sobre todo con los que me rodeaban, hablando desde lo que yo sentía y no desde lo que creía que el otro me hacia sentir. Como también aprendí a identificar los pensamientos reales frente a determinadas circunstancias, como las fantasías que me atormentaban.

Aprendí a controlar la ansiedad y alejarme de las circunstancias desencadenantes, antes de que me invadieran haciendo y poniendo en práctica tantas herramientas. No fue nada simple.


Al estar en contacto con tantos procesos de vida, tantas historias y tantos compañeros, aprendí lo que significa la compasión, y el amor. Poder estar, ayudar y acompañar con el Corazón, sin esperar nada a cambio por el simple placer de dar.

Aprendí la importancia de estar bien con nuestros vínculos, son lo más sagrado que tenemos, más allá de nuestras diferencias y nuestras creencias.

En el camino me equivoque, muchas veces, pero tropiezo no es caída.

Hoy la vida es diferente, porque yo percibo diferente. Aún me queda mucho por trabajar, por crecer y por hacer, pero también es importante reconocer todo lo que la vida me dio y todo lo que uno puede hacer por si mismo, y por los demás.

SIMPLEMENTE GRACIAS!

Amor que no se expresa no es amor

Deseo fervientemente ser una justa y agradecida, a Dios primero y a la vida después, de haber prestado atención a ese papelito, en el que tenía anotado hace dos años el nombre de la Fundación Salud, el de Stella Maris Maruso y su primer libro El Laboratorio del Alma.

Allí empezó la transformación de mi vida, mejor dicho el comienzo de mi transformación. Yo sabía que tenía un potencial espiritual, porque así lo había vivido en mi intimidad. Pero la vida me distrajo de tal manera, que no supe desarrollarlo.

Próxima a cumplir los 70, estoy muy feliz. Desde que estoy en la Fundación, recuperé mi interioridad, descubrí el valor de mi tiempo en silencio, recuperé el contacto con mi alma. Le encontré el sentido a mi oración, a mi diálogo con Dios. Hoy puedo experimentar la certeza de estar en el camino que me lleve a la total integración física, espiritual y con un sano equilibrio de mis emociones.

Hace muchos años, la vida se encargó de despertarme. Transité caminos diferentes, terapias, retiros religiosos que de alguna manera me sirvieron para resignificar mi vida, pero después de estar 7 años viuda y con una familia hermosa que ya hace rato camina sola, y me llena de felicidad, me di cuenta de que quiero más. Entonces estoy trabajando para darle mayor sentido a mis días.

Estoy sana físicamente, y los seminarios de la Fundación me llevaron a tratar seriamente mi obesidad, mis viejas heridas ya no causan dolor, y disfruto plenamente de la vida, del paisaje, del amor de mi familia, de sus “éxitos” y de la vida que transcurre. Soy plena conciencia de mi vida. Pero quiero más, y por eso escribo estas palabras. Necesito compartirlo.

DNI 14.596.450

Conocí la Fundación Salud por una de esas sincronicidades de la vida. Fuí y vine en varias oportunidades de la institución, pero al fin y al cabo, uno siempre regresa a la fuente, uno siempre vuelve a la querencia.

Por aquellos días, en mí comenzó a operar un cambio que aunque actuaba de manera imperceptible, socavaba poco a poco los cimientos de una existencia que por disconformidad, me pedía a gritos que hiciera algo con ella.

“Salta, que la red siempre aparece”, ésa fue una de las primeras frases que oí en la Fundación en boca de Stella hace unos cuantos años atrás, y hasta hoy me acompaña.

Poco a poco, por aquellos días incorporaba casi sin que me diera cuenta nuevos conceptos que hacía que viera las cosas desde otro lugar. ¿Qué paradójico no? Ver las cosas desde otro lugar para alguien que estaba privado de vista. Yo hacía ya un buen tiempo que me había quedado ciego. Me reacomodé en la vida como pude, y a los tropezones, comencé a vivir esta experiencia, pero estaba seguro de que había algo más. A mí no me alcanzaba con eso de que “Dios sabrá”.

No, para mi no era suficiente. Mi Dios no podía ser un creador distraído e incompetente, que enviaba a las personas sin ningún motivo lógico, a vivir una existencia sin un brazo, sin salud, o sin la vista. No, claro que no. Tenía que haber algo más, y aún no lograba saber qué era.

Así estaba yo por aquellos días con mis cuestionamientos internos, cuando sin ninguna razón demasiado pensada entran a mi vida Stella y la Fundación.

Ahí es donde empiezo a tomar algo de conciencia y a comprender que la vida es algo más que nacer, crecer, reproducirnos, morir. Sí, era lógico que esto fuese un plan mejor trazado, más inteligente, diría yo, un juego perfecto.

Cuando conozco la Fundación, es cuando también descubro que nuestro Ser más íntimo nos pide a gritos encontrar su misión, hallar su propósito en la vida, o sea, realizarse. De lo contrario…

Eso es lo que justamente, con una compasión que me conmueve, todo el tiempo nos insta Stella Maris. Nos insta a cambiar, a darle un sentido diferente a esta existencia, a dejar de manejar la vida como si fuera algo permanente. Nos exhorta a no seguir administrando mediocridad, nos invita ni más ni menos, que a dignificarnos.

Luego de haber perdido la vista a una edad bastante temprana, ¿qué me quedaba después de haberme lamentado mucho y maldecir mi suerte? Me quedaba mirarme. Si, mirarme, pero ya no a un espejo, sino para adentro. Qué tarea mi Dios, cuántas cosas encontré ahí que no me gustan de mi. Entonces, mal que me pese, comenzó el juego. Si, un juego duro, pero enriquecedor, un juego en donde la regla principal es desaprender, un juego donde gana el que pone en práctica el darse cuenta, el aceptar y el rendirse.

Después de haber adelantado algunos pocos casilleros en este inmenso tablero de la vida, tomo conciencia que algo he cambiado. Estoy más atento a mi sentir, trato de ponerme un poco más en los zapatos del otro, y aunque no siempre lo logre, intento controlar mi ansiedad, mi ira.

Por último, quiero decir algo que para mí es muy importante: Si, claro que poder ver es algo maravilloso, es probablemente uno de los sentidos más bellos que exista, y sinceramente, a veces lo extraño. Todavía no tengo la grandeza de agradecer mi enfermedad, mi ceguera, pero acá está, y día a día debo seguir aprendiendo cuál es su verdadero propósito.

Pero si hoy de algo estoy seguro, es que ya no cambio esto de seguir trabajando hasta poder ver, pero ver de verdad, ver realmente con los ojos más increíbles, con los ojos más certeros, ver con esos ojos que me han de mostrar los colores más brillantes. Ver de una buena vez y para siempre, con los ojos del Alma.

MI PASO POR LA FUNDACIÓN SALUD

Todo comenzó a través de un libro. Un libro que tan sólo con el título alentó mis esperanzas de haber encontrado las respuestas a mis muchos interrogantes y cumplir con el deseo de ser mejor humano.

Lo leí, no con el hambre de haber encontrado lo buscado tanto tiempo, sino con lentitud. Disfrutando cada palabra, regresando las páginas para apropiarme del contenido con la seguridad de que por fin mi búsqueda había terminado.

Cuando finalicé la lectura de “El laboratorio del alma” tomé la decisión de buscar la Fundación Salud, lugar en donde se desarrollan los hechos comentados en el libro. Y le dije a mi hijo, con quien pasaba las vacaciones navideñas en el puerto de Mazatlán México: hijo, me voy a la Argentina.

Así después de correos que van, que vienen y llamadas telefónicas, un viernes 16 de marzo sin previo aviso a mi familia, compré mi boleto de ida y vuelta a la Argentina. Tenía pagadas en hotel y vuelos mis vacaciones de semana santa en Los Cabos, Baja California México. Pero esto de la fundación era más importante que vacacionar una vez más. Lo había buscado por tantos años que no podía dejarlo pasar.

El sábado 17 por la mañana almorcé con mis tres hijos y les hablé de la aventura que estaba próxima a iniciar y que por la tarde mis alas levarían vuelo rumbo a Buenos Aires sin saber nada de allá, ni a dónde iba yo a llegar, pero mis ojos, mi corazón y mi sentir ya estaban en la fundación.

-Madre, ¿por qué no eres una madre normal? ¿No te da miedo irte sola y tan lejos y sin saber a dónde vas a llegar?- me dijo Guty mi hijo mediano. Andrés y Tony apoyaron mi incierta aventura. Ni ellos ni yo sabíamos el misterio que ella albergaba. Lo que si sé, ahora que he vuelto a casa, después de tres meses, es que por fin encontré lo que tanto busqué: conocer cómo encender el switch para poner en acción todo el conocimiento que, según Andrés, mi hijo pequeño (42), yo había acumulado a través de los tantos cursos, las muchas lecturas, los sicólogos y qué se yo, qué se yo, qué tanto más.

Ya en clase de Inteligencia Emocional encontrarme en algunas sesiones con esa niña dolida que habitó en mi durante tantos años, y resignificar su presencia, como diría Stella, me hizo parirme nuevamente.

Creo que empecé a parirme desde que llegué a la fundación. El recibimiento, el calor, las caricias, los besos de amor incondicional que me dieron todos, iniciaron el proceso de parto emocional. Este proceso fue rico, muy rico en descubrimientos emocionales, reencuentros con mis padres, con hermanos, con mi esposo y entender el “por qué” de las actitudes que las diferentes máscaras que usamos nos hicieron adoptar, comprender que esa fue una manera de protegernos pero que con el tiempo nos causó más daño que la protección que nos dieron.

Stella Maris, amigos, colaboradores, excelentes tuyos y de la fundación; incondicionales servidores de la humanidad, gracias. Me dieron la oportunidad de ser quien realmente soy, sin crítica, sin juicio ni justificación. Lloré y me enfermé con cada parto. Contigo Stella aprendí sobre inteligencia emocional, sobre el cúmulo de enfermedades que causan los pensamientos y las emociones negativas guardadas dentro de nosotros, aprendí la importancia de ser observador y soltar, soltar la crítica, el juicio, el control, conocí el asombro, convirtiendo las cosas simples de la vida en grandiosas, a comprender que permanecer en estado de agradecimiento eterno por cada don recibido, es un deber del ser humano y la importancia de mirar con los ojos y el corazón abiertos a toda posibilidad.

Este viaje que hice a Argentina fue grandioso. Con ustedes aprendí a ver lo asombroso de la hazaña realizada. La osadía y valentía de una mujer que rebasa los 58 años no cumplidos, con bastón, sola, y que vino a instalarse en Buenos Aires por tres meses para aprender a vivir mejor les sorprendió.

Tengo por sabido que he iniciado un camino que no tiene regreso, porque una vez que realmente soy consciente de algo, ya es mío y no se me podrá quitar. Estoy consciente que tengo en puerta mucho que hacer. Limpiar corazones lastimados y resignificar los hechos negativos del pasado. Sé que es un camino difícil el que tengo que andar. Stella, tú y la fundación se quedaron con un pedazo de mi corazón por siempre. Sin embargo es sorprendente que sigue entero y grande y mucho más lleno de amor para dar.

Ahora tengo la seguridad de que encontraré mi propósito en la vida gracias a las enseñanzas de la fundación salud. Por ello y por siempre eternamente agradecida.

Alicia.

Pude unir las piezas de mi rompecabezas.

Sabía que mi alma no era feliz pero no encontraba la salida, como si me encontrara en un laberinto infinito. Precisaba ayuda urgente, no podía seguir enfermando, debía aceptar el trastorno de personalidad (bipolaridad) de mi marido, la depresión de mi hijo y reconciliarme con mi profesión de abogada. Y una vez aceptado, resolver qué haría al respecto.

En Septiembre de 2011, me anoté en el Seminario de Inteligencia Emocional dictado en la Fundación Salud. Pensar tanto me estaba matando, había ido ahí para buscar la manera de parar mi mente que me torturaba sin darme alivio. Somaticé siempre absolutamente todo en mi cuerpo físico, migrañas, cervicales, contracturas, asma. Hasta que en marzo de 2011, mi cuerpo físico dijo “basta, hasta acá llegaste”, mediante un shock hipertiroideo, acompañado de una profunda depresión. Colapsé.

Al principio todo me costó mucho, me resistía. Lentamente y contagiándome de la la fuerza de voluntad que ponían mis compañeros en sus procesos de sanación, fui reencontrándome conmigo misma.

Comencé a entender el daño que le hacía a mis seres más amados con el control, el apego, el querer solucionarles todos los problemas, ser la salvadora, no dejarlos crecer. Entendí que había que dejarlos sufrir y equivocarse porque eso es una increíble fuente de riqueza para ellos como lo fue para era mi.

Conocí el daño de la manipulación de ambos lados, de la culpa, de los miedos, del resentimiento, de la soberbia, de la codicia, la negación, entendí el “para qué”, a saber escuchar y el valor de la palabra. Aprendí la importancia de la energía, a estar donde quiero estar y con quien quiero estar, saber que mi ser me avisa en forma permanente cuando no quiere algo y debo respetar los mensajes que me da.

Hoy sé que mi aprendizaje no fue mórito mío, y si alcancé un estado de conciencia que hoy abrazo como mi tesoro más preciado, fue gracias a grandes maestros que se cruzaron en mi camino e iluminaron mi marcha hacia la sanación. Algunos desde la luz, otros desde la adversidad pero todos me dejaron enseñanzas para avanzar, para despertar y sanar.

Respecto a la depresión de mi hijo, después de mucho tiempo y todo intento, aprendí la aceptación y mis límites humanos. A respetar su individualidad como única responsable de su ser. Vi mi rol de “salvadora” y el mal que le hacía protegiéndolo constantemente, ya que en realidad lo estaba protegiendo de si mismo y lo apartaba de su esencia. Aprendí que debía sanar yo y dejarlo “ser” y “elegir” a él, que solo podía acompañarlo silenciosamente cuando él me lo pidiera. Y pude verlo soltarme rápida y felizmente y convertirse él en mi apoyo firme cuando lo liberé.

Con mi enfermedad supe que debía cerrar un capítulo en la vida sin miedo para comenzar nuevamente, que no podía arrancar así nomás de donde estaba, debía morir para renacer plenamente y volver a comenzar. Reconocí el valor del cuerpo físico y a honrarlo. Pude escuchar a mi ser interior gritarme desesperado para que lo deje salir y vivir en armonía cuerpo, mente y alma. Oí los dictados de mi conciencia, estuve alerta. Pude decidir por mi, elegir lo que era mejor para mi ser, sin dañar a nadie. Vivír en paz. No preciso nada máá que mi silencio como compañía para sentirme feliz.

Entendí el daño que yo misma me estaba causando queriendo ser “salvadora” de mi compañero, y que ya no había más chances, yo debía hacerme cargo de mi misma y él de su vida de una vez por todas, debíamos separarnos. Supe que ya no podría vivir más en la locura y el estrés por elección.

A partir de segundo seminario, comencé a escribir un libro autobiográfico, “El dictado de mi alma”. Entendí como, milagrosamente, podía cambiar el sentimiento de lo que todavía me dolía al entender que lo que guardaba en mi memoria, en gran parte, eran solo creencias, y si esas creencias habían cambiado tanto a lo largo de mi vida, también podían cambiar los sentimientos y recuerdos que llevaban atados a ellas. Y así fue.

A medida que escribía mi libro y corregía el texto, resignificaba la anécdota que se obstinaba en seguir molestándome solapadamente. Y así de a poco, pude sanar muchas heridas que ni siquiera recordaba que tenía y lenta y milagrosamente desaparecían para siempre, sin borrador que me las devolviera. Es imposible recorrer un camino de sanación interior sin ser sinceros con nosotros mismos.

Siento que por fin desperté y no quiero volver a dormirme. Pude armar mi rompecabezas con todas esas piezas que había guardado durante toda mi vida. No pude más que sonreír cuando supe que el logo de la fundación era un rompecabezas.

De Stella, de su equipo y de cada uno de los compañeros con los que me tocó compartir esta maravillosa experiencia que para mi recién empieza, aprendí algo. Cada uno me ayudó a colocar una pieza, me faltan muchas todavía y eso también me hace feliz, porque cada pieza será colocada en su momento, ni un segundo antes ni un segundo después.

Eternamente agradecida.

Conocí a la directora de Fundación Salud Stella Maris Maruso en octubre del 2011, en la ciudad de Cholula Puebla (en México). Dos meses después, estaba en Buenos Aires, en la Fundación,caminado por los jardines de ese bello lugar. Los días se me escapaban de las manos, el tiempo transcurría tan, tan rápido. Pero fue el suficiente para compartir la sal y el pan con personas sobrevivientes de procesos que habían sido sentenciados, por sus pronósticos desalentadores a dejar en breve, este plano de vida. Era tan increíble ver llegar a otras seminaristas con sus cabezas cubiertas por algún tipo de tela artísticamente colocado, y apenas haber transcurrido algunas horas de sus tratamientos con quimioterapias, con una sonrisa en su cara, sus ojos con el brillo de la tranquilidad de que su proceso estaba resuelto y en otros y otras en vías de solución.

Una de ellas, Lucy, me dijo: “va a ser navidad, fiestas… mis hijos llegarán y esperan ver a una madre derrotada por el cáncer de mama, con mastectomía doble, radical y quimioterapias y sorpresa que se van a llevar… me dirán mamá se volvió loca, y si… porque contrario a lo que esperan, me encontrarán en paz, calma, bailando y cantando mis canciones, es decir, ahora tengo deseos de vivir para cantar mis propias canciones”.

No habían transcurrido pocos días cuando empezaron a darse fenómenos en mi persona que persisten hasta el día de hoy: desde ese lugar a miles de kilómetros logré sanar algunos vínculos que creí resueltos. La relación en mi familia pasó de buena a excelente.

Hoy, diariamente medito dos veces por día y algo bello es que nunca pensé después de mi jubilación como maestra, catedrática que volvería a conectarme con la educación y enseñanza. Hoy, previa autorización de la bella amiga Stella, en mi tierra, inicio un servicio para brindar apoyo de medicina biopsicosocial a pacientes con procesos internos y externos sin resolver; aliento a las personas que tienen la marca y sentencia de pronósticos tajantes a que no se rindan, que acepten su diagnóstico y tratamiento, no así el desahucio. Y con las herramientas que Stella nos enseño, logren estos pacientes reducir sus niveles tremendos de cortisol y adrenalina… sus miedos.

Haber comprendido que no soy yo, no es él, no son los otros los que me afectan, sino mi, o sus estados emocionales densos por los que estoy o están pasando, ha sido sumamente sanador, ya nada me tomo a forma personal, dejo que las personas resuelvan, bajen sus niveles de estrés, y yo los míos y se da la magia: vínculos sanos.

Agradezco infinitamente a todos, todos los que me dieron cobijo y amistad, a los colaboradores voluntarios que como hormiguitas laboran en la fundación. Y mi eterno agradecimiento a una persona fuera de serie, la señora y cálida amiga Stella Maris.

Jorge Antonio Reca. DNI 5.071.083
Celina Albor. DNI 10.121.025

Cómo no empezar diciendo simplemente GRACIAS. El motivo que nos acercó a la Fundación en el 2006 fue una crisis emocional de Celina, mi compañera de vida, por el fallecimiento primero de su padre y más tarde su madre. Tan estrechos eran estos vínculos para ella, que me atrevería a decir que su cordón umbilical nunca se había cortado.

Primero fueron culpas, por no haber dado más de lo que había dado y luego un “ya se acabó mi misión en la vida”. Desde que comenzamos nuestro primer seminario, y en todos los talleres pudimos exponer nuestras molestias, agarrotadas en nuestros pechos: angustias, culpas, broncas, irritaciones, apegos, estas son algunas de tantas muchas que escuchábamos no solo por personas con los mismos estados emocionales que el nuestro, sino por personas con diagnósticos delicados como CANCER, ACV, HIV y algunos otros más.

Pero qué cosa de locos me dije en un momento, vine a acompañar a Celina para que pueda solucionar sus problemitas (que no eran pavada) y quedo enganchado como pescado en la red y estoy participando también porque me dí cuenta de cuántas angustias, momentos de irritabilidad, de querer tener siempre la razón, de culpar a otros y no ver que el problema era yo………….

Le dije a la gallega: “Arduo trabajo nos espera si deseamos modificar nuestras actitudes en esta vida que nos queda por recorrer, también tengo que cambiar para poder acompañarte más y mejor” y complacida me sonrió, no necesité otra cosa, pero luego y sin pensarlo nos confundimos en un abrazo y nos dimos un piquito, como para dejar sellado el acuerdo.

Las meditaciones que escuchábamos estaban hechas como anillo para nuestros dedos, todas nos tocaban un poco o mucho. No fue fácil ir revirtiendo esa conducta a la que estábamos tan acostumbrados, pero poniéndole garra a ese trabajo nos controlábamos uno al otro para ver si notábamos esos cambios que teníamos que hacer.

Así fue pasando el tiempo y un día, una noticia inesperada: le avisan a Celina que su hermano había fallecido. Si bien la relación entre ellos no era la mejor, por eso no dejaban de ser hermanos y la gallega cae nuevamente en un pozo depresivo.

Con la ayuda incondicional de Stella y sus colaboradoras comenzó a aliviar ese trago amargo.

Al quinto día del fallecimiento de su hermano, me dice: “ya aprendí NO LE VOY A PEDIR MÁS PERDÓN A LOS MUERTOS”. Lo que habíamos aprendido hasta ese momento no había caído en saco roto.

Comenzó a llamar a tíos y primos que hacía rato no se comunicaban, faltó ese detonante para darnos cuenta de cuán lejos estábamos de los que estaban tan cerca.

Estos golpes llamados experiencias de vida, son los que nos hacen tomar conciencia en qué lugar nos encontramos parados para poder enfrentar lo que devendrá. Nos dimos cuenta también, que en estos cambios una palabra era la que nos resonaba constantemente: ACEPTACIÓN, que junto a otras como tolerancia, comprensión, humildad que no son poca cosa, hizo que nuestra manera de comunicarnos con nosotros mismos (como pareja) y con los demás, fuera contundente para observar que nuestro entorno tambi&ecute;n cambiaba, y no te digo nada cómo usar las palabras justas en una conversación y la manera de decirlas influyó en la pareja para vernos y sentirnos de una manera distinta.

Ahora, si a todos estos ingredientes, le agregamos el ingrediente principal llamado “AMOR” , ese que se manifiesta desde adentro de nuestro SER, esto es maravilloso. Y si alguien tiene la posibilidad de leer esta narración y se pregunta: “¿seis años para lograr estos cambios?”, le contesto que no hay tiempo que mida un aprendizaje, como los médicos, arquitectos, ingenieros, contadores y demás profesionales, siguen actualizándose para dar lo mejor de ellos, tampoco hay tiempo para seguir utilizando en manera engañosa esas conductas que no nos sirven para nada, solamente para provocar en nosotros enfermedades (la mayoría silenciosas) y después pagar las consecuencias.

A los 58 años me dí el lujo de conocer esta escuela maravillosa que es la “FUNDACION SALUD”, digo me dí el lujo dado que me permití conocer algo totalmente desconocido en los medios de enseñanza: “PODER VIVIR MEJOR”

Estamos totalmente convencidos que haber llegado a la Fundación en el momento oportuno, nos permitió mejorar nuestra calidad de vida evitando muchos males a los que esáábamos totalmente expuestos. El camino no ha llegado a su fin pero los pasos son mucho más seguros. Disfrutar cada momento de la dicha de estar vivos es nuestra condición de vida.

Todo nuestro agradecimiento a los que nos ayudaron a hacer posible estos cambios: paristas, seminaristas, profesionales de la salud, pero muy especialmente a un ser maravilloso que con todo amor se brinda día a día en pos de todas las personas que llegan a la Fundación, la señora Stella Maris Maruso.

DNI 12.673.441

Nuestro hijo menor de 17 años padecía cáncer. Había hecho todo el tratamiento completo, la quimio más fuerte que existía, los rayos, y soportar a su oncóloga que sabía mucho del tema, pero nada de humanidad. El 16 febrero de 2011 con todos los estudios requeridos por ella, la fuimos a ver y nos dijo que Elías estaba perfecto y que pasaba a régimen de mantenimiento. Nuestra alegría parecía insuperable, cuando una semana después tuvimos que volver al sanatorio porque Elías casi no podía caminar, ese día le hicieron un solo estudio de todo el cuerpo y nos dijeron que no se podía hacer más nada, tenía metástasis en la columna y 3 tumores en la cabeza inoperables. Hablaron de cuidados paliativos, rayos para mejorar la calidad de vida y no entendíamos nada, solo se nos ocurrió pedir llevárnoslo a casa y así lo hicimos.

Llegamos a la fundación los primeros días de Marzo de 2011, estábamos atravesando el peor momento de nuestras vidas, pero aún así en lo único que podíamos pensar era en que Elías se tenía que curar. No entendíamos nada.

Fue allí donde descubrimos que existía otro mundo diferente del que haíbamos conocido, Stella conectó con Elías de una forma que yo no podía ver, pero me tranquilizaba un poco, le asignó a Nora como su terapeuta, nos fuimos armonizando con prácticas y talleres, y comenzaron a trabajar con él y con toda la familia, ya que nos afectábamos muy mal.

No dejaron ningún detalle al azar, Elías cada vez amaba más a todos allí y al lugar en particular, y por supuesto cuando estaba con Stella parecían ser una sola persona, un sol gigante. Él se fue tornando cada vez más sabio, su enfermedad se iba comiendo su cuerpo y su ser se iluminaba cada día más; jamás se quejaba, su aceptación era algo que me sorprendía, abría sus ojos y me decía: yo estoy bien má, vos tenés que estar bien, ustedes tienen que estar bien.

Esa criatura transformó lo ordinario en extraordinario, y se convirtió en nuestro maestro.

En el P.A.R.A., ya estando cuadripléjico y con escaras, se quedaba dormido casi todo el tiempo, pero aún así, se ingenió para darnos algunos mensajes como: NO LUCHEN POR LA PAZ, VIVAN EN PAZ. Cuando Stella preguntó qué habían aprendido esos días, él respondíó: A VIVIR EL DIA A DIA.

Unas semanas antes les había pedido a las hermanas que le imprimieran una canción a la que le cambió algunos párrafos, la fotocopiamos y el último día del P.A.R.A. Stella la leyó al comenzar el día, el salón explotó en llanto y aplausos, ese ser sabía que iba a partir y aún así hablaba del amor incondicional a la vida.

Dos semanas después, el 28 de mayo partió, no sin antes despedirse de cada uno, pidiéndonos que lo ayudáramos para que pudiera abrazarnos, en ese abrazo nos decía que él iba a estar siempre en nuestro corazón, pero en ese momento nadie lo entendió. Partió muy silenciosamente y en absoluta paz.

A pesar de eso, cuando un hijo parte el mundo explota y vos con él, todo cambia, no reconocés nada, es tanto el aturdimiento, que quedás en shock. El dolor es demasiado fuerte, pero algo dentro mío me decía que Elías estaba bien, yo quería verlo, abrazarlo, escucharlo y nada de eso pasaba. No sabía realmente cómo hacer para poder respirar sin que me doliera, la ausencia era fatal y por otro lado, cada tanto me acordaba de la transformación de Elias, su paz, su agradecimiento, su sabiduría y su amor, el amor que él generó en todas las personas que lo conocieron, la grandeza de sus actos y su generosidad, me sentía orgullosa de ser su mamá.

Todo era muy confuso, mi vida estaba fragmentada y no sabía qué hacer con los fragmentos. Tenía una vida que comenzar y no tenía la voluntad, todo era tan diferente.

La Fundación estuvo siempre ahí, pero era difícil ir sin Elías, Stella nos hizo llamar por Lorena y por primera vez pude escucharla y entender por qué Elías la amaba tanto. Comencé a trabajar y a ir a la fundación cada vez que podía, el camino era muy difícil, pero ahí estaban siempre con alguna herramienta y con su amor incondicional.

Aprendí a meditar, y se hizo parte de mi día, aprendí a sentir de una manera diferente, aprendí a comprender y comencé a trabajar guiada por ellos todos los sentimientos destructivos que uno lleva arraigados, fui aprendiendo a elegir, a hacerme cargo de mis elecciones, a esperar, a dejar fluir y a saltar sin red, pero por sobre todas las cosas a vivir el día a día y a no luchar por estar en paz. Stella me enseñó muchísimas cosas, pero lo fundamental fue enseñarme a encontrar a Elías en mi corazón, a sentirlo todo el tiempo en paz, asi como él partió y es asombroso, pero Elías está en todos lados con su sonrisa maravillosa y su bondad infinita, en mí, en los que lo conocieron y en muchas personas que no conoció.

Hay muchos ángeles en el cielo y Elías es uno de ellos, pero acá en la tierra no se llaman ángeles, son seres de luz que yo he tenido el privilegio de conocer, gracias Stella, gracias Lorena, gracias Victor, gracias Nora y gracias a cada uno de esos seres maravillosos que me acompañan todo el tiempo.

DNI 24.484.583

Llego a la Fundación en 1996, con solo 21 años, con una gran Crisis emocional (confundida, angustiada, deprimida y con necesidad espiritual).

Durante un año, previo a mi llegada, recorrí muchos especialistas de la salud mental, quienes no comprendían que me sucedía. Fui medicada, y tratada con las terapias tradicionales, que no producían ningún avance positivo, solo me generaban más angustia y desesperanza. Sentía que estaba viviendo una pesadilla de la cual no lograba salir. Fue un año de mucha desolación, donde no veía ni una pizquita de luz. Gracias a Dios y de la mano de un familiar que me acercó a una charla informativa de la tarea que realiza la fundación, decidí comenzar el Seminario de Inteligencia Emocional.

Estoy feliz de haberlo empezado, a partir de toda la información que recibí, trabajos vivenciales, la compañía incondicional de Stella y compañeros, fui saliendo del pozo en el que me encontraba. Luego hice el P.A.R.A, clave en la recuperación; me enseñó una nueva manera de vivir y relacionarme.

Con esfuerzo y ayuda logré aquietar la mente, sentir estados de paz nunca antes experimentados, cambios en la percepción y plenitud. Los vínculos familiares y amigos se tornaron más amorosos y principalmente descubrí que en mi interior existe todo el potencial para salir adelante ante cualquier situación o circunstancia adversa de la vida.

Doy gracias a la Fundación Salud (mi segunda familia), a Stella Maris, mi gran maestra en esta vida y a mis compañeros, por estar conmigo siempre en los buenos y malos momentos.

DNI 11.026.974

El haber llegado a la Fundación hace 6 años, fue en el momento más crítico de mi vida, había fallecido mi mamá y yo estaba muy mal, no solo eso, sino que mi esposo enfermo entró en una depresión, si no hubiera sido por la Fundación Salud, no habría sabido como salir adelante.

Al poco tiempo mi esposo falleció, la Fundación también lo ayudo en poder partir como él se merecía, sin sufrir y sin tenerle miedo a la muerte. Fue ahí donde la contención que me han dado hizo que mi duelo fuera llevado de la mejor manera posible y por último mi hijo mayor, que después de su padre quedó muy mal anímicamente, con miedos y ataques de pánico, está haciendo un cambio en su vida gracias a la Fundación. Aquí aprendí a ver las cosas de otra manera. Quiero agradecer profundamente a todos los integrantes que en mayor o menor medida, siempre están conmigo.

DNI 22.668.024

Hoy quiero compartir con ustedes mi experiencia vivida en la Fundación. Llegué a la Fundación con un estado de angustia y muy deprimida. Me inscribí y comencé a asistir a los Seminarios, y gracias a ello pude recuperar el valor que tiene estar vivo, recuperé la esperanza y también comencé a sentirme mejor conmigo misma, es decir, miles de manos, abrazos, palabras, tendidas hacia mi persona sin conocerme me empujaron amorosamente a que yo misma pudiera salir del estado en que me encontraba. Por eso estoy muy agradecida a la fundación por lo que me ha dado y me sigue dando día a día, y ojalá que muchos seres puedan pasar por este lugar, porque es un gran beneficio para toda la sociedad argentina.

DNI 3.670.773

La Fundación, desde una macro perspectiva es un aporte a la invisible salud, orden y paz de la sociedad. Con su trabajo incansable esperanzado y concreto, brinda las herramientas para que cada uno de nosotros, los seminaristas, cambiando la visión de nuestro pequeño gran universo podamos construir y reconstruir el orden y la armonía necesarios para regresar a la salud física, mental y espiritual. Se aprende con la entrega y el amor incondicional, y la paciencia incansable de su fundadora y sus fundamentos: sus conocimientos científicos y sus conocimientos del alma. En lo personal siento que este lugar está posibilitando un segundo nacimiento, para ser “ser humano”, sensible, compasivo, integrado, es un camino hacia la salud integral, en la aceptación de lo mejor que tiene la vida. Es una maravilla observar las estupendas regresiones y/o mejorías de enfermedades graves al seguir el camino del orden que construye y no del desorden que desintegra.

DNI 11.285.209

Me dirijo a ustedes para relatarles mi experiencia personal al ingresar a la Fundación Salud. Cuando comencé en dicha formidable institución el programa denominado P.A.R.A. (Programa Avanzado de Recuperación y Apoyo), en el que, durante cinco días y en forma intensiva y exhaustiva, se nos informaba acerca de la influencia de los estados de ánimo y de las emociones sobre el sistema inmunológico humano, y la consiguiente aparición de enfermedades, los estragos que produce el estrés y las exigencias de la vida moderna sobre la salud de las personas. Y fundamentalmente, la forma de ir corrigiendo, en forma gradual mediante cambios de hábito, dichas nefastas consecuencias. Desde hace ya once años, padezco de tiroiditis auto inmune, y en el mes de enero del año 2000, me fue diagnosticada depresión bipolar. A pesar de toda la medicación que me fuera suministrada no lograba rescatarme de la profunda depresión en la que me encontraba inmersa desde hacía mucho, pero mucho tiempo. Mi participación en el P.A.R.A. se desenvolvió en un clima sumamente amoroso y contenedor, en donde la gente, aún los que se encontraban sumamente enfermos o doloridos, se sentían seguros, como en “su casa”, gracias a la calidez y a la profunda calidad humana de la señora Stella Maris Maruso y sus colaboradores. Asimismo, pude informarme acerca de la psiconeuroinmunoendocrinología, las técnicas de relajación, de respiración, de movimiento, y el Plan de Salud que me fuera entregado a su culminación, plan éste elaborado para cada uno de los participantes y que suministra, con todo detalle, las pautas que han de seguirse para retornar a la sanación. Sólo puedo decirles, a modo de síntesis de la experiencia, que hoy, gracias a la Fundación y su magnífica labor, comparativamente es mínima la cantidad de medicación que tomo y mis hijas están contentas porque oyen nuevamente a su madre reír.

Empleada administrativa. DNI 16.973.852

Quiero brindarles el testimonio sobre mi experiencia en la Fundación Salud, lugar al que concurro desde marzo de 1994, en búsqueda de sanación. Desde que tengo uso de razón he tenido depresión, y recorrí todo un camino de terapeutas y psiquiatras, camino en el que no había logrado encontrar la solución. Hasta que a los treinta años me recomendaron a la Fundación Salud. Por primera vez en mi vida, experimente que el problema que me aquejaba tenía la solución. Se trabaja con mucha claridad, conocimiento, contención, seriedad. Y sobre todas las cosas con muchísimo amor. Para mí representa un segundo hogar, en el que encontré una gran familia del corazón. Fundamental para recuperar las ganas de vivir. Todos compartimos nuestras penas y alegrías, sanos y enfermos. Presencié muchos milagros de personas que llegaron a la Fundación con la sentencia de un diagnóstico adverso, cuyo pronóstico de vida era cuestión de días o meses. Los he visto como día a día han aprendido a movilizar sus propios recursos, con las herramientas que les brinda dicha casa. Y lo más importante, han podido remitir la enfermedad. En mi caso encontré un equipo de personas entre ellos profesionales que me ayudan incondicionalmente. Sentí que nunca más iba a estar sola con mi problema.

Hace dos años tuve la desgracia de quedarme sin trabajo. Actualmente soy una desocupada más en este país. Son momentos difíciles de sobrellevar, sus integrantes siempre están a mi lado. Podría escribir páginas y páginas hablando de la Fundación, pero creo que en esta página sintetizo lo vivido allí. Es una de las mejores cosas que me pasaron en la vida.

Comerciante. DNI 10.400.515

Conocí la Fundación Salud en julio de 1999, por intermedio de una amiga. Ella me había hablado en varias oportunidades, pero para la época yo estaba practicando tai-chi cotidianamente y entre la falta de tiempo y dinero, ese momento no llegaba.

Cuando empecé a percibir en poco tiempo los cambios en mi amiga; ahí realmente comencé a darme cuenta de que allí sucedía algo importante.

Concurrir a una meditación fue una experiencia nueva y sumamente anhelada, la sensación de pertenencia muy muy fuerte, de “yo” pertenezco a este lugar. Haber conocido a Stella Maris fue el regalo más grande en muchos años, mi corazón me decía muchas cosas. Ella hablaba y todas las piezas de un rompecabezas iban encajando, ella tenía la virtud de ordenarlas; como si fueran bombones en una caja. Era algo maravilloso.

A pesar de haber estado en diversos trabajos y grupos, nunca había sentido esto.

Al tiempo, una serie de sucesos dolorosos me puso en situación límite, crítica y decidí hacer un seminario. Sentía que mi corazón estaba cerrado, bloqueado. El trabajo de la Fundación, el contacto humano, la gran contención, el amor que allí circula me ha resultado sumamente sanador.

Al año, pude ver el cambio importante en las relaciones vinculares.

La Fundación me ha ayudado mucho en todos los sentidos: expresión, comprensión, paz, alegría del puro estado del ser, percibir la presencia de ese mundo invisible y buscado.

También pienso que si apenas pude ver un pétalo o menos, de un jardín de rosas ¡cuántos jardines, glorietas y florestas quedan por delante! Y lamento poder plasmar tan poco de todas las enseñanzas; también pido al cielo paciencia, gracia, paz, entereza, fuerza para poder caminar por la vida con integridad en sus experiencias múltiples -ya que este camino no es sendero cómodo o fácil, sino que a veces resulta sumamente doloroso- para finalmente arribar a alguna comprensión; hasta quizás tener conciencia y salir de la rueda de Buda.

Agradezco tener la oportunidad que me brindó la vida de estar en este lugar y ser parte de ese “corazón compartido” que existe entre distintas almas.

DNI 6.497.497

¿Cómo encontrar la palabra que pueda expresar lo que la Fundación brinda? Decir que es un lugar donde el amor incondicional al prójimo y la vocación de servicio de sus integrantes son el motor que lo sostiene, sería insuficiente. Sólo estando allí se pueden vivenciar dos sentimientos que se generan. Desde el más simple de los muchísimos talleres del Seminario de Inteligencia Emocional, hasta el completísimo Programa Avanzado de Recuperación y Apoyo (P.A.R.A.), todas las actividades, que se realizan, brindan un gran aporte, tanto a la salud física como a la mental y emocional. La contención afectiva es tanta que he sido testigo de la transformación de personas que estando hoy alegres, vivaces felices y saludables, eran, unos meses atrás, la imagen de la desolación y la angustia. Esto no es magia, como tampoco lo es la sanación de enfermos “terminales”, que habiendo llegado postrados y sin nada mas por hacer según sus médicos, hoy bailan ante el estupor de esos mismos médicos. Este es el resultado de lo excelso del P.A.R.A. que, basado en el mundialmente reconocido método del Dr. Carl Simonton para enfermos de cáncer, contempla a la salud en forma integral aumentando la capacidad del sistema inmune para vencer a la enfermedad y sobre esta terapéutica, puedo dar fe ya que he sido operada de cáncer de mama hace cinco años y gracias al programa del Dr. Simonton pude sobrellevar mi enfermedad y su tratamiento médico con dignidad, fe y alegría. El P.A.R.A. es conducido por Stella Maris Maruso, alma mater de la Fundación y un ser más que excepcional que emana amor por todos sus pares y para todos. No hay palabras para agradecer todo lo que ella y sus colaboradores, en todos los niveles brindan. Por ellos aprendí que se puede vivir cada día mejor, que se puede amar incondicionalmente, que se puede ser más solidario, que hay que tener un propósito en la vida, que hay que vivirla intensamente y que estas actitudes generan en el cuerpo la química necesaria, para vivir saludables y en paz. ¿Qué más se puede pedir?

DNI 3.770.718

Fue justo cuando lo necesitaba que oí de la Fundación Salud. Entonces yo tenía mi vida con el acelerador atascado, o sea siempre al máximo, sin posibilidad de cambiar. Trabajaba con excelentes resultados pero sin darme cuenta que la vida me pasaba al lado. Después de los primeros seminarios fui dándome cuenta que yo también existía. Siempre me ocupé mucho de mi familia pero aquí aprendí a desocuparme y sólo amarla y comprenderla. Gracias a los distintos talleres fui aprendiendo a “ver” a los otros, a mis hermanos, a mis amigos, a la gente de la calle. Tuve que cerrar mi negocio después de 20 años y me sentí sostenida por la Fundación, aquí todos son auténticamente amorosos y desinteresados, encontré palabras de aliento y comprensión. Luego la muerte de mi padre, la posibilidad que tuve de cuidarlo desde un verdadero lugar de amor, sin esperar nada. Siento que me ayudaron a hacer un cambio muy grande dentro de mí. No encontré ninguna exigencia, sé que sólo hubo amor, que las respuestas a mis preguntas me hicieron y me hacen reflexionar. En este momento de mi vida de todas las vidas cuando el mundo está completamente loco y atacado por el deseo de poder y dinero, encontrar un lugar como la Fundación donde no hay un solo credo, donde hay libertad absoluta, donde la sanación es lo único a desarrollar, porque todos necesitamos encontrarnos y ser, para habitar un mundo mejor. Este es un lugar donde te entregan herramientas para vivir mejor, uno las elige. Hay muchos Seminarios en el año, uno los usa como siente, como puede. Agradezco la enseñanza de poder valorizar todo lo que tengo, todo lo que soy y las posibilidades de planear mi vida mejor.

Fonoaudiologa. DNI 637.805

Mi testimonio como persona que desde 1991 acudo desde Viedma (Río Negro) a la Fundación Salud, centro de Salud. Esta casa re-significa mi servicio a través de lo recibido en cuanto a ser, primero mejor persona para conmigo misma y por su puesto que ello se volcó a mi trabajo. Recibí amor incondicional conocimientos científicos que hicieron y hacen que ahonde con pasión en mi profesión, pero más aún los conocimientos, recursos de salud, trato amoroso. Me ayudan y ayudaron a conocerme cada día más para limar mis asperezas y dejar surgir en mí “lo esencial” que es el amor a la vida y a las vidas con quienes en este hoy comparto experiencias. Hace casi 20 años que hago miles y miles de kilómetros, este espacio es tan importante sino, no seguiría viniendo desde tan lejos. Desde Viedma somos muchos y hasta se han podido ver y palpar experiencias de vidas que podrían haber dejado este mundo y aún están gracias a los recursos activados por las enseñanzas de los profesionales de la Fundación. Hay una palabra que creo y siento encierra todo lo que podría decir en este lugar. GRACIAS… GRACIAS… GRACIAS… Gracias por sanar mi alma, mi cuerpo, mi mente y sacar o ayudarme a sacar a la LUZ (que es salud!) a mi ser. A vivir en plenitud a pesar de los obstáculos que siempre los hay. Vale la pena acercarse a este lugar.

LC 6.520.035

Durante 50 años de mi vida estuve en la búsqueda constante, siempre sentí que había algo que me faltaba. Sentir el vacío en el alma creo que es alguno imposible de describir. Recorrí muchísimos lugares buscando algo… no sabía que era lo que buscaba en realidad… En un viaje a Salvador de Bahía conocí a un ser, para mí bellísimo, pues me recomendó que viniera a conocer la Fundación. Al volver del viaje, totalmente fascinada por el mismo, seguí sintiendo que algo faltaba para que la dicha fuera completa. Con un vacío muy grande en el alma, me presente en la Fundación preguntando de qué se trataba el lugar. Solo me dijeron: “no se puede explicar con palabras”… “solo tenés que darte el permiso de vivir la experiencia”… y sin dudar, confiando plenamente en ellos. Comencé mi camino evolutivo.

Aquí descubrí que había encontrado el lugar… que todo lo que me faltaba se estaba haciendo realidad. Hoy realmente estoy aprendiendo a vivir desde mi interior. Gracias a la Fundación aprendo a: Conocerme mejor. Quererme a mí misma para poder querer a los demás. Descubrí mi “niño interior” y saber que es fundamental en mi vida. Descubrí el “loco interno” y aprende a vivir con ambos para ser realmente feliz. Cada uno de los talleres que funcionan tiene algo que nos hace ver que la vida puede ser vivida de una forma más feliz. Agradezco a todos, tanto amor recibido, tanta vocación de servicio, tanta paciencia, tanta contención, tanta dedicación, tanta ternura y muchísimo más para cada uno de nosotros.

DNI 4.973.981

Sería muy largo enumerar todo el proceso vivido en la amada Fundación, porque para mí fue como un nuevo parto, sentí que de nuevo empezaba a vivir, que todo mi pasado era nada más y nada menos que una Escuela, a donde tenía que retornar (si quería), pero para aprender, no para resentir. Muy magistralmente se enseña en la Fundación los caminos de la psiconeuroendocrinoinmunología donde, como lo indica su nombre, cada vez que uno vive una experiencia, todo el ser está involucrado y todos los sistemas internos se estimulan o decaen a la vez, o sea que una de las “leyes” principales que enseña su Directora, es que “donde está la conciencia, está la vida”, de manera que a través de las meditaciones, del camino evolutivo, del trabajo que se realiza en el P.A.R.A. (Programa Avanzado de Recuperación y Apoyo) para enfermos “terminales”, que de alguna forma lo somos todos, porque cáncer no es solamente un desorden y anarquía celular, sino que lo tiene todo aquél que negándose a la maravillosa Ley del Cambio se fosiliza en “vida”, yéndose sin saborear el néctar de la transformación, de la alegría, del progreso interno; o sea, parte sin haber vivido, dejando todo su potencial en el cementerio, lugar que según Stella Maris Maruso, guarda todas las riquezas.

Creo que por la forma en que me expreso, es fácil observar el cambio descomunal que ha habido en mi interior. Traté de sintetizarlo lo más posible, pero puedo asegurar que como la serpiente, ha cambiado de piel. Yo no sé como agradecer todo lo recibido, porque no solamente hubo cambios a nivel mental o de percepción ante la vida, hasta mi salud mejoró notablemente, mi manera de relacionarme con los demás es distinta, más pacífica. Siento que cada situación es una “oportunidad” para sacar lo mejor de mi misma, siento que la paz es un regalo cuando uno se vuelve paz y todo esto gracias a todas las herramientas aprendidas y también practicadas con todo el personal excelente que trabaja con incansable amor en la amada Fundación.

LC 1.083.575

Once años se cumplen de mi llegada a la Fundación y cada día se renueva en mí el agradecimiento por todo lo que recibí. La primera etapa podría llamarse “desaprender lo aprendido”, por supuesto la más dura, porque tantos años de hacer exclusivamente lo que se debe, lo que corresponde, no resulta fácil de dejar a un costado. Pero como no hay imposibles, con amor, con respeto, el sistema de creencias que formaba parte de mi vida se fue lentamente transformando. Así también se transformó mi percepción y pude contemplar el milagro de vivir con ojos distintos, agradeciendo diariamente el cambio que se operaba en mí. Yo soy una ex paciente de cáncer recuperada, pero lo más importante para mí es ser una persona que aprendió que se puede vivir, VIVIR, así con mayúsculas todos los días que nos toque transitar esta experiencia. Mucho nos alegramos cuando logramos “curarnos” como solemos decir, pero más felices debemos sentirnos cuando lo que hemos sanado es nuestra vida.

Ese milagro me ocurrió a lo largo de estos años, conté con la compañía y la guía de un ser maravilloso, Stella Maris Maruso, directora de esta Fundación. Por esta razón una vez más digo, GRACIAS.

DNI 13.847.983

Cuando se sienten continuas insatisfacciones, que lo prosaico deja un tremendo vacío, que lo aprendido no alcanza y no es lo mejor, todo esto produce una comezón interna que moviliza a una búsqueda. Deje mis estudios universitarios (3ero de ciencias económicas) y empecé mi recorrido, conocí nuevos lugares, grupos diferentes, leí libros, filosofías diferentes, pero no alcanzaba.

En plena crisis y agravada por mi condición de inmigrante (nací en el Jardín de la República), conocí la Fundación. Su propuesta es completa, integral, donde la visión del hombre en todos lo planos, psíquico, físico y espiritual y todo esto sustentado hoy por la medicina. Me enseñaron a vivir de una manera simple, a pensar menos y a sentir más, a desarrollar la inteligencia emocional, a transformar lo ordinario en extraordinario. Lo fundamental, la base de toda sanación es el AMOR: una palabra sana, un abrazo sana, una mirada sana. No necesariamente estar sano físicamente, implica estar bien.

Podemos estar enteros en lo físico, pero imposibilitados desde el interior y eso es lo que nos pasa a la mayoría, estar fragmentados. En los distintos procesos de sanación aprendemos que sanar es un arte. El arte de aprender a vivir, donde nos enseñan a afectarnos bien en lo vincular, donde tenemos la posibilidad de encontrar seres amorosos que nos acompañan en nuestro diario vivir. Y de esto estoy tan agradecida, porque en momentos muy difíciles de mi vida, siempre, siempre encontré la compañía, el abrazo, la palabra, la contención de este grupo que trabaja sin descanso brindando su amor incondicional, su servicio. Y esto se valora de sobremanera cuando se está lejos de las raíces, en esta gran ciudad, donde la lucha por la sobrevivencia es muy dura, transformándose así esta hermosa ciudad, en un lugar frío y sombrío.

Agradezco infinitamente la existencia de este lugar y es mi deseo que muchos seres puedan tener la oportunidad y desafío de conocer este lugar que tanto da y tanto se aprende. Vale conocerlo!

DNI 17.998.990

Durante un par de años estuve trabajando en una empresa que yo mismo fundé y que paradójicamente me fue bastante bien. Sin embargo, el nivel de estrés era insoportable y algo en mí empezó a resquebrajarse. Mi salud se debilitó, mi ánimo era cambiarte con las circunstancias externas (de tendencia claramente negativa) y volví a sentir esa extraña sensación de que yo no era yo, sino era una especie de actor. Al entrar por primera vez en la Fundación, me di cuenta que algo había pasado. Era como si supiera que ahí iba a encontrar algunas respuestas. A través de las actividades de los seminarios, por momentos increíblemente simples, fui de alguna manera recuperando el control de mi vida.

Tan así es, que decidí hacer un cambio importante y hoy la prioridad de mi vida es profundizar este camino. En la Fundación he encontrado muchísimo amor, mucha comprensión y libertad, en un entorno de gran diversidad. No importa la edad, el sexo, la profesión o la salud. Todos somos bienvenidos y aceptados. También es notable el trabajo con enfermos y el nivel de apertura que ello requiere, ya que permite integrar lo más avanzado de la ciencia con una visión espiritual y humana, de gran aplicabilidad en la vida diaria, que integra la visión completa del hombre. Gracias.

DNI 11.175.240

Hace 23 años llegué a la Fundación por recomendación de varios conocidos. No estaba enferma, pero me sentía tan mal como si lo estuviera. Había llegado al punto de no querer saber más nada con la vida. La vida no era para mí, no la disfrutaba, no la entendía, me sentía culpable por tener estos sentimientos, ya que no tenía de que quejarme: buena salud, trabajo, sin dificultades económicas, hijos sanos, padres sanos, casada y con problemas como todos. Según mi criterio no me faltaba nada para ser feliz, sin embargo no era feliz y sentía un vacío interno muy grande, no encontraba un objetivo en mi vida. Desde el momento que traspuse las puertas de la Fundación mi vida y la de toda mi familia cambió. Aquí encontré paz y amor incondicional. Aquí desperté y me guiaron para encontrar a ese ser perdido que vivía dentro (pero escondido) mío. Durante todos estos años siempre encontré el abrazo contenedor, la palabra de aliento, la escucha sin juzgamiento. Mi mamá me acompañó en este camino porque quería estar mejor y sabía que aquí en la Fundación “todo puede suceder” y sucedió, la operaron de cáncer de mama, se recuperó estupendamente, la volvieron a operar, se recuperó otra vez. En el interín falleció mi papá, y aquí encontró el apoyo necesario para superarlo. Mis hijos y mi esposo me acompañan ahora en este hermoso descubrimiento de vida. Ellos hacen su propio cambio. Mi familia ahora es otra, yo soy otra. Sólo tengo agradecimiento y agradecimiento infinito para esta Fundación, espero poder retribuir de algún modo todo lo que aquí recibo día a día. Gracias, infinitas gracias.